Apropiarse de Francisco

Apropiarse de Francisco

Por Jorge Fontevecchia

Viene de Dónde está Francisco ahora.

Y de El Espíritu Santo:

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Parece mentira que la foto de Francisco en el balcón del Vaticano deseando felices Pascuas sea del domingo pasado. Comprendo la comparación que hacen los peronistas del balcón como sitio ritual de despedida con aquella de Perón en su última aparición el 12 de junio de 1974 a tres semanas de su muerte.

Como también la catextización de los balcones y de las plazas, de Mayo y de San Pedro, donde también ambos les hablaron por primera vez a las masas el 17 de octubre de 1945 y el 13 de marzo de 2013 con “Habemus Papam”. Balcones, plazas, multitudes de fieles y los dos funerales más masivos de argentinos en la historia, salvando las diferencias de que en el caso de Francisco fue un acontecimiento mundial.

El deseo de sectores del peronismo por apropiarse del papa Francisco es un ejemplo más de problemas que el peronismo generó en Argentina junto con sus muchas soluciones que para nada deseo minusvalorar. Solo dejar de manifiesto que ese deseo totalitarista del peronismo integra junto con su virtudes uno de los principales defectos que generan respuestas reaccionarias en aquellos que no se sienten representados por lo que fuese, pero pueden compartir muchas de sus ideales. Cuánto tardó Messi en ser aceptado cuando al principio, por el solo hecho de ser comparable con Maradona, un símbolo contemporáneo del peronismo, cayó en la grieta emocional y estética.

Si lo bueno, lo virtuoso, es únicamente patrimonio de un sector, la sola apropiación de esos significantes es un acto de exclusión y segregación dando el primer argumento para la contradicción con la doctrina de Francisco que busca la integración. Dos de las cuatro principios de Francisco, “la unidad es superior al conflicto” y “el tiempo es superior al espacio”, plantean inequívocamente una visión consensualista.

De los otros dos: “El todo es superior a la parte” también es consensualista, porque un totalitarismo epistémico sería unívoco y carecería de partes. Y el cuarto principio: “La realidad es superior a la idea” incorpora el pensamiento crítico de la ciencia cuyos axiomas no deben ser inmutables, sino falsables, como sostenía Karl Popper, ya que no habría progreso sin la “capacidad de una teoría, hipótesis o enunciado de ser refutada o probada falsa mediante la evidencia empírica” de la práctica continuamente cambiante por las nuevas herramientas tecnológicas y subjetividades generacionales.

Bastante distinto de las “20 verdades peronistas” que ya en su enunciación de verdades en lugar de principios parecen a axiomas pétreos esculpidos en tablas escritas en piedra. La verdad peronista número 14 –megalomaníacamente– sostiene: “El justicialismo es una nueva filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista”.

El error no es solo del peronismo en su deseo bulímico de apropiación de todo aquello que resulte masivo, sino de todo el campo político que no se identifica con el peronismo al entrar en el juego del absolutismo peronista creyendo que todo lo popular y masivo es metonimia de peronismo, pasando a creer entonces que, por ejemplo, si el Papa es popular, es peronista, y comenzar desde la producción de sentido a atacar al papa Francisco desde el primer momento que recibió a Cristina Kirchner.

Paradojas de estas emociones viscerales que engendran ceguera paradigmática cuando fue Jorge Bergoglio como arzobispo de Buenos Aires el opositor más relevante a Néstor Kirchner y luego a su esposa en los años que convivió como ella como presidenta.

Bergoglio papa recibía a todos, incluso a quienes lo incomodaban, teniendo a Javier Milei como ejemplo paradigmático. En el error de transitivar partes al todo: Papa-popular-peronismo cayó Mauricio Macri, probablemente también por equivocación de mi amigo Jaime Duran Barba, quien por haber sido él también jesuita en su formación le valió aquello de “astilla del mismo palo”. Otra paradoja: Jorge Bergoglio fue legitimador del ascenso del PRO como fuerza política en la Ciudad de Buenos Aires siendo su arzobispo. Prueba es su estrecha relación con la exgobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, la exvicepresidenta, Gabriela Michetti, quien le ganó a Cristina en 2017: Esteban Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, cuya última hija Serena Vida, nacida en 2016 tras nueve años de intentos y pérdidas de su mujer Bárbara Diez, quien pudo quedar embarazada a los 46 años después de haber ido a ver a Francisco considerado por la pareja como un milagro del Papa.

O sea, un océano de prejuicios, malos entendidos, simplificaciones, ignorancias que hicieron del “antikirchnerista Bergoglio” el “peronista Francisco”. Su muerte nos tiene que ayudar, entre tantas muchas otras enseñanzas, a ver lo arbitrarias, ridículas y pequeñas que son nuestras divisiones.

Freud lo explicó a la perfección en El tabú de la virginidad y luego en Psicología de las masas y el análisis del Yo. Escribió: “Nada fomenta tanto los sentimientos de extrañeza y hostilidad entre las personas como las diferencias menores luchan contra los sentimientos fraternales. En los grupos íntimos: amistad, matrimonio, relaciones de los padres con los hijos, la desconfianza y los sentimientos hostiles compiten con los afectos”.

En el libro El honor del guerrero, el doctor en Historia por la Universidad de Harvard Michael Ignatieff (leer en bit.ly/libro-ignatieff) escribió: “La expresión de las diferencias se hace agresiva precisamente para disimular que son menores. Cuanto menos esenciales resultan las diferencias entre dos grupos, más se empeñan ambos en presentarlas como un hecho absoluto”. Y “la agresión que mantiene la unidad del grupo no se dirige únicamente hacia afuera, sino también hacia adentro con el objeto de eliminar todo aquello que separe del grupo al individuo”.

Él entendió la enorme dosis de ansiedad que acompaña al proceso de diferenciación y la sobreactuación de diferencias menores para reforzar la identidad. Por miedo a que se fragilice al percibir que realmente las diferencias no son mayores que las características que se comparten.

Apropiarse sectorialmente de Francisco empobrece a toda la sociedad. Y si su muerte nos permitiera ver lo torpes que fuimos con la asignación de categorías al papa Francisco y nos curase de nuestra polarización, creo que sentiría finalmente su misión cumplida.

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