Por: Carlos M. Reymundo Roberts. Bueno, bueno, bueno. La cosa se está poniendo interesante, gracias, en primer lugar, al esfuerzo de nuestros gobernantes para que nos interesemos en sus cosas. Algunos los consideran patéticos; yo prefiero verlos como gente ingeniosa y ocurrente.
Tropas federales avanzaron hacia Rosario para entrar en guerra con el narcotráfico, y al frente de las fuerzas el Presidente puso a Aníbal Fernández. Todavía se burlan de Alberto porque afirmó que “los rosarinos son argentinos”; pero ojo, esta vez fue riguroso: no lo dijo sin antes chequear el dato. Ya en el escenario de las hostilidades, el comandante Aníbal bajó una orden que habla de la determinación con que asumió la tarea: “¡Duro con ellos! Con los rosarinos”. Cuando los narcos se enteraron de la designación del Tigre de Quilmes y de que llegaba a la ciudad, se produjo una auténtica desbandada: todos querían ir a recibirlo. Cuenta con un refuerzo de 400 hombres; parecen pocos para enfrentar al crimen organizado, pero el Tigre dispuso que estén escondidos, para que no puedan contarlos. Alberto optó por la solución a sangre y fuego después de rechazar la propuesta minimalista de Sabina Frederic, que quería una fuerza de paz encabezada por Messi. La decisión más audaz y sorpresiva del comandante fue, tras arengar a las tropas, poner distancia del teatro de operaciones. Volvió a Buenos Aires; se borró. En Diputados dijo incluso que no compartía el envío de efectivos que había ordenado el Presidente. Ahora se espera una desbandada de efectivos.
A Rosario irán también soldados del Ejército, pero con distinta misión: construir calles y plazas. Del Ejército libertador de San Martín, al Ejército urbanizador de Alberto.
Al profesor se lo vio con el mismo talante para encarar la otra guerra en la que le va la vida: contra Cristina. “El crimen organizado”, azuza él, lengua viperina, en madrugadas con amigos en Olivos. De día, acaso arrastrando deudas de sueño, mantuvo una distendida charla con Roberto Navarro, director de El Destape, y le abrió su corazón: “Voy a enterrar 20 años de kirchnerismo”. Navarro le contestó con el bolsillo: lo publicó, porque respetar un off the record no te puede impedir hacer un buen título. Además, le divierte hablar con Alberto y le saca buena pauta publicitaria (también a Rodríguez Larreta), pero frente a Cristina dobla sus rodillas. El escándalo que se armó no debe dejar en segundo plano los altos designios del profesor: ser presidente de un gobierno kirchnerista para, desde allí, matar al kirchnerismo. ¿Lo creemos capaz de pensar en términos estratégicos? ¿Su naturaleza es compatible con la planificación? ¿Leyó a Maquiavelo y lo entendió? Pienso que fue una alberteada. Alberteada: dícese de una afirmación ligera, simpática e irresponsable. La más célebre alberteada se conoció en un tuit: “Le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula a presidente…”.
La vice tiene sus propias contiendas, más estresantes que lidiar con su fallido invento. Anteanoche se quedó despierta hasta las 5, leyendo las 1616 páginas en las que el tribunal que la juzgó por el caso Vialidad fundamentó la condena. Por momentos, el repaso de aquellos años la puso nostálgica: qué fácil les resultaba acumular divisas, qué orgía de poder y riquezas al alcance de una firma. “Néstor y yo sabíamos usar la lapicera”, musitó entre bostezos, según le confiaría horas después a Parrilli. La versión local del legendario “¡exprópiese!”, de Hugo Chávez, era “¡constrúyase!”, y ahí, presto, acudía Lázaro Báez, “el afortunado”, hombre con aquilatada suerte y fortuna; ni siquiera le exigían que terminara las obras. El tribunal no fue muy considerado a la hora de calificar ese montaje, y tampoco contribuyó a la reputación de Cristina, que con tanta ilusión espera el juicio de la historia. Le molestó especialmente que los jueces hablen de su “codicia”, cuando el codicioso era Néstor. Mientras leía el fallo, Cris iba tomando notas: material para su discurso de ayer, al recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de Río Negro. Al entregarle la distinción, el rector sostuvo que gracias a Cristina y a las obras públicas de los Kirchner se han puesto en funcionamiento todos los resortes de la Justicia, “pilar fundamental de la República y el Estado de Derecho”. Al acto concurrieron 1190 militantes y 10 profesores, también militantes. Claustros convertidos en tribunas futboleras tienen un encanto especial. Por una alpargata que caiga, caerán cinco libros.
Cris habló allí unas 1616 páginas. Básicamente dijo que el FMI hambrea a la gente y que Massita es un soldado del FMI, pero que lo banca a muerte; que está proscripta y si ahora aceptara ir en alguna boleta significaría que no está proscripta, balurdo que todavía no pudo resolver, y que la Argentina es un país bimonetario, razón por la cual ella y Néstor siempre usaron pesos para comprar dólares.
Hoy, gran acto gran del kirchnerismo en Avellaneda. ¿Qué hacen leyendo esto? Corran a aplaudir.
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