Zozobra, incertidumbre, cambios bruscos de hábitos y sobre todo, miles de muertes, es lo que trae en su arcón el virus coronado.
Por Mario Delgado.
En tal caso, hemos de confluir en la idea que ya son variopintas las intenciones dialécticas expuestas para tratar de referenciar la pandemia.
Nos encontramos entonces, mis lectores del alma, con una interesante diversidad de opiniones, alguna rigurosamente científica, otra más o menos aproximadamente científica. Mechada en la bolsa alguna de carácter religioso y, por supuesto, en el compendio de frases y explicaciones, se caerá a su vez en posturas extremas, atribuyendo el origen a un enfrentamiento de potencias, con la sugerencia incluida de ser ésta una auténtica “Guerra Bacteriológica del Siglo XXI”.
Lo más elemental se vuelve, pues, demasiado confuso. Nadie sabe bien cuánto durará el drama y tampoco si los sanos de hoy, no nos podemos convertir en los infectados de mañana. Se basa todo en la necesidad de prevención a ultranza.
La escueta revelación del Diccionario dice que el Coronavirus es una “enfermedad infecciosa causada por el virus SARS – COV – 2. Se detectó por primera vez en la ciudad china de Wuhan, Provincia de Hubei en diciembre de 2019”.
Otro aporte más traumático expresará que ya un programa de la cadena mediática RAI, de hace al menos seis años atrás, exponía con crudeza absoluta la experimentación china de aquél momento con el pangolín, el murciélago y la mutación del mal, de la enfermedad hacia los humanos.
Si tal cosa fuese veraz, estaríamos ante un extraordinario dilema, sin dudas. En el mientras tanto, uno puede oír el clamor de algún sector de la fe cristiana que achaca este flagelo a un “mundo desobediente que se ha apartado de su Creador”. Y aluden a exposiciones bíblicas de catástrofes anteriores y sendas plagas que azotaron la humanidad en otros tiempos.
Aunque tal tesitura posee un término medio: hay iglesias evangélicas que han iniciado campañas de ayuda con barbijos y/o alimentos para quienes se ven desprotegidos.
Y así podríamos ir enunciando tantas elucubraciones, atentas todas eso sí, a desmalezar a su manera el camino neblinoso. Pero nos vamos a trasladar, si no les parece inoportuno, brevemente claro, a ciertas consecuencias del problema mundial que nos azota.
La cuarentena implementada y ampliada por el Gobierno Nacional ha sido posible por dos motivos: el miedo de la población a lo desconocido y el alto porcentaje de respaldo a Casa Rosada. Un presidente débil en su gestión ¿podría haber instrumentado semejante medida que coarta derechos constitucionales, así como así?
Perdimos por culpa del Covid 19, la preciada LIBERTAD. Ahora nos dicen qué podemos o no hacer. Increíble nivel de adaptación de la mayoría, salvo excepciones.
Cuidar la vida prima por sobre otro derecho. La mía, la tuya, la del otro. Hasta que las velas no ardan. ESO SÍ: MIENTRAS HAYA “MONEY” EN LOS CAJEROS. Sí tal no ocurriese, te quiero ver.
Y, para cerrar, otro dramón de novela lo otorga el encierro y la imposibilidad de verse los enamorados. Apelan al ingenio y, lo que antes hubiese corrido por medio de cartas, hoy se enmarca en el mundo de lo tecnológico, de modo que ya se ha promovido la modalidad de “sexo virtual”, que consiste en una manera sutil de encontrar placer con el ser amado, sin detenerse ninguno de los amantes a meditar en la distancia real que los separa.
Mediante el celular o la computadora, crean un clima distendido y cuasi romántico para ir absorbiendo palabras, movimientos y gesticulaciones de quien se halla al otro lado de la línea o red. Se atraviesan los pasos previos, el prolegómeno, hasta arribar a un “climax” sexual estratégico. Ecos de la modernidad extendidos al impedimento de verse los “tortolitos”. Y, como dijese una dama que ha usado este sistema de unión: “Obvio, no es lo mismo pero calma. Jamás soñé algo así”.
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