Conocedor de los golpes de efecto, el editor australiano anticipó que habrá nuevas filtraciones. También se mostró abierto a una negociación que permita destrabar su situación de virtual prisionero en la Embajada de Ecuador en Londres.
Desde Londres
En un regalo prenavideño a gobiernos de todo el mundo, el fundador de Wikileaks, Julian Assange, salió al balcón de la embajada ecuatoriana en Londres, donde se encuentra asilado desde junio, para prometer que en 2013 daría a conocer un millón de nuevos documentos confidenciales. A una centena de seguidores en la helada noche londinense y a decenas de cámaras televisivas y flashes fotográficos del mundo, Assange dijo que no se dejaría intimidar por la campaña en su contra. Al mismo tiempo, se mostró abierto a una negociación que permita destrabar su situación de virtual prisionero en la Embajada de Ecuador. “La puerta está abierta y permanecerá abierta para cualquiera que desee usar los canales normales para hablarme o garantizar mi salvoconducto a Ecuador”, dijo Assange.
La aparición pública de Assange echó por tierra los rumores sobre graves problemas de salud a causa del encierro y dio nuevas alas a los que hablan de su posible candidatura al Senado australiano en las elecciones de 2013 por el Partido de Wikileaks. El mensaje coincidió con el sexto mes de su encierro en la embajada ecuatoriana y le permitió ganarle de mano a la tradicional alocución navideña de la reina Isabel II. El contenido no podía ser más diferente. El periodista australiano de 41 años acusó al Pentágono de lanzar una campaña contra su persona y su organización, que el Ministerio de Defensa estadounidense ha calificado de criminal. Al mismo tiempo que apuntaba a los enemigos, Assange reivindicó a sus amigos. “Hace seis meses que entré en este edificio que se convirtió en mi casa, mi oficina, mi refugio. Agradezco al gobierno de Ecuador y a su pueblo el apoyo que me han ofrecido”, dijo.
La embajada-oficina no parece haber afectado su legendaria capacidad laboral. En su cautiverio ecuatoriano-londinense, el periodista australiano trabaja unas 16 horas diarias y escribió un libro –Ciberpunks: la libertad y el futuro de Internet– que le permitirá seguir en ese lugar que lo cautiva: el centro del ring. La libertad de prensa fue el eje de los 12 minutos que duró su mensaje desde el balcón de la embajada. Assange pidió la liberación del soldado Bradley Manning, a quien comparó con periodistas que han luchado por la libertad de prensa en todo el mundo. “Es solo por la revelación de la verdad que sostenemos los cimientos de nuestra civilización. Cuando nuestros medios son corruptos, cuando nuestros académicos son tímidos, nuestra civilización se desdibuja”, señaló Assange.
El mensaje es otra manera de recordar al mundo que continúa en el limbo diplomático-político. Ecuador le ha concedido asilo, el Reino Unido no se lo ha reconocido y Assange necesita que el gobierno británico le garantice un salvoconducto al aeropuerto para poder viajar a Ecuador, algo que el canciller William Hague ha jurado que jamás hará. El Tribunal Superior de Londres convalidó en abril la entrega de Assange a las autoridades suecas, que buscan interrogarlo por dos supuestos casos de abuso sexual, y la Corte Suprema británica rechazó en junio de forma unánime la reapertura del caso.
La ley europea de extradición obliga al gobierno británico a proceder con el arresto y extradición de Assange. El australiano alega que puede prestar testimonio ante la Justicia sueca desde la embajada y que el célebre caso presentado por las dos mujeres (A y B en la jerga legal) es una oscura maniobra para que, una vez en Suecia, lo extraditen a Estados Unidos, que dejó en claro que quiere su cabeza desde que en 2010 Wikileaks difundió mensajes clasificados sobre la guerra en Irak y Afganistán.
Comentá la nota