Por Claudio AliscioniJuró su cargo ante la presencia de mandatarios extranjeros, sin el reconocimiento de la oposición. Hubo tensión cuando, durante su discurso, un desconocido saltó al estrado. El acto fue seguido de un gran desfile cívico-militar.
El presidente electo de Venezuela, Nicolás Maduro, juró ayer su cargo con al menos veinte mandatarios extranjeros como testigos, pero sin el reconocimiento de la oposición ante las dudas surgidas sobre el resultado electoral que le dio el triunfo en los comicios del último domingo.
Junto a un enorme retrato del fallecido Hugo Chávez, Maduro –de traje oscuro y corbata roja– cumplió el trámite en una ceremonia en la Asamblea Nacional (Parlamento) a la que sólo asistió la bancada oficialista, seguida de un impresionante desfile cívico militar en el centro de Caracas.
Diosdado Cabello, jefe del Legislativo y el rival de Maduro en la interna del movimiento chavista, fue el encargado de colocarle la banda presidencial junto a María Gabriela, una de las hijas de Chávez. Luego, el nuevo jefe de Estado se comprometió a construir una patria “independiente y socialista” y llamó al diálogo a la oposición, a la que sin embargo dirigió durísimas críticas en un largo discurso inaugural.
Mientras el presidente juraba, afuera, en los barrios opositores de la ciudad, miles de venezolanos hacían sonar sus cacerolas como manifestación de descontento por el ascenso de Maduro al poder en medio del cuestionamiento de la oposición, que ha pedido el recuento de todos los votos ante la escasa diferencia que logró el candidato chavista ante su rival, Henrique Capriles.
Maduro obtuvo unos 260.000 sufragios más que el opositor sobre un total de 15 millones de votos válidos. En la noche del jueves, a horas de la jura, el Consejo Nacional Electoral admitió la auditoría de todos los sufragios, tal como reclamaba la oposición, lo que aplacó el clima de crispación y enfrentamiento.
“Juro por esta Constitución aprobada en 1999, hoy 19 de abril por el legado eterno de nuestra libertadores, por Cristo redentor, por el poder del pueblo, por la memoria del comandante eterno que cumpliré y haré cumplir la Constitución y las leyes para continuar construyendo la patria de felicidad y socialista”, dijo Maduro quien dedicó buena parte de su discurso inaugural a alabar la memoria de Chávez, a ponderar los avances en salud y atención social “gratuitas” durante el chavismo y a atacar a la oposición venezolana. El mandatario también aludió a la presencia de la presidenta argentina Cristina Kirchner, cuya persona y gobierno fue objeto de varias partes del discurso inaugural de Maduro.
La palabra del presidente fue interrumpida al inicio por un hombre que salió imprevistamente del público, tomó el micrófono y alcanzó a decir: “Nicolás, yo me llamo Yonder, ayúdame por favor ...”. Tres custodios lo sacaron el lugar. Tras un breve corte de la señal de TV que transmitía el acto, Maduro declaró superado el incidente y lo atribuyó a “un compañero”, con quien dijo que después hablaría. Pero, sin embargo, se quejó públicamente de su seguridad: “Tienen que cuidarme. Me pudieron haber dado un tiro aquí’’, afirmó.
Maduro, 50, es un ex sindicalista del gremio del subte. Fue ungido por Chávez como su sucesor en diciembre, poco antes de partir a Cuba para operarse por cuarta vez de un cáncer, que al final acabó con su vida el 5 de marzo.
Pese a los cuestionamientos de la oposición, toda Latinoamérica, excepto Paraguay, avaló la victoria de Maduro, en tanto que, sin reconocer el resultado de la elección, Estados Unidos apoya un recuento de votos, aunque el jueves abogó por que no se “cierren las puertas” entre ambos países.
El presidente inicia su mandato muy debilitado, al sacar al menos un 10% menos de votos que el previsto por todas las encuestas y contando con el aparato chavista. Unos 600.000 votos propios apoyaron a Capriles, que hizo la mejor elección de su sector en la historia y ha quedado convertido como el gran líder de la oposición.
Maduro deberá hacer frente a graves problemas económicos y sociales tras 14 años de chavismo. En particular, el desabastecimiento de alimentos, una inflación del 30%, el alza del desempleo, una deuda pública que crece y equivale al 50% del PBI, una producción petrolera en baja, y los efectos devastadores de una doble devaluación que, desde febrero, le quitó el 80% del valor a la moneda local.
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