El presidente contribuyó al discurso anti K de Schiaretti, que tiene cuatro votos claves para llegar a una mayoría. El poroteo.
Alberto Fernández profundizó su enfrentamiento con el gobernador Juan Schiaretti después de pedir que Córdoba se integre al país y dificultó la aprobación del presupuesto de 2022, que el ministro de Hacienda Martín Guzmán envió a Diputados el 15 de septiembre pero todavía no fue a exponer
No lo invitaron entre otras cosas por las diferencias que mantiene con Máximo Kirchner sobre la negociación con el Fondo Monetario Internacional. Además, llegaron decenas de reclamos de los gobernadores, como el de aumentar los subsidios para el transporte automotor, y hasta evalúan pedirle a Guzmán una adenda con correcciones para iniciar el debate un poco más avanzado.
Pero los cruces internos quedaron en un segundo plano ante un nuevo problema que podría arruinarlo todo: a la fecha, el Frente de Todos no tiene los votos garantizados para aprobar el presupuesto. Y como el 10 de diciembre la composición de la cámara baja será aún más desfavorable, la posibilidad de llegar a fin de año sin la sanción de la ley no es del todo descabellada.
Fue lo que sucedió en 2010, cuando Cristina Kirchner tuvo que prorrogar el presupuesto de ese año para ejecutarlo con las ampliaciones de partidas de cada área. Tampoco hubo sanción del de 2020, porque Alberto desechó el enviado por Macri y no escribió otro. Prorrogó el anterior y lo fue corrigiendo por partes, a través de un decreto que le devolvió al jefe de Gabinete la facultad de reasignar partidas a gusto. Sigue vigente.
Si bien a priori con esa herramienta quedarse si ley de presupuesto podría tratarse de un problema operativo, no sería la mejor señal para la negociación con el FMI que apuntala Guzmán y la semana pasada tuvo varios capítulos durante la gira presidencial por Roma.
El año pasado, Schiaretti le garantizó las leyes económicas a Alberto con sus cuatro votos. Si no los aporta para el presupuesto, necesitará aliados sueltos como el salteño Zottos, quien ya negoció más fondos para la Universidad de su provincia.
Pero lo cierto es que sin los cuatro diputados controlados por Schiaretti, el Frente de Todos no la tiene fácil alcanzar a una mayoría disciplinada que le permita votar una versión del presupuesto aceptada en la Rosada. Y no puede arriesgarse a que una eventual mayoría opositora reescriba el texto cuando se debata artículo por artículo.
En las charlas de referentes del oficialismo hace quince días, cuando hubo sesiones en las dos Cámaras, el escenario de no tener el número para aprobar el presupuesto empezó a estar sobre la mesa. Y la radicalización de Schiaretti lo visualizó aún más.
El Frente de todos tiene 120 diputados propios (entre ellos José De Mendiguren, que está de licencia), pero cuenta con la ayuda habitual de los 6 de Unidad Federal para al Desarrollo, presididos por el mendocino José Luis Ramón.
En esa cuenta entran rionegrinos y misioneros, cuyos gobernadores tienen una lista de demandas para acompañar. Pero al menos no son confiables para la Rosada si llegan a un acuerdo.
El problema mayor del Gobierno es que no la tiene fácil para conseguir los 3 o 4 que faltan para el quórum propio. El año pasado lo tuvo con los cordobeses, quienes facilitaron el presupuesto, las moratorias impositivas, la quita de coparticipación a la ciudad y la reforma previsional. A cambio, Schiaretti se aseguró varios beneficios como avales para negociar la deuda o asistencia a su siempre deficitaria caja previsional.
Pero aún con esas retribuciones, al electorado cordobés le cayó mejor el antialbertismo explícito de Luis Juez, quien tras ganar las primarias de Juntos por el Cambio para elegir la lista de senadores, el domingo se impondría con holgura ante Alejandra Vigo, al esposa del gobernador.
Molesto con ese escenario, "el Gringo" se cargó la campaña electoral al hombro: juntó a los intendentes en su despacho para avisarles que mirará con lupa la cosecha de votos en cada distrito y salió al ruedo con un antikirchnerismo feroz, que este domingo tuvo un capítulo tras la desafortunada frase de Alberto sobre Córdoba.
Los diputados de Schiaretti lo acusaron de "unitario" y Juez no se quedó atrás: amenazó con "cagar a trompadas" al presidente. En este clima no será fácil que el ministro del Interior Eduardo "Wado" De Pedro ablande al gringo y lo lleve a votar el presupuesto con el riesgo de ganarse un título negativo entre los suyos.
Y el resto del recinto no está tan fácil para negociar. Podría sumarse la neuquina Alma Sapag, pero el trío de lavagnistas (Alejandro Rodríguez, Jorge Sarghini y Graciela Camaño) no dudarían en pedir modificaciones o sacar del freezer proyectos cajoneados si su aporte resulta decisivo.
En el oficialismo siempre tienen algún esperanza en el riojano Felipe Álvarez y el santacruceño Antonio Carambia, con mandato hasta diciembre. Ambos provienen de Cambiemos, suelen amagar por no siempre ayudan.
También deja su banca el salteño Andrés Zottos, otro voto a buscar en el oficialismo si las papas queman y que empezó a hacerse valer: fue recibido por el ministro de Educación Jaime Perczyk, y le garantizó aumentar los fondos para la Universidad Nacional de Salta. Pero los números tan finos son un riesgo para el Gobierno y por eso el año pasado siempre cerró a los 4 cordobeses para llegar sin apuros. Esta vez no es tan fácil.
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