Por: Mario Wainfeld. Un ámbito con olor a viejo. Milei, el elogio a los ricos, el credo del libertario. Bullrich, ovacionada tras dos semanas de tropiezos. Massa presente, de visitante. Las razones del apoyo a Milei, más allá de sus promesas. Los ancronismos peligrosos. Desafíos para el candidato ministro, en el corto y mediano plazo.
En una semana se yuxtapusieron los robos en banda o saqueos, el Council of Americas, el acuerdo con el Fondo Monetario (FMI), media sanción a un espantoso proyecto sobre el régimen legal de los alquileres. Vértigo incesante, a dos semanas de las PASO. Entre tanto, los candidatos Patricia Bullrich y Sergio Massa no superan el estupor inicial. El ministro de Economía Massa sigue activo.
El diputado Javier Milei atraviesa su luna de miel con los medios y con sus votantes. Inicia un romance con la imitadora Fátima Flórez. Los propios se regocijan, demasiados ajenos admiran la astucia. La periodista Mariana Iglesias usa el pensamiento propio, en clave de género. Publica en el diario Clarín: “Milei cambió el discurso (…) pasó de gritos misóginos a fotos con mujeres que no es lo mismo que rodearse de personas que piden igualdad”. Observa al mundo, a los precursores internacionales de Milei: “el antídoto contra las nuevas estrategias de seducción son los ejemplos de Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil. Las mujeres fueron las más perjudicadas por los recortes del Estado y las políticas lejanas al sostenimiento social. (…) El voto femenino impidió sus elecciones y llevó a la victoria a Joe Biden y a Lula da Silva”.
Por ahora, Milei camina sobre las aguas, en un pseudo estado de gracia. En el Council no le fue taaan bien. Lo aplaudieron mucho menos que a la ex ministra Bullrich, aseveran testigos presenciales. En particular los voceros del establishment, el periodismo corpo-friendly.
**
Besamanos, pleitesía: El ámbito huele a viejo, se engendró durante la Guerra Fría. Lo aromatiza la flor y nata del empresariado nativo (por decir algo) y de las multis con sucursales en la Argentina. Rindieron examen los tres candidatos con potencial y ambición para llegar al ballotage. El vocabulario es didáctico siempre: rinden examen así como la Argentina precisa “hacer los deberes”. Una cartilla draconiana, insensible, calvinista, primero hay que saber sufrir para vivir como la gente en un futuro remoto.
Antaño se apodaban “besamanos” a esos encuentros, aludiendo a la costumbre respectiva que se practicaba con monarcas o dignatarios eclesiásticos. Sigue vigente en ciertas culturas, se engalana con reverencias. La serie de The Crown evoca al ex primer ministro británico Tony Blair hincándose ante la reina.
“Pleitesía”, otro vocablo arcaico que viene a cuenta. “Chupar las medias” es más criollo, certero.
Bullrich causa gracia sin quererlo, tropieza con su lengua. Luce incapaz para explicar conceptos económicos simples, brutales, ante periodistas que le tiran asistencias para que meta goles, se azoran ante su torpeza, tratan de auxiliarla en vez de repreguntarle. La exministra deja la impresión de haber llegado a un estadio superior a sus capacidades. Los ecos de las metidas de pata la alertan; se vale de un recurso típico de la política criolla, caro al oficialismo: anuncia que va a realizar un anuncio. Off the record se desliza que Carlos Melconian sería ministro de Economía si ella llega a la Casa Rosada. Melconian es astuto, locuaz, un asesor millonario con giros verbales de reo de barrio. Cuando presidió el Banco Nación se llevó bien con los gremios. Ideológicamente revista en la caterva de profesionales neoconservadores que arrasaron este suelo y aspiran a regresar con las alforjas cargadas de sal. A la vez es hábil declarante, no se atribula, enlaza sujeto verbo y predicado, habilidad esquiva a tantos dirigentes macristas, Pato incluida. En una de esas la suple o la cubre en las próximas semanas.
La candidata escoge leer en el cónclave VIP. El Estado más austero de la historia argentina, una serie de medidas que tomará el primer día, leyes que tendrían que pasar por el Congreso. El eterno retorno de la reforma laboral patronalista, la eutanasia de las indemnizaciones por despido, orden en las calles. El aplausómetro vibra.
Milei explica, incurre en tecnicismos, se extasía con sus maestros. En el cierre tonante, cita a Milton Friedman “la responsabilidad social de los empresarios es ganar mucha plata”. Les saca una mochila, los ensalza “los emprendedores exitosos son benefactores”. La plusvalía se transforma en virtud teologal o lo que sea en boca de un católico en tránsito al judaísmo. A un judaísmo entre tantos posibles enseña Eduardo de la Serna, un cura comprometido que sabe un montón sobre teología. Y sobre fariseos.
Los anfitriones baten palmas livianamente, en el límite de la cortesía. Los programas de Milei y Bullrich se asemejan bastante, la diferencia a favor de la cambiemita premia o retribuye la presunta gobernabilidad. El “orden social”. “el no quilombo” le chimenta en jerga sencilla uno de sus gerentes a este cronista. Ojo con la dinamita, ojo con que la sociedad se desmadre, ojo con los estallidos. La derecha conocida sigue representándolos mejor que la derecha extrema por conocer.
Milei encuentra cobijo en los abrazos francos, visibles, sobre expuestos de sus sponsors tradicionales. Eduardo Eurnekián el ex patrón bondadoso. Cristiano Rattazzi un chanta sin superyó, vera imagen de la estolidez de la clase dominante. Auspiciantes y auspiciado ríen a carcajadas, en dos meses la respectiva foto hará historia o quedará como un presagio amenazante. La mayoría de los capos empresarios indicó otra preferencia.
De nuevo, el programa común se asemeja. El Fondo pide-exige once por ciento de recorte del PBI, Milei compromete el quince. El gasto político pagará el pato. Los datos rigurosos te los debo, las cuentas libertarias no cierran. El fallecido presidente Fernando de la Rúa fantaseaba que la venta del Tango 01 paliaría el déficit fiscal. Miente, miente, delira, delira, que algo quedará.
***
“Sergio” de visitante: Los funcionarios peronistas (los kirchneristas a la cabeza) usualmente hurtan el cuerpo a estos encuentros. El presidente Alberto Fernández se inclinó por participar, amucharse, intentar el diálogo o la persuasión. Pacifismo extremo, no rendidor. Le respondieron con dentelladas y con el bolsillo.
Massa es el candidato de una coalición que realizó un gobierno que desilusionó, plagado de internismo. La debilidad congénita del doble rol ministro-candidato le estrecha los márgenes. Participar en el Council concuerda con su perfil, su agenda preexistente, Massa habla de “tú a tú” con la mesa examinadora.
Venía desde Washington, le metió pata para estar, fue el único que respondió preguntas del auditorio, un gesto digno de mención. Encontró un discurso adecuado, sabiendo que se habla para variados auditorios, que sus palabras se editan, se viralizan, se oyen por doquier. Criticó al FMI, dejó constancia de que le habían exigido un cien por ciento de devaluación versus el veinte por ciento que concretó con consecuencias desoladoras. Regañó a las empresas que embolsaron Anticipos para el Trabajo y la Producción (ATP), pagaron salarios, sobrevivieron a la pandemia y más tarde despotrican contra el Estado. Tener razón no suele ser el mejor recurso para granjearse aplausos de las corpos. Lo reconocieron, de todos modos. Atosigaron a “Sergio” de preguntas en el pasillo, una versión de las charlas de quincho.
Según la interpretación que se hizo sentido común los votantes de Milei no temen la pérdida de derechos que no ejercen: las vacaciones pagas, el aguinaldo, hasta la obra social. Esas sencillas vaquitas le son ajenas. Se trata de laburantes desprotegidos, del siglo XXI. El oficialismo se entiende mejor con los trabajadores del siglo XX.
El programa de Milei es disparatado y peligroso a la vez. Doblemente anacrónico porque la pandemia y la guerra en Ucrania revitalizaron el rol de los estados nacionales, el peso de la geopolítica, medidas protectorias a la producción nacional. El pretenso anarquismo liberal funge como versión enésima de la ley de la selva, calza justo el mote de “león”.
Pero el peronismo no parece captar los motivos del descontento social masivo, que trasciende al treinta por ciento cuyo representante se impuso en las urnas. La defensa irrestricta de un Estado mítico contradice las vivencias cotidianas de la gente de a pie. La dinamita o la motosierra son metáforas bestiales, violentas, confesiones de parte. Contrapesarlas exige afinar el discurso, aguzar la mirada, iluminar un porvenir mejor y diferente.
Viene de lejos la falta de autocrítica o de lectura de nueva estructura social, de la variopinta conformación de la clase trabajadora. Mutan desde hace décadas, es imposible la vuelta al estado benefactor. Un estado presente los auxiliaría atendiendo a sus necesidades y demandas. Negar que muchas de las funciones necesarias del Estado se cumplen deficientemente beneficia a los rivales que vienen por todo.
**
El Fondo potenciado: Las políticas impuestas por el programa del FMI no son, jamás, un programa de gobierno para la Argentina. Ni los capitostes del organismo piensan así, llegado el caso. Milei y Bullrich ofertan un programa del FMI potenciado. El outsider capitaliza bien la bronca. Bullrich apostaba al péndulo bipartidista que le estaría fallando. Ambos prometen reparaciones prontas.
Este cronista es reacio a interpretar a los votantes de Milei, pide permiso para tomarse licencia e insinuar su mirada. Cuesta creer que sean personas dispuestas a ofrendar sangre sudor y lágrimas para construir un país mejor sacrificándose como generación o como colectivo. La demagogia de derecha muestra el paraíso a la vuelta de la esquina, con el sencillo recaudo de sacarles de encima al Estado. Si no rindiera frutos en plazos cortos, los perjudicados protestarían. Una costumbre nacional, la de la sociedad civil que se moviliza en defensa de sus derechos. El maestro Guillermo O’Donnell registró tempranamente cómo funciona el sistema político acá, con la gente en las calles. El 13 de agosto lo hicieron votando, en otros trances recurrirán a otros métodos.
El país real no encaja en el repertorio neoconservador. Nada más peligroso que un burgués asustado pregona una clásica frase acerca de cómo se pre cocinan variantes de la derecha extrema. Ojo con los gobernantes desafiados por quienes lo eligieron y le dan la espalda, se movilizan en su contra, le exigen correcciones. El riesgo crece en proporción directa al encierro de los mandatarios. De la Rúa no era sanguinario, terminó fingiendo distracción mientras se masacraban ciudadanos en los alrededores de la Plaza de Mayo.
Antes del sorpresazo, Bullrich se reunió con referentes académicos, intelectuales y periodísticos de, pongalé, Corea del Centro. Les aseguró que matizaría su discurso, se correría a centro, una vez que eliminara a Horacio Rodríguez Larreta y Juntos por el Cambio quedara enfrentado a Unión por la Patria. Pifió el pronóstico y la adopción del teorema de Baglini quedó en veremos. El gran empresariado elige creerle, fantasear que lo suyo no será todo o nada. Le creen porque se aviene a su ideario, a su carencia de solidaridad, a su propensión a la riqueza ostentosa.
Como plan “B”, en los pasillos del Council susurraban que “el loquito” Milei se va serenando, que grita menos. Le pondrán unos mangos o dólares de pronta convertibilidad.
La realidad efectiva aflige a mayorías, complicado pedir que apoyen al oficialismo si no median medidas paliativas de la inflación en el cortísimo plazo y un horizonte de reformas profundas en el próximo mandato. Revisiones de las políticas públicas de este cuatrienio o de la última década. Tareas conjuntas para el ministro y para el candidato del oficialismo, en la recta final, con cuenta regresiva.
Comentá la nota