Fue a ver a Cecilia Roth y Gustavo Garzón al Coliseo Podestá y pasó la prueba de la grieta: aplausos y fotos al término de la obra. El desafío de la realidad.
Por Juan Rezzano
Axel Kicillof fue como espectador al Teatro Coliseo Podestá de La Plata y terminó como protagonista de su propia obra, a primera vista improvisada, aunque en política y en año electoral siempre es prudente dejar espacio para la duda, antídoto de la ingenuidad.
En una demostración de buenas condiciones atléticas que sorprendió al público que terminaba de ver a Cecilia Roth y a Gustavo Garzón al frente de La madre, el gobernador de Buenos Aires saltó del palco a las plateas para entregarse al circo moderno de las selfies.
La pirueta del gobernador, de la que este portal fue testigo cercano, no pudo tener un escenario más apropiado: el icónico teatro platense guarda como un tesoro, debajo de su sala, la pista de circo donde hacían de las suyas los artistas de la compañía de Pepe Podestá, pionero de la cultura escénica rioplatense y segundo dueño del Politeama, nombre original del Coliseo.
Fiebre de selfies por la noche con Axel Kicillof
Al anochecer de un día agitado que había iniciado en la misa-despedida del papa Francisco, donde debió soportar el sermón por la unidad que descargó sobre la política el arzobispo porteño, Kicillof fue con su esposa, Soledad Quereilhac, a ver la obra de Florian Zeller.
Durante los saludos finales, la V peronista que ensayó Garzón mirando a uno de los palcos reveló la presencia del gobernador, que se quedó con el foco de las miradas.
En el imperio de la grieta, una situación así puede terminar, para una figura política de alta exposición como la del gobernador, muy bien o muy mal. Aplausos y besos o silbidos y hasta algún insulto. Pato o gallareta.
Como le había pasado en este mismo espacio pero con la platea lógicamente amigable reunida para la presentación del excadete Pedro Rosemblat y su troupe de Gelatina, este sábado la obra tuvo final feliz para el mandatario, que no solo es uno de los rostros más notorios de la batalla que libra el peronismo con el gobierno de Javier Milei, sino que a eso ahora le suma la interna feroz que lidera nada menos que con Cristina Fernández de Kirchner, La Jefa sacralizada del kirchnerismo devoto.
También como suele ocurrir, Kicillof se brindó con gusto al ritual de los abrazos, los besos y las selfies haciendo contorsiones desde el palco, hasta que sorprendió con un salto (literal) que, cual frontman de banda de rock, lo depositó en los brazos de sus fans, donde se quedó un buen rato entregado al oficio del líder popular.
El vecino platense Axel Kicillof
Axel Kicillof, Soledad Quereilhac y García Pintos.
Desde que asumió el cargo de gobernador, Kicillof vive con su familia en La Plata, en la coqueta residencia de estilo neorrenacentista flamenco que se levanta a los fondos del palacio de la gobernación, sobre la calle 5, de espaldas a la recién reconstruida Plaza San Martín, que el mandatario empezó a inaugurar el 5 de marzo con su caminata hacia la Legislatura para abrir el año parlamentario en la provincia.
No es extraño ver al gobernador intentando hacer vida de vecino platense. A veces se trata de actividades de diseño, como algunas mateadas en espacios verdes, pero también se permite salir a disfrutar de la prolífica agenda cultural de la capital bonaerense. Este cronista se lo encontró una noche, por ejemplo, viendo a los Babasónicos en el club Atenas -este sábado a la noche, al salir del teatro, pasaría también sin sobresaltos la prueba de una caminata por el centro platense-.
El salto grande de Axel Kicillof
Entrenado en piruetas más difíciles todavía, como las que la interna kirchnerista le obliga a hacer diario, el salto desde el palco pareció espontáneo. Consultado por Letra P, el director del teatro, Alejo García Pintos, negó que la performance haya estado guionada o ensayada.
La duda que quedó flotando en el aire junto al espíritu de don Podestá, que nadie es capaz de despejar por el momento, es si logrará Kicillof, como hizo con el escollo del palco en esta noche de sábado, saltar las vallas que le pone CFK en el camino hacia su protagónico final.
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