Ya no es un secreto para nadie que el presidente del Concejo Deliberante tiene serias diferencias con su bloque. Cuenta a quien quiera escuchar que el bloque radical tiene la conformación más pobre desde que comenzara la gestión de Miguel Lunghi. Días atrás se vivió una tensa situación en Labor Parlamentaria.
Juan Pablo Frolik no esconde su desagrado con el bloque oficialista. Entiende que no tiene conducción y que la (in)capacidad política de sus integrantes roza la nulidad en el mejor de los casos. En el peor, terminaría siendo dañina para el mismo Gobierno.
En la sesión especial del 24 de marzo quedó al desnudo la fractura. Los integrantes del bloque no querían hacer la sesión que había pedido el Frente para la Victoria para conmemorar el Día de la Memoria. Están hartos de que les “enrostren” las leyes de punto final y obediencia debida del alfonsinismo y la recuperación de los juicios en la etapa Kirchner.
Pero Frolik decidió privilegiar la historia del radicalismo para con los Derechos Humanos y convocó a la sesión, pese al rechazo de los propios. El 24 por la mañana se lo vio al intendente Miguel Lunghi en el recinto. Extraño. Nunca va al recinto salvo en las inauguraciones de las sesiones ordinarias y menos que menos si lo debe hacer en calidad de oyente.
Aseguran que fue necesaria la presencia de Lunghi para encolumnar la tropa que se le había revelado a Frolik. Algunos amenazaban con no presentarse a la sesión como finalmente hizo Claudio Ersinger (PRO). Pese a todos los recaudos de Frolik y la presencia policial de Lunghi, los concejales radicales casi transforman la sesión en un escándalo. Primero, Adolfo Loreal, enfrentándose a los familiares de los desaparecidos; luego, Carolina Gutiérrez levantando la mano para salir a defender a su compañero de bancada que recibía críticas a mansalva.
Frolik terminó interrumpiendo la sesión con un aplauso improvisado para evitar que siguieran hablando sus correligionarios. Temía quedar atrapado en una historia de la infamia. Horas después de esa sesión habría llamado a concejales opositores y representantes de los Derechos Humanos para pedir disculpas. Había quedado avergonzado por sus propios compañeros de bancada.
Semanas más tarde salió a desmentir a la presidenta del bloque, Mery Fuentes, por el aumento del boleto. Retrucó a su propia correligionaria que el aumento del boleto era una decisión política y no una mera adecuación a un estudio de costos.
En la jornada previa a la sesión donde se ratificó el aumento, Frolik hizo enfurecer a Fuentes. La concejal llegó tarde a la sesión de Labor Parlamentaria y no tenía orden del día impreso. Frolik ya había empezado a repasar los temas y a clasificarlos para su tratamiento.
Pese al ingreso de la dama radical, Frolik siguió repasando los expedientes como si nada. “Asunto 3425…, asuntos 4567…”. Mery Fuente pidió un minuto para obtener un orden del día y seguir el temario. Nada. Frolik seguía sacando carpetas de un sitio para ponerlas en otros. “Asunto 6784.., asunto 456…”. Mery Fuente empezó a los gritos. Pedía que Frolik parara hasta que ella no obtuviera el orden del día. La crispación de la ex consejera escolar es recordada hoy por los testigos de esa jornada.
El resto de los concejales quedó atónito. Nadie sabía cómo interpretar la situación: broma o venganza… o ninguneo. A esta altura el hombre de confianza de Miguel Lunghi y siempre presente como posible sucesor del pediatra parece tener más motivos de broma con los opositores que con los propios. Por su parte la oposición dice que los temas de fondo no se pueden tratar en las comisiones por falta de “vuelo político” y asegura que se terminan resolviendo en Labor Parlamentaria con Frolik como único interlocutor..
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