A la vera de la Autopista Buenos Aires – La Plata, de punta a punta, miles carteles publicitarios bombardean la visión de los automovilistas. Ni lentos ni perezosos para hacer campaña, los políticos encontraron allí un terreno fértil para emplazar sus gigantografías. De la mano, arribaron mecanismos oscuros de escrache.
Millones de pesos gastan los partidos en cartelería y pintadas a lo largo de la Autopista. También está el presupuesto en negro para mantener los paredones. El botín que hay detrás generó disputas de todo tipo: un día pintan unos, al siguiente los otros; un día se instala un inmenso cartel, al otro lo escrachan.
Los grupos que son contratados por aquellos trabajos, se enfrentaron en varias ocasiones en la calle. Cuando se cruzan realizando sus tareas, guerras campales detonan por el espacio y el botín que hay de fondo.
El camino desde la ciudad de las diagonales hasta el peaje de Hudson se convirtió en tierra de nadie, de disputas políticas y escraches. La policía, en plena connivencia, hace la vista gorda.
“La relación entre estos grupos y las fuerzas es evidente. Mientras están pintado, pasan los patrulleros y saludan como si estuviesen arreglando una plaza”, denunció un vecino de Villa Elisa en diálogo con NOVA.
Por más que existieron varios decretos que evidenciaron la emergencia vial y propusieron prohibir las publicidades en rutas, caminos y autopistas con carteles y gigantografías que distraen a los conductores, el botín que hay detrás de la publicidad es más importante que las miles de muertes por accidentes de tránsito.
Cuando las palabras y los hechos no alcanzan para convencer a los ciudadanos sobre cuál es el mejor camino para nuestra Argentina, en algunos sectores surge la impotencia y la peor cara de la política: la violencia y la corrupción.
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