En 2018 el Cambiemos pampeano seguirá dividido, pero cada ala sostendrá una estrategia propia para llegar con ventaja a las elecciones del año siguiente.
Son dos caminos: uno del macrismo, el Cambiemos oficial del Pro y sus aliados, que avanza empujado por el resultado de las elecciones del 22 de octubre; el otro el radical, todavía esquivo a la marca, agazapado y buscando sostenerse. Ambos comparten un espacio y a la vez lo disputan, uno a la ofensiva, el otro defendiéndose.
Los que avanzan
El 29 de diciembre el Pro tuvo una reunión encabezada por Javier "Colo" Mac Allister donde se diagramó el año político. Hay una línea que se bajó: el candidato en 2019 lo va a poner el presidente Macri y ya hay un elegido que será "amarillo". Y otras indicaciones: Mac Allister tiene ventaja y no se va a desgastar negociando anticipadamente porque sabe que el radicalismo lleva cualquier entendimiento hasta último momento. La rosca y el internismo alimentan la lógica de esa estrategia.
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"¿Con quién vamos a hablar si están todos divididos?", se pregunta uno de los operadores del Pro sobre el radicalismo. La UCR pampeana está fragmentada y a la defensiva. Tiene una estrategia general que se diluye en las tácticas sectoriales. El objetivo general es intentar fortalecerse frente a Cambiemos-Pro para enfrentarlo o negociar en mejores condiciones en 2019. Pero esto choca, y se contradice, con los movimientos sectoriales, ya que cada tribu intenta posicionarse y fortalecer frente al macrismo, pero también frente a los otros radicales. De ahí las puestas en escena con el escudo de la UCR. El aferrase a una identidad partidaria pulverizada por la marca Cambiemos achica más de lo que suma, pero al menos contiene algo de lo propio.
La fractura y las tribus
En la UCR hablamos de tribus y no de líneas porque ninguna tiene ni un dirigente indiscutido ni poder hegemónico sobre las otras. Ya no hay colores, solo apellidos. No hay territorios amplios sino alianzas personales. Los Altolaguirre y Berhongaray en Santa Rosa, Francisco Torroba con sus seguidores, Juan Carlos Marino con sus punteros, Daniel Kroneberger y sus intendentes amigos, y después cada dirigente local.
El mapa está salpicado de referencias, pero nadie predomina. La bancada de diputados provinciales del Frepam muestra esa división de sectores en los que unos bloquean a los otros, aunque esa discusión quede puertas adentro. Sus dirigentes están desarticulados, divididos y desorientados.
En ese mar de intereses, hay algo claro: hay una línea que fracturó en dos y reagrupa esos sectores, una con el eje Torroba-Kroneberger, el otro Altolaguirre-Berhongaray-Marino. De uno y otro sector se espera que se lancen en cualquier momento, más tarde o más temprano, precandidatos a gobernador.
El partido los identifica y agrupa, pero hacia adentro el radicalismo es tan heterogéneo como difuso. En cada mitad en la que está dividido conviven diferentes islas. Quedan pocos que no quieran Cambiemos, aunque lo hagan con algún malestar y con críticas más o menos veladas. Otros directamente ya juegan, fatalistas, de lleno a una alianza con el Pro. Muchos miden cuándo será el momento de consolidar la alianza provincial, porque saben que una vez adentro pueden ser devorados por ese monstruo nacional del que son una parte pero no los dueños, o porque no quieren convivir con los macristas actuales.
Un paraguas y los caminos
Algo está en claro. El radicalismo pampeano sabe que es parte de Cambiemos, pero va a posponer esa definición en defensa propia a esa convivencia forzada. Pero hay un tren en marcha y se va quedando atrás. Quienes quieren mostrar un juego distinto quedan presos de las contradicciones, como el presidente de la UCR pampeana Hipólito Altolaguirre afirmando que no hubiera apoyado la reforma previsional. Es el titular del partido cuyos legisladores lo hicieron. Solamente los sectores periféricos, sin responsabilidades ni cargos, buscan diferenciarse.
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