Se va dibujando en un horizonte no tan lejano la aspiración de los referentes de la UCR provincial con vista a la lucha por las elecciones del 2023.
En la carrera a la gobernación suena prematuro que se haya corrido de escena por su cuenta el diputado nacional y neurocientífico, Facundo Manes. El hombre nacido en Salto respira y exhibe todos los atributos de quien supo configurar un resurgimiento del radicalismo y que le dividió poder. Obviamente no lo hizo sólo, pero recae en él una suerte de personificación de esa meta consolidada y que se muestra en todos aquellos territorios del interior donde ganó las primarias contra los rivales “amarillos”.
Manes mantiene su voluntad de jugar un pleno con la mirada puesta en la Casa Rosada y cree tener un fuerte apoyo en un gran sector del radicalismo provincial, comenzando por el oficialismo que representa en el comité provincia el diputado provincial, Maximiliano Abad, quien paulatinamente va también descubriendo sus cartas personales.
Antes que él, aparecen en escena dos contendientes que pretenden una coronación en el sillón de Dardo Rocha y volver a colocarse el traje de gobernador. De concretarse, se repetiría la posibilidad de un mandatario radical después de casi cuarenta años, cuando asumió Alejandro Armendáriz.
La cita viene a colación porque su nuera, la diputada provincial Alejandra Lordén –casada con el ex diputado provincial, Alejandro Armendáriz hijo– se estaría posicionando para un inminente lanzamiento a esa carrera.
Un poco impulsada por la línea que lidera el ex vicegobernador, Daniel Salvador, Lordén medita en su despacho legislativo y en los pasillos políticos sus fortalezas y debilidades, pero consolidadas en la confianza del mencionado sector integrada por la mayoría de intendentes, concejales y legisladores provinciales. Esa estructura de correligionarios le garantiza, al menos, un mínimo despliegue territorial como para que los rivales “dejen de hacer la plancha”, como se suele decir en estos casos.
Quienes conocen a Salvador –presunto mentor de esta candidatura- sospechan que es una clara jugada para empezar a negociar y que quizá resulte igual de simpático ser parte de una fórmula con un correligionario radical o del Pro.
Más allá de todo, el protagonismo de la dirigente va creciendo. Es una suerte de revancha para su historia personal. En el cierre de las listas para las PASO estuvo a minutos de ser una candidata a diputada nacional, pulseada que perdió a manos de otro sector que, en aras de un acuerdo amplio, impulsó a la hoy legisladora de Evolución, Danya Tavela.
Otro dirigente que nunca dejó de blanquear idénticas aspiraciones a la gobernación es el intendente de San Isidro, Gustavo Posse. Representó en la última interna el 49 por ciento del voto de los afiliados, aunque muy poco se sabe de cuánto ha retenido de esos apoyos.
Fue abandonado por las huestes de Evolución de Martín Lousteau y Pablo Domenichini, quienes juegan su propio juego con estridencias y sin muchos protocolos diplomáticos. No obstante, quedó en buenos términos su relación con otros dirigentes tradicionales como Federico Storani y Juan Manuel Casella, aunque estos últimos decidieron jugar periféricamente o no comprometer la candidatura de Facundo Manes. Como es sabido, Posse apostó todas sus fichas a la postulación del dirigente del Pro, Diego Santilli.
Cuando muchos resaltan sus desventajas de ser una menguada minoría dentro del radicalismo, desde su entorno sacan a relucir su condición de único hombre de Alem con acreditada fortaleza en el Gran Buenos Aires. En su San Isidro natal viene gobernando desde hace veinte años tomando la posta que dejó su padre Melchor. Allí nunca pudo hacer una cabecera de playa el peronismo y el único que pudo estremecerlo, por así decirlo, fue una apretadísima diferencia con Guillermo Montenegro, quien por 2015 jugaba sus primeros tiempos como candidato antes de seguir el derrotero que lo llevaría al status de lord mayor en Mar del Plata.
En tanto, Maximiliano Abad tiene una participación natural en esta conversación, quien ganó la interna de marzo del año pasado contra Posse y que hoy ostenta la condición de presidente del comité provincia. Para ello, hay que tener en cuenta que accedió tras conformar una alianza con el salvadorismo, con el sector del ex diputado nacional Carlos Fernández y otras líneas.
Abad tiene no sólo las llaves del principal comité partidario, sino también la lapicera para la conformación de futuras listas de postulantes. Puede generar una fuerte y contención hacia los intendentes de su partido, con los cuales se garantiza un fluido diálogo y una intensa negociación.
En su rol de integrante de la mesa de Juntos por el Cambio, puede habilitar o deshabilitar expectativas de potenciales candidatos y, a la vez, puede cotizarse ante los suyos como un “primum interpares” con creciente liderazgo.
Para consolidar un liderazgo y abrazar un status de candidato a gobernador profundiza su trabajo de posicionamiento que comenzó con el famoso acto en el microestadio de Ferrocarril Oeste, cuando convocó a millares de correligionario de toda la provincia para hablar de la nueva UCR del siglo XXI.
Optimismo no le falta, dicen en sus cercanías, sobre todo teniendo en cuenta que, de sus inicios como concejal referenciado con el mendocino Ernesto Sanz, supo progresar en el plano partidario y legislativo en muy pocos años, hasta convertirse en aquél que pudo amalgamar una coalición que hoy lo tiene en la máxima investidura partidaria.
Abad sabe que cuenta con tiempo –aunque limitado- para intentar su partido más importante. Cree contar con espacio suficiente para tejer pequeñas alianzas con distintos sectores y sobre todo conversar con el salvadorismo.
Durante todo el 2022 el hombre radical de Mar del Plata se ve con confianza extrema para iniciar y consolidar una tendencia que lo tenga, al menos, como protagonista de una final, la cual puede ser en modo de primarias, compitiendo contra el Pro o avanzando en una fórmula que traiga, eso sí, un reconocimiento importante de hombres y mujeres radicales en las listas de cargos electivos.
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