El banco de medicamentos más grande del país le entrega gratuitamente sus remedios a 35 mil personas

El banco de medicamentos más grande del país le entrega gratuitamente sus remedios a 35 mil personas

Creado y administrado por la Fundación Tzedaká, es el único con una base de gestión que combina la labor profesional con la voluntaria. Recibe desde grandes donaciones de laboratorios hasta aportes individuales y su red nacional de distribución está compuesta por 200 organizaciones estatales y de la sociedad civil. Hoy enfrenta el desafío de cubrir muchísima demanda tras la caída de donaciones que sufrió durante la pandemia. Esta semana arranca su campaña anual de recolección de medicamentos en 300 instituciones

Por Ximena Beilin

“En este momento el banco es todo para mí. Aunque tengo un sueldo, pago alquiler. Y como los precios no dejan de subir, no llego a comprar esa medicación que para mí es vital y de por vida, por una enfermedad genética”. Quien habla es Gisela Surmani, tiene 58 años, vive en San Fernando, provincia de Buenos Aires, y llegó a la Fundación Tzedaká, como otras 35 mil personas, porque no podía costearse sus medicamentos. Mediante su Banco Comunitario de Medicamentos (BCM), esta fundación entrega remedios para todo tipo de enfermedades ―siempre con la presentación de la receta― a través de 200 instituciones públicas y organizaciones sociales en 21 provincias, entre las que se encuentran el Hospital Sagrado Corazón de Jesús (Basavilbaso, Entre Ríos), Cáritas Buenos Aires, Fundación León (Tucumán) y Comedor Los Piletones de Margarita Barrientos (Buenos Aires), entre otras.

 

Solo en 2021 se distribuyó medicación gratuita equivalente a 226 millones de pesos (valorizada a precio de venta al público). Por su eficiencia y trayectoria, tiene un convenio de cooperación con la Secretaría de Gobierno de Salud del Ministerio de Salud de la Nación y otro con la Secretaría de Sustentabilidad de la Provincia de Buenos Aires.

Todos los días, profesionales farmacéuticos trabajan junto a equipos de voluntarios para llevar adelante esta tarea, que incluye la recepción de recetas enviadas, la preparación de los envíos, el control, gestión y clasificación de donaciones. Estos procesos son controlados a través de un sistema informático y auditados de forma interna y externa.

“Me encanta venir y ayudar a clasificar, poner los medicamentos en cajas y organizar. Puntualmente, ahora mi tarea es ingresarlos al sistema. A quienes les interese sumarse les diría que esta es una actividad para ayudar a los demás, pero nos beneficia a cada uno de nosotros”. Quien habla es Eva Spector, voluntaria del banco. Tiene 68 años, vive en la Ciudad de Buenos Aires y es docente jubilada.

Tzedaká es una organización de la sociedad civil nacida en 1991 en el seno de la comunidad judía y con programas abiertos a toda la sociedad. Trabaja en las áreas de salud, educación, asistencia integral y capacitación laboral, tomando a la familia como unidad de intervención, con un abordaje integral que busca brindar herramientas de promoción social.

Cómo funciona

“En 1999, con el aumento de la pobreza aparece la necesidad de dar una respuesta más integral y enérgica a la demanda de medicamentos. En ese año nace el Banco Comunitario de Medicamentos, con el objetivo de asegurar accesibilidad a toda persona de la comunidad que estando en situación de vulnerabilidad padeciera una enfermedad crónica”, dice Fabián Furman, director del banco. Tiene 58 años, es farmacéutico y vive en Tigre, provincia de Buenos Aires.

Con el paso del tiempo, la estructura del banco fue creciendo, profesionalizándose y adaptándose a las nuevas necesidades de la sociedad y a los lineamientos estratégicos de la fundación. Hoy entrega medicamentos a lo largo y ancho del país y es un programa abierto a todos.

Está formado por un grupo de 6 farmacéuticos rentados a los que se les suman un área administrativa y una trabajadora social. Además, trabajan más de 120 voluntarios en distintos turnos. A través de un modelo innovador y replicable, transforma donaciones de medicamentos ―muchas veces sin utilidad para el donante― en tratamientos gratuitos con valor social y económico para miles de personas.

Se abastece a través de donaciones de laboratorios, droguerías, farmacias, sociedades médicas, profesionales de la salud, empresas, particulares y otras organizaciones de la sociedad civil.

Siempre contra la presentación de prescripción médica, el BCM entrega medicación a través de dos mecanismos: el Programa de Ayuda Directa, que es la entrega a beneficiarios de los centros de asistencia integral de la Fundación Tzedaká y otras organizaciones comunitarias, y el Programa de Ayuda Institucional, que dona medicamentos a hospitales públicos, centros de salud y organizaciones de todo el país a partir del pedido de un médico responsable de su entrega y gratuidad.

Una de las tantas organizaciones que conforma la red nacional de distribución de medicamentos es la Fundación El Pobre de Asís. “Nuestro trabajo con Tzedaká empezó hace trece años. Nosotros brindamos dos servicios centrales: los centros de inclusión y los hogares de tránsito para personas en situación de calle con discapacidad. En ambos, una de las cosas más importante es el aprovisionamiento de medicamentos para la gente que está enferma. Tenemos médicos que trabajan dentro de la organización, pero si detectamos qué les pasa a las personas, si hacemos el diagnóstico, pero no podemos abordar el tratamiento por falta de remedios, es lo mismo que nada. Es una población a la que todo lo que tiene que ver con farmacia se le torna absolutamente inaccesible. Entonces siempre estuvimos en la búsqueda de donaciones. En un momento conocimos al banco de medicamentos de Tzedaká, que en esta área nos cambió la vida”. Quien habla es Victor Russo, presidente de la fundación. Tiene 64 años, vive en la Ciudad de Buenos Aires y se dedica a la actividad inmobiliaria.

La tarea es enorme, pero está coordinada en distintas fases. El ciclo del medicamento en el BCM empieza con la identificación de necesidades, luego la provisión, el control y la retroalimentación a través de las donaciones.

La clasificación de las donaciones recibidas es asumida por voluntarios en un proceso estandarizado y bajo la supervisión del equipo profesional farmacéutico. Los medicamentos se clasifican por su nombre comercial, forma farmacéutica, dosis y fecha de vencimiento. Los productos en mal estado o vencidos se descartan según las normativas nacionales de tratamiento de residuos patogénicos.

Durante la preparación y control de los pedidos, el equipo de farmacéuticos se ocupa de la organización, verifica las recetas y pone en bolsas individuales los remedios de cada uno de los beneficiarios. En todos los casos se entrega la medicación para un mes completo de tratamiento. Un segundo equipo de profesionales chequea el trabajo que hizo el primer grupo.

Por último, todas las donaciones son gestionadas a través de un sistema propio (sistema de información comunitaria), que fue especialmente desarrollado para tener un control de gestión preciso y garantizar la eficiencia y transparencia en el uso de los recursos.

El BCM también tiene mecanismos internos y externos de control: auditorías médicas específicas para el seguimiento de casos especiales de salud y una auditoría contable externa y permanente por parte de una reconocida empresa.

Los desafíos

Como suele pasar con toda solución a una problemática tan importante, el modelo se enfrenta con algunas dificultades y la primera es el transporte. “La logística es una cuestión complicada porque la fundación no cuenta con móviles propios para distribuir los medicamentos. En especial, al interior del país, donde entregamos a muchísimos hospitales. El requisito es que esos beneficiarios vengan o manden a alguien a retirarlos. Si consiguiésemos una logística para enviar a las provincias, la ayuda podría llegar muchísimo más fácil”, explica Furman.

El otro tema a resolver es el lugar de almacenamiento de los medicamentos. El banco funciona en la sede capital del Club Náutico Hacoaj que cede el espacio, pero no cuenta con un depósito lo suficientemente grande. “Entonces, cuando nos llega una donación grande de un laboratorio, que pueden ser 20 pallets, tenemos la obligación de ingresarlo al club y en 24 a 48 horas liberarlo, que es una tarea faraónica”, cuenta.

“En cuanto a la coyuntura actual, la desocupación, el empleo precario y la pobreza impactan sobre muchos sectores de nuestro país y en el campo de la salud tiene una de sus manifestaciones más evidentes. Alguien que está desocupado accede de manera gratuita a la atención médica en el sistema público, pero muchas veces lo hace en forma tardía por la falta de controles médicos periódicos. Y al recibir una prescripción debe comprarla sin tener una cobertura social ni descuentos. Esta situación se agrava en el caso de personas que padecen enfermedades crónicas como asma, diabetes, hipertensión y otras afecciones, cuya calidad de vida depende de la medicación y su compra se hace imposible o insume un enorme porcentaje del presupuesto mensual de una familia”, explica Furman.

La cantidad de pedidos nuevos que el banco recibe todos los días por parte de organizaciones y personas deriva en el tercero de los desafíos: no está pudiendo atender todos, porque la pandemia afectó el flujo de donaciones que recibía. Después de muchos años de trabajo en consolidar campañas de recaudación, llegaban donaciones de remedios de instituciones, escuelas y clubes de manera permanente. Pero estos espacios permanecieron cerrados o con circulación restringida y la cadena se cortó. Lo mismo sucedió con las donaciones individuales: muchas personas ya no se acercaron.

El BCM nunca dejó de funcionar y de ayudar a las personas durante ese tiempo. Pero hoy la demanda es enorme. “Necesitamos que más personas, empresas, laboratorios y otros actores relacionados con la salud se comprometan en mayor medida para permitirnos seguir abasteciendo a los más vulnerables y evitar el costo mayor que se produce cuando los tratamientos se suspenden”, explica Ruth Heymann, directora de Comunicación de Tzedaká.

Un modelo único

El BCM es el banco de medicamentos más grande del país. Hoy asiste a beneficiarios de la red comunitaria de Tzedaká, población rural y aborigen, personas en barrios de emergencia y situación de calle; desde niños hasta adultos mayores.

“Tenemos varias características distintivas dentro de la Argentina y la región. Somos el único banco de medicamentos del país que trabaja sobre la base de un modelo que combina la labor profesional con la voluntaria”, subraya Heymann. Otra de las herramientas clave es el trabajo en red a partir de las alianzas con las que construyó su red nacional de distribución.

Su gran logro es transformar un bien sin valor para quien lo posee (un remedio que no utiliza) en un tratamiento vital para alguien que lo necesita.

“Tzedaká para nosotros no es una ayuda más. Aunque no lo sean, los sentimos casi como parte de nuestra organización. Su apoyo en la alianza que llevamos adelante es una respuesta que de otra manera nos resultaría tan inaccesible como lo es para nuestra población, que no puede acceder a los tratamientos que necesita. Todos sabemos lo que cuesta cualquier medicamento. No estamos hablando de un antibiótico para una enfermedad de estación o una bronquitis, sino de personas con cuadros crónicos como tanta gente, pero mucho más por estar expuestas a situación de calle”, cuenta Russo.

“En esto, no tener respuesta es bastante parecido a renunciar a la vida, porque son medicamentos imprescindibles en la vida de estas personas ―sigue―. El BCM nos brinda tranquilidad, porque es muy difícil trabajar en la improvisación constante, buscando dónde conseguir tal o cual medicación en forma urgente. Esto es mucho más que la medicación. Esta alianza permite que El Pobre de Asís ponga las energías en todos los demás temas que aborda”.

A quienes llegan al banco por medicación, muchas veces Tzedaká puede ofrecerles participar en otros de sus programas. Este es el caso de Gisela: “La fundación también me sostuvo en un momento muy complicado donde me quedé sin trabajo. Pudo contenerme, enseñarme cómo reinsertarme nuevamente en lo laboral a esta edad y ayudarme a conseguir trabajo”, cuenta.

También, frente a situaciones de emergencias sanitarias por catástrofes climáticas, el banco pone a disposición su estructura. Este año, por ejemplo, colaboró junto con los Cascos Blancos enviando medicamentos a Ucrania.

Arranca la campaña anual

El banco recibe medicamentos todo el tiempo, pero una vez al año lanza una campaña nacional de recaudación, fundamental para abastecerse de stock para atender muchísimos pedidos.

Bajo el lema “Alguien necesita ese medicamento que ya no usás”, desde el 4 hasta el 10 de julio Tzedaká organiza su décimosexta Campaña Nacional de Recaudación de Medicamentos. Durante esta semana, más de 300 instituciones (escuelas, empresas, organizaciones sociales, clubes, templos y parroquias) recolectan las donaciones que luego serán distribuidas en todo el país.

Reciben medicamentos con fecha de vencimiento mayor a 6 meses, en blísteres completos, envases tipo frascos, aerosoles, pomos o ampollas sin abrir y que no necesiten refrigeración.

Todas las personas que quieran sumarse pueden contactarse por WhatsApp al 113103-5159 o al mail salud@tzedaka.org.ar.

También se puede participar con donaciones de dinero destinadas en forma directa a la compra de medicinas para enfermedades como párkinson, diabetes o epilepsia, entre otras.

“Con el aumento de la pobreza y las dificultades de tantas familias para cubrir sus necesidades básicas, los medicamentos son una urgencia”, dice Betina Rosental, directora ejecutiva de la Fundación Tzedaká . “Necesitamos la colaboración de toda la sociedad para dar respuestas a la creciente cantidad de pedidos de ayuda que nos llegan a diario”.

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