La Ley Bases llega tarde y Milei no sale de la trampa

La Ley Bases llega tarde y Milei no sale de la trampa

El gobierno festeja por anticipado el blindaje de la casta al ajuste más grande de la historia. Pero sus aliados naturales se cansaron de esperar.  

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DIEGO GENOUD

Si todo sale como se supone, al final de 12 o 14 horas de debate en Diputados, Santiago Caputo y los hermanos Milei podrán festejar finalmente su primera victoria real en el Congreso: una ley jibarizada que pasó del delirio refundacional de 600 artículos de Federico Sturzenegger a 200 artículos negociados voto a voto por el cuerpo diplomático que acompaña a Guillermo Francos. El triángulo de poder podrá argumentar que adquirió la flexibilidad política necesaria para imponer el ajuste más grande de la historia de la humanidad. Pero tardaron casi siete meses, tiempo suficiente para que todas las inconsistencias del experimento económico paleoliberatio quedaran expuestas y sus aliados naturales empezaran a soltarle la mano en público.   

Como aval institucional a la transferencia de ingresos que ejecuta la extrema derecha de gobierno, la aprobación de La Ley Bases y el paquete fiscal tendrán un impacto más o menos mediato, pero la luna de miel se acaba y la inestabilidad de fondo se vuelve manifiesta. El scrum de gobernadores de Juntos con Miguel Angel Pichetto y Rodrigo De Loredo es parte del salvataje de la casta para un gobierno al que ya no le rinde festejar las derrotas. Milei logró incluso capturar a Raúl Jalil, un exponente de la liga de conversos que excede a Daniel Scioli. Hace un año, el catamarqueño fue uno de los dos grandes promotores de la candidatura de Sergio Massa. Ahora, viene de tener su mano a mano con el presidente y de participar de la reunión del CFI con los gobernadores de Juntos. Por órdenes suyas, sus diputados van a levantar la mano para aprobar el corazón del modelo de Milei, el RIGI, Ganancias y Bienes Personales. Es un peronismo minero, filolibertario, que el presidente podría exhibir como parte de su conquista ideológica si no fuera porque el FMI y los fondos de inversión le están haciendo un ultimátum. El pacto con la casta tardó tanto que ahora la gobernabilidad cruje por otro lado.

 

El aumento del riesgo país, la suba del dólar en el mercado paralelo y el renacer de la brecha cambiaria son réplicas del staff report del Fondo que le planteó a Luis Caputo un cuestionamiento estructural y le reclamó con urgencia otro diseño económico. Milei y Caputo respondieron como chicos caprichosos que no van a cambiar de manual, pero no encuentran la forma de eludir el castigo. Se agotó la usina de bonos en dólares del ministro de Economía y la brecha complica todavía más la liquidación de los dólares del agronegocio. La deuda en dólares está en niveles rércord, hay que pagar vencimientos y las reservas no alcanzan. No hay ley que llene ese vacío. 

Enamorados de la baja de la inflación, hija en gran medida de la paz de los cementerios, Caputo jura que no va a devaluar mientras busca los dólares que Milei aseguró tener hace un año cuando era todavía el tercero en discordia. El ex jefe de trading de JP Morgan tiene un antecedente que prefiere no mirar, el de su antecesor en el cargo, que también se negó a devaluar como le reclamaba el Fondo y lo terminó haciendo en el peor momento, al día siguiente de las PASO presidenciales. La diferencia es que Caputo, que ya fue ministro con Mauricio Macri, hizo una megadevaluación en el arranque del experimento de Milei y después decidió pisar el dólar en forma que la mayoría de los economistas considera incompresible. Lo dice el informe de Barclays que enfureció a Milei: el gobierno armó una trampa, se metió adentro y ahora no sabe cómo salir. 

Las críticas de las vacas sagradas de la ortodoxia doméstica, desde Miguel Angel Broda y Carlos Rodrirugez hasta Domingo Cavallo fueron superadas por la realidad de un Fondo que pide lo imposible: tipo de cambio único, tasa de interés positiva, más ajuste y que los pobres no lo sufran. En su defensa desesperada, el ministro acusa de devaluadores seriales a los aliados naturales de Milei, casi todos antiguos dolarizadores.

 

La originalidad de Milei, que acusa al Fondo Monetario de haber sido tomado por el Foro de San Pablo, es relativa. Macri acusaba al Fondo de ser peronista, fingiendo olvidar que le habían dado el préstamo más grande de la historia, que representaba en términos relativos 1227% la cuota de la Argentina y más que triplicaba lo aceptado para los créditos Stand-By standard. Bajo la gesitón Lagarde, el FMI hasta violó su propio estatuto para facilitar el endeudamiento récord. Por eso, conoce a Caputo.

Entregado al show y despegado demasiadas veces de la realidad, Milei en el fondo parece conciente de su propia fragilidad. Por eso, se niega a sacrificar la baja de la inflación, lo único que tiene para mostrar en un contexto de recesión brutal y aumento de desempleo y la desigualdad. La tolerancia social está atada a ese dato, lo único que podría conectar con la luz al final del túnel que vende Milei. El poder financiero, en cambio, no se distingue por la paciencia y está escribiendo su veredicto: la primera etapa del show ya se terminó, el ajuste no da para más y el ex panelista tiene que empezar a gobernar. Esa es la encrucijada en la que está metido el gobierno de ultraderecha que cautiva a los trillonarios del mundo. La ley Bases llega tarde. El hada de la confianza vuelve a tener retorcijones.

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