Se pasan facturas constantemente, aunque uno de los dos se visibiliza más que el otro. Lo cierto es que Axel Kicillof y María Eugenia Vidal ya dejaron la cuarentena política y están calentando motores para la batalla electoral del año próximo. El gobernador cree que ella está moviéndose en las sombras.
Por: Jorge Joury.
Tratando de lograr armados, donde seguramente será cabeza de lista. No hay que olvidar además, que Vidal conserva una pata política en el Senado, lo cual la hace fuerte. A Kicillof sus espadas le aconsejan que por esta razón sea cauto, pero que no se descuide. Tarde o temprano necesitará atar acuerdos con la oposición en temas muy sensibles para la emergencia y el peso de ella en el comportamiento opositor es fundamental.
En el círculo aúlico de Kicillof remarcan que las críticas a la herencia en el rubro de salud que hace el mandatario datan desde diciembre, en el inicio de la gestión. En el de Vidal están convencidos de que volvieron a acentuarse ahora ante un posible desborde de los hospitales del Gran Buenos Aires por el avance del coronavirus. Intuyen que es una manera de abrir el paraguas y, llegado el caso, compartir los daños de la tormenta sanitaria.
A pesar del silencio, hay por debajo negociaciones truncas que Cambiemos y el Frente de Todos iniciaron con dientes apretados desde fin del año pasado. Están vinculadas a los sillones que Vidal pretende para su tropa en el directorio del Banco Provincia. O al recambio de funcionarios en el Tribunal de Cuentas, el principal organismo de control bonaerense.Tampoco había caído bien, a fines de febrero, el nombramiento del nuevo tesorero general de la Gobernación, David René Jacoby, por decreto y sin pasar por el Senado. En la residencia de la calle 6 defienden la designación y su modalidad: “Esperamos un tiempo prudencial, teníamos que avanzar”, se defienden.
Se trata de una designación excepcional que requiere de una ley provincial. Vidal evitó también en ese caso romper su bozal mediático. Hizo lo propio ante las decenas de directores de las empresas provinciales nombrados durante su gestión que fueron desplazados en estos meses sin recambio opositor. La base de la sustentación política y territorial de la ex mandataria está arraigada en los intendentes del conurbano y en su alianza con Rodríguez Larreta. Sin embargo, Kicillof se queja de que aún hay funcionarios de Cambiemos atornillados en su plantilla. Es el caso de ABSA y otros organismos estatales, donde los vidalistas se aferran a sus buenos sueldos hasta que se agoten los tiempos legales.
La ex gobernadora quiere avanzar de todos modos con dirigentes de su confianza en el directorio del Banco Provincia. Le guarda algún casillero a algunos de los ex intendentes del Gran Buenos Aires que perdieron en octubre. Pero no hay acuerdo en torno al número que le corresponde. Vidal pretende tres sillones, además de retener al radical Diego Rodrigo. Kicillof cree que esa pretensión es demasiado alta.
A mediados del 2016, el directorio del banco, el más codiciado de la política bonaerense, había quedado integrado por cuatro dirigentes del oficialismo -sin contar a su presidente, Juan Curutchet- y cuatro de la oposición. Dos del massismo, Daniel Arroyo y Mario Meoni. Y dos del PJ, Andrea García y Eduardo Di Rocco.
Los memoriosos recuerdan que Sergio Massa fue, en aquel momento, el principal garante de los acuerdos entre Vidal y la oposición. El presidente de la Cámara de Diputados tuvo, en esos cuatro años, un trato siempre privilegiado. Martín Insaurralde era, en menor medida, la voz de los intendentes. Hoy en La Plata desconocen esos acuerdos,sostienen que cambiaron los tiempos y hoy las fichas se juegan en otro tablero.
En esta relación que pareciera entre Montescos y Capuletos, Vidal, sospecha que la que cada tanto le pasa letra a Kicilllof para que no se olvide de pegarle al macrismo es Cristina Fernández. la madrina política del gobernador. CFK es un poco la dueña del territorio donde su ahijado cosechó una avalancha de votos. Y sueña además, con que su hijo Máximo, también de gran peso territorial, algún día se siente en el sillón de Dardo Rocha.
En las últimas semanas, Vidal se activó a través de visitas a los distritos donde sus aliados son Gobierno, pero también mediante charlas via “zoom”, la plataforma que sostiene videoconferencias y que se transformó en la vedette de la rosca en tiempos de cuarentena.
De una de esas conversaciones surgió una frase que encendió las alarmas en la Gobernación, a pesar de que estaba dirigida a dirigentes de la provincia del Chubut. “La Provincia es la demostracion de que se puede. Si pudimos ahi podemos en cualquier parte”, se envalentonó, con lo cual propuso a los suyos que “salgan a dar la pelea, salgan a buscar primero a los que piensan parecido a nosotros y tiene nuestros valores, háganse miles y salgan a pelear y a buscar el voto, que es lo que necesitamos”
Puertas adentro de Juntos por el Cambio hay consenso en que Vidal se terminará imponiendo como la cabeza de la lista, a pesar de que su última batalla electoral terminó en una dura derrota -por más de 15 puntos- frente a Axel Kicillof, el actual Gobernador.
Tanto radicales como lilitos e incluso los llamados PRO “puros” ven en Vidal un factor aglutinante, ordenador del espacio. Las discusiones parecen orientadas a definir cómo se conformarán la lista desde el segundo lugar en adelante. Allí sí, se mostrarán los dientes todas las identidades que abrevan en JxC.
Más allá del análisis, en La Plata las arengas de Vidal encendieron las alarmas. Quien recogió el guante fue la ministra de Gobierno, María Teresa García, que se hizo eco de la noticia y salió al cruce de la Ex gobernadora. “¿No le parece una locura hacer campaña política en medio de la desgracia que vivimos?”, le dijo.
Vidal no quiere saber nada con el estilo confrontativo de Patricia Bullrich. Se identifica más con el sector larretista. En la intimidad, la ex gobernadora comenta por lo bajo que su sucesor no respetó por ahora los acuerdos políticos que atraviesan a todas las administraciones de las últimas décadas.
Por su parte, en el planeta Kicillof creen, en todo caso, que esos acuerdos no fueron resueltos hasta el momento porque Vidal se corrió del rol “activo” que, según colaboradores del ex ministro de Economía del kirchnerismo, ellos mismos habían consensuado durante la extensa reunión que mantuvieron en La Plata a modo de transición, después del triunfo del Frente de Todos. Quedaron en negociar mano a mano. Sin intermediarios, aseguran, pero por ahora todo está en pausa.
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Comentan que la última conversación entre ambos, fue en abril: a través del WhatsApp, Vidal se puso a disposición ante la crisis social, sanitaria y económica que recién empezaba a avecinarse por el avance del coronavirus. Kicillof agradeció.
No volvieron a hablar. Lo habían hecho antes en dos oportunidades, en marzo, también vía chat. Fueron, en total, tres intercambios protocolares de WhatsApp.
Los entripados entre ambos vienen de vieja data. El primer cortocircuito había tenido lugar a fin del año pasado, durante el tratamiento de la reforma impositiva que el Frente de Todos en su versión bonaerense impulsó en la Legislatura.
En aquella ocasión las negociaciones con Cambiemos se empantanaron justo en momentos en que la ex gobernadora se embarcaba rumbo a Europa en compañía de su nueva pareja. Los colaboradores de Vidal juran que siguió las conversaciones a pesar de la distancia. Los de Kicillof, por el contrario, remarcan que apagó el teléfono. Si de algo estamos seguros, es que este no será el último round.
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