En los primeros cuatro días, fueron demoradas casi 1.000 personas. El último fin de semana hubo un notorio acatamiento a la ley. Especialistas explican los motivos.
“Vamos a ser inflexibles”, reiteró Alberto Fernández cada vez que le consultaron por la rigurosidad con la que actuaría el Estado ante un caso de violación de la cuarentena obligatoria. Mismo argumento utilizó la ministra de Seguridad nacional, Sabina Frederic, y su par porteño, Diego Santilli. En la Ciudad de Buenos Aires, la prédica del Presidente surtió efecto: en los primeros dos días del confinamiento, más de 500 personas fueron demoradas por intentar burlar la ley; el martes 31 de marzo, ese número decayó a 37.
Según datos oficiales de la administración porteña, el viernes 20 de marzo, primer día en el que se implementó el aislamiento social, preventivo y obligatorio, ingresaron 253 denuncias al Ministerio Público Fiscal por incumplir el mandato gubernamental. El sábado 21 de marzo, la negligencia de los habitantes de la Ciudad fue mayor: 285 personas infringieron el DNU promulgado por Fernández.
La mayoría de los ciudadanos fueron acusados de transgredir el artículo 205 del Código Penal, vinculado a la violación de medidas contra epidemias. Pero, además, siete personas por día en CABA -en promedio- se resistieron o desobedecieron a la autoridad competente, infringiendo el artículo 239 del Código Penal.
El primer fin de semana dejó un saldo rebelde. El domingo 22 de marzo, fueron notificadas 211 personas, mientras que el lunes 23 de marzo la cifra apenas bajó a 200. El martes 24, feriado por conmemoración del 44° aniversario del inicio de la dictadura militar, 147 porteños se vieron en infracción ante la Policía de la Ciudad.
Con la vuelta a la rutina, la idiosincrasia transgresora del argentino volvió a aflorar. El miércoles 25 de marzo fueron denunciados 182 individuos y el jueves 26 de marzo, 167. Recién el viernes 27 de marzo, una semana después del comienzo del confinamiento, los guarismos bajaron radicalmente: 108 personas quebrantaron el DNU aquel día.
Pero en los últimos días de la cuarentena obligatoria por coronavirus, el descenso de las multas fue marcado y, paulatinamente, la curva de ciudadanos que circulaban por la vía pública sin justificación alguna se aplanó. El número fue siempre menor a los tres dígitos y el martes 31 de marzo apenas 37 porteños fueron retenidos por las fuerzas de seguridad.
El Canciller se comunicó con tres psicólogos para intentar comprender cómo funciona el concepto de autoridad en la conciencia de los individuos y todos coincidieron: el ser humano es transgresor por naturaleza.
“Para la psicología, nosotros tenemos incorporado un super-yo que desde chicos nos imponen como ‘leyes autoritarias’, normas que uno tiene dentro. Cuando eso se traslada a la calle, al principio descreemos de que la autoridad nos pueda detener porque no es a lo que estamos acostumbrados. En este contexto, hubo una presencia real de la autoridad en los barrios que paulatinamente funcionó para que la gente deje de salir”, explica Reinaldo Negrello (M.N. 15890).
“Un mecanismo habitual del ser humano es que aparezca la negación cuando hay un riesgo grave. En este caso, a que nos podamos enfermar. Respecto a la autoridad, lo más natural es la transgresión. Y en ese camino de desestimar la ley, entra la negación. Si al ser humano le decís que no puede hacer algo, lo va a intentar. El primer acto, el impulso, va a ser quebrantar la norma”, sostiene Jorge Ceballos.
“El desafío más grande es colectivo, y creo que aún nosotros no lo adquirimos. En general, en la humanidad prima el individualismo, el egoísmo, y la ley se tiene que interponer porque al ser humano no le sale pensar de manera colectiva cuando algo no le afecta. Toma conciencia cuando lo afecta individualmente“, enfatiza, y agrega: “También existe cierta cultura infractora del argentino que no responde a lo normativo. En Japón, difícilmente la mayoría vaya a hacer algo que no corresponde hacer, nosotros estamos parados en el otro punto“.
Por su parte, Marina Guingold (M.N. 15351) asegura que atiende personas muy transgresoras y que la noción de autoridad, en la actualidad, está muy deslegitimada. “Hay una referencia a la ley en este caso, que creo que se respeta. Muchos de mis pacientes me dicen que fueron interpelados por el Presidente. No creo que la merma en las denuncias haya sido por temor a la autoridad. Muchos me comentaron que la figura del Presidente les evocó un rol paterno, que los cuidaba”, cierra.
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