Atlético voló con una capa hecha con gloria

Atlético voló con una capa hecha con gloria

La despedida y el apoyo que recibió el plantel antes de salir de la provincia y de aterrizar en Buenos Aires fue, para los jugadores, como una caricia al alma.

En ese lugar de paso, donde los aviones van y vienen depositando alegrías o tristezas, Atlético despega después de un abrazo de gloria de su gente. Es el último empujón de aliento en vivo entre protagonistas y fanáticos. Es la despedida y el “gracias” de cientos de hinchas que piden el título. Es que el ascenso a Primera es eso, un título, la final ganada de un Mundial. Para Atlético, Huracán será Brasil y Atlético la selección argentina mañana cuando se crucen en Mendoza.

Y lo que genera el equipo ya en el aire también se asemeja a lo que Messi y compañía crean cuando están cerca de seres ordinarios, terrenales. Un contingente de un banco internacional con sede en Tucumán arma la fiesta. A las chicas, los chicos las embroman y les dicen botineras. Máxima, a secas, es la primera en pasar por el pasillo de los aplausos y silbidos. Sus amigos la cargan. A ella no le importa. Está lejos, en los primeros asientos y los jugadores, con quienes quiere una foto para la posteridad se ubican de las alas del pájaro de acero hacia atrás. No hay paz a varios miles de pies de altura. La turbulencia es un empujoncito a la vida. Nadie la sufre.

Y las llamadas botineras, pero de buena onda, encuentran al cantante que desvela a sus maridos con cada estribillo de gol. Buscan a Luis Miguel, pero no al de México sino a Rodríguez. Pasa una, dos, tres, todas felices y contentas. Tienen la foto, y siguen a la caza del resto de esos ídolos que reconocen por datos aportados en vivo por sus compañeros de laburo.

Juan Manuel Azconzábal no la pasa muy bien. Hay mucho barullo. El DT prefiere paz y concentración. Igual, es un viaje descontracturante, ameno, de mucha charla. Porque todos se prenden para la foto o el autógrafo. Hasta un “azafato” medio mala onda, que discutió de pe a pa en buenos términos con Cristian Menéndez por la posición de su butaca, antes del despegue y al momento de aterrizar, se suma a la movida.

El capitán de la nave es un crack. Te hace olvidar la demora de 20 minutos en el Jardín. El hombre afinó las turbinas y literalmente voló como montado en un rayo. Fue en un abrir y cerrar de ojos que los pasajeros se dieron cuenta que ese mapa de luces brillantes era Buenos Aires y que cada segundo que pasaba las pequeñas luciérnagas cambiaban de forma hasta convertirse en monstruos de cemento.

El muchacho que se pasó el viaje entero haciendo firmar la camiseta del “decano” se fue tan feliz como si a su derecha hubiese estado sentado el Diego y a su izquierda Lionel. Ganó el amigo, pero, tal como soñó despierto, espera que sus ídolos regresen con toda la gloria de Mendoza.

Por lo pronto, en esta noche que busca la madrugada del sábado, es hora de descansar. Dentro de unas horas será otro despertar. Habrá un nuevo check in y una nueva despedida en otra pista donde van y vienen los aviones que dejan a su paso otra historia que contar.

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