Por Pablo Sirvén
Hacía mucho que un artista no era centro de sentimientos tan contrapuestos. En la semana que pasó Miguel del Sel fue el nombre que más se repitió dentro de las urnas de las bochornosas PASO de Santa Fe. Jugando para la camiseta de Pro desplazó a la gobernante alianza entre socialistas y radicales y dejó más atrás, como deslucido actor de reparto, al candidato del Frente para la Victoria. Del Sel vuelve a las fuentes de su primer éxito: en su provincia, precisamente, acunó el suceso, que después fue nacional, del trío humorístico Midachi, que integró con Dady Brieva y el Chino Volpato.
El perfil de cómico populista, con desbordes chabacanos, del que Del Sel no puede ni, probablemente, quiera prescindir del todo reaparece muy seguido cuando abre la boca en sus recorridas proselitistas, lo que causa cierto sarpullido elitista, en particular, entre los fans del gobierno nacional. A pesar de que Del Sel quiere disolver ese prejuicio con cierta ingenuidad cuando se parapeta en el frágil argumento de que está haciendo "cursos", en las redes sociales lo vienen machacando con ganas y humor bien ácido.
En estos tiempos de electoralismo pleno -cada fin de semana ya hay algo que votar y así será hasta la emoción máxima del último domingo de octubre cuando todo el país elija al sucesor de Cristina Kirchner-, las aguas que parecían venir plácidas entre los artistas, empiezan a hacer olas que chocan entre sí cada vez más seguido.
No es difícil imaginar el "asco" que le sobrevendrá a Fito Páez no bien conozca hoy el escrutinio de los votos sumados para Pro en Capital Federal por Gabriela Michetti y Horacio Rodríguez Larreta.
Del Sel no es el único artista que desafina en el coro que el kirchnerismo pretende que entone en exclusividad sus propias melodías: hoy también juega su chance en las PASO el prestigioso actor Héctor Bidonde, precandidato a jefe de gobierno porteño por el MST-Nueva Izquierda y el últimamente muy mediático Ivo Cutzarida, que aspira al mismo cargo, pero por el partido Es Posible, de los hermanos Rodríguez Saá.
Es extraño que sean peronistas de distintos pelajes los que tienden a burlarse o desconfiar más de los actores que abordan la política: se olvidan de que Eva Perón fue actriz y que antes de alcanzar la presidencia de la Nación, María Estela Martínez fue bailarina. Y que Palito Ortega asumió como gobernador de Tucumán en tiempos de Carlos Menem.
El kirchnerismo tampoco ha sido ajeno a los artistas a los que usa con intensidad superlativa como insumos propios para legitimar sus consignas en piezas publicitarias o como meros aplaudidores de actos presidenciales. En contraprestación, multiplica las posibilidades laborales de los más aplicados convocándolos a participar a menudo de proyectos ambiciosos de TV, encabezados por la leyenda "Presidencia de la Nación".
Hace un par de semanas surgieron nuevos chisporroteos entre Adrián Suar y la Asociación Argentina de Actores. El primero se quejó cuando el gremio levantó imprevistamente una grabación sabatina de las tiras de Pol-ka y Telefé en protesta porque las paritarias en la TV siguen trabadas en medio de tironeos entre empresarios, que ofrecen menos de 30% de aumento salarial, e intérpretes que pretenden ahora un reajuste del 35%, aunque nunca hayan dicho ni mu contra el Indec que en 2014 marcó una inflación de sólo 23,9%.
Este columnista elevó por mail a la presidencia de ese sindicato la inquietud sobre si el paro sorpresivo había afectado también a producciones afines al Gobierno. Al cierre de esta edición no había llegado ninguna respuesta.
"Los miserables que vivieron del Estado a cambio de hacer propaganda para un gobierno de ladrones. La gente decente tiene bien identificados a esos aprovechadores. Nosotros somos el brazo ejecutor de esa gente", es lo que dice el personaje del capitán Gandhi a Fanny Navarro en la obra Deshonrada, de Gonzalo Demaría, que se está presentando en el Cultural San Martín. La gran Alejandra Radano compone a esa sufrida actriz que tuvo su mayor gloria bajo la protección de Eva y Juan Duarte, pero que cayó en desgracia tan pronto ellos murieron, todavía en pleno gobierno justicialista, y que fue aún más perseguida tras el golpe de 1955.
Deshonrada, con una puesta vanguardista de Alfredo Arias, "es un drama para y sobre actores; también sobre el dolor de ser argentinos", consigna el programa de mano. Pero habla de algo todavía mucho peor: el revanchismo que hace leña del árbol caído. Habrá que estar atentos para que eso no suceda después del 10 de diciembre si llegase a cambiar el elenco gobernante de manera rotunda.
En este mapa de tan variadas turbulencias donde los artistas se someten y son sometidos a distintas presiones debía desembarcar la pianista Martha Argerich como parte de la inauguración del Centro Cultural Néstor Kirchner el mes próximo. Versiones contrapuestas sobre su millonaria contratación fastidiaron a la gran concertista y hubo urgentes gestiones, hasta con solicitada de por medio, para que no cancelara, como lo hizo, esas presentaciones. Por lo visto, los escenarios tampoco se salvan de la natural predisposición del kirchnerismo por la aspereza.
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