Por Fernando Gonzalez
La gestión de Mauricio Macri transita por dos Argentinas. En el país que quiere regresar al universo de la sensatez salir del cepo cambiario llevó cuarenta y ocho horas. Bastó con un decreto oficial y una conferencia de prensa del ministro Alfonso Prat-Gay para derribar el mito de una megadevaluación que iba a disparar el dólar por arriba de los 20 pesos.
Terminar con el default de 14 años resultó más complejo. Hubo que negociar con el duro poder judicial neoyorquino; hacer una propuesta que los fondos buitres no rechazaran de plano; ganar la pulseada argumental ante la opinión pública que el kirchnerismo había premoldeado con su épica retro setentista y convencer a la mayoría de los legisladores para aprobar la derogación de dos instrumentos en el Congreso: la ley cerrojo y la ley de pago soberano. El corolario sucedió ayer, cuando la emisión de cuatro bonos diseñados por el Gobierno terminó con una tasa de interés razonable del 7% y una oferta que cuadruplicó las proyecciones más optimistas. Así se clavó la última estaca sobre la cesación de pagos celebrada a los gritos en aquel país demencial de fines de 2001 y comienzos de 2002.
Pero detrás del dólar a 14,40 y la fiesta del Merval creciendo al 5%, aparece sin respiro otra Argentina que Macri y sus colaboradores deben auxiliar con urgencia. Es el país de los 12 millones de pobres; el del empleo congelado y el consumo a la espera. Es el país cuya inflación de abril va a superar el 6% y el que está pagando la luz, el gas, el agua y el transporte más caros con el mismo salario. A esa sociedad que lo hizo presidente, Macri le debe las respuestas de la economía real. Y como el tiempo es más veloz en esta tierra que en el resto del planeta, tendrá que golpear bien fuerte el frasco hasta que la teoría del derrame se haga realidad sobre una ciudadanía que teme quedar atrapada en una nueva frustración.
Macri sabe que está en un laberinto del cual debe escapar a tiempo. El Presidente pasa por días de enojo (lo desconciertan la actitud de los empresarios y la baja en las encuestas de imagen) pero siempre apela a la misma hipotesis para justificar su optimismo. Remite a los comienzos difíciles como presidente de Boca y Jefe de Gobieno porteño, cargos para los que fue reelecto. En Boca pasó dos largos años sin darle alegrías a sus hinchas pese a haber contratado a técnicos populares como Carlos Bilardo y Héctor "El Bambino" Veira. Los éxitos llegaron luego con Carlos Bianchi. ¿Y dónde está la Argentina en esa prueba de laboratorio? ¿En la etapa Bilardo?, ¿En la era Bambino? La incógnita que el país dramático le plantea al Presidente es con cuánto tiempo cuenta para alcanzar las metas de una
competencia mucho más compleja que el fútbol.
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