En la antesala de las elecciones, el error discursivo de Alberto Fernández causó un cimbronazo interno en el Frente de Todos

En la antesala de las elecciones, el error discursivo de Alberto Fernández causó un cimbronazo interno en el Frente de Todos

Mientras el oficialismo buscaba cerrar filas y fijar un discurso único para la campaña, los dichos del Presidente cayeron como una bomba que reavivó tensiones entre los diferentes sectores de la coalición.

La repercusión del error discursivo de Alberto Fernández cayó como una bomba en pleno armisticio del Frente de Todos, que se encontraba en un proceso de blindaje después las repetidas filtraciones de enfrentamientos internos sobre las políticas económicas y sociales del Gobierno.

Los principales dirigentes de las fuerzas oficialistas habían acordado, la semana pasada, hacer un “paréntesis” en las grietas para fortificar el frente en la antesala de la campaña. Sin embargo, esta semana, el Presidente, garante de la “unidad”, se transformó en el eje de las críticas de propios y ajenos.

Después de decir en una conferencia de prensa junto al presidente español Pedro Sánchez, en la Casa Rosada, que “los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva, pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos que venían de Europa” el Presidente pidió perdón a través de Twitter pero se enfocó en la parte menos polémica (la de los barcos), y matizó su disculpa al aclarar que se dirigía “a quien se haya sentido ofendido”. Quienes lo conocen aseguraron que en la intimidad minimizaba la envergadura de sus dichos, que causaron una ola de críticas nacionales e internacionales; y que inclusive estaba ofuscado por la repercusión que provocaron.

Ni la disculpa, ni la posterior decisión de someterse a evaluación del INADI que conduce Victoria Donda bastaron para calmar las frenéticas críticas de la oposición y el caudal de memes en las redes sociales, un territorio que desde sus inicios el Gobierno se esmera en conquistar. Pero, sobre todo, no sirvieron para sosegar a los distintos espacios del Frente de Todos, en especial los equipos de comunicación, claves de la elección.

Entre defensas tibias y silencio

Pocos dirigentes salieron a defender al Presidente. La titular del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), Magdalena Odarda, dijo que Alberto Fernández estaba siendo acusado de “racista” de modo “forzado”; Donda ponderó las disculpas; y el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, pidió enfocarse en la campaña de vacunación y no “en una frase”. Pero la mayoría de los funcionarios se llamó a silencio.

A diferencia de otras ocasiones en las que se relativizaron los problemas y defendieron dichos o decisiones controvertidas del Presidente, no quedó demasiado margen para poner en consideración aspectos que atenuaran la importancia de lo dicho. El embajador de España, el radical Ricardo Alfonsín, evitó referirse al tema cuando la prensa lo arrinconó con una pregunta al respecto: “No me voy a prestar al juego de la derecha”, dijo. Y acusó una “interpretación forzada”.

El malestar interno se multiplicó con el paso de las horas -y los días-, y los comentarios en pasillos y despachos traspasaron los muros de las dependencias oficialistas del Estado, a pesar del intento del círculo íntimo del Presidente de restarle importancia al tema. Ayer, la ministra de Gobierno de Axel Kicillof, María Teresa García -quien había defendido al ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, cuando agredió físicamente al segundo de la ministra nacional, Sabina Frederic- dijo que “no fueron buenas” las declaraciones del Presidente.

“Néstor Kirchner leía los discursos. ¿Por qué Alberto Fernández no estudia?”, se preguntaba un importante funcionario nacional el viernes por la tarde. Nadie tiene respuesta, ni en la Casa Rosada, ni en el Instituto Patria, ni en el Frente Renovador. Hay unanimidad en que el estilo radial y personalista de la comunicación presidencial es un problema en el Frente de Todos. Pero ese diagnóstico no es nuevo. Desde la segunda mitad de 2020, por las filtraciones y contradicciones principalmente sobre la compra de vacunas, hay consenso interno sobre las fallas comunicacionales y se comparten distintas explicaciones, que algunos resumen en un problema en la “conducción política”.

En el kirchnerismo opinaban, con disgusto, que las palabras de Alberto Fernández fueron “un chocazo terrible” y renegaban de las comparaciones con las alocuciones de Cristina Kirchner, quien también fue cuestionada por sus discursos durante sus mandatos. Por ejemplo, cuando se refirió en Harvard a los estudiantes de la Universidad de La Matanza de un modo que se consideró despectivo, cuando describió la carne de cerdo como “afrodisíaca”, y cuando calificó la diabetes como una “enfermedad de ricos”. “Si Cristina decía algo polémico, lo decía como chicana. Ella estudiaba. Sigue estudiando. No sólo los discursos, estudia todo. No se puede comparar”, dijo un vocero de La Cámpora a Infobae sobre los extensos discursos vespertinos de Cristina Kirchner.

El malestar persistía en el Gobierno con el paso de los días. En diálogo con Infobae, distintas fuentes del arco oficialista coincidieron en que fue el desliz más grave hasta ahora. Pero resaltaron que no fue la magnitud lo que causó la mayor molestia, sino el hecho de que no fue la primera vez y, principalmente, que podría haberse evitado.

Los equipos de comunicación lamentaban especialmente el revés que representó en el plan del Frente de Todos de reconquistar la franja etaria joven que activaron frente a la merma registrada en la adhesión de los votantes centennials y millenials. Recientemente habían pergeñado algunos intentos de acercamiento para recuperar la incidencia en esos grupos, a través de entrevistas a influencers y youtubers como Pedro Rosemblat y Tomás Quintín Palma, con quienes el Presidente se mostró jocoso y descontracturado. El esfuerzo pareció diluirse el miércoles con la ola de memes que se gestaron en cuestión de minutos y se reprodujeron a la velocidad de la luz y de forma persistente en las redes.

El daño en la percepción en el mundo virtual no solo se leía en términos etarios, sino de alcance, un hecho que, naturalmente, en la oposición festejaban. “Mi novia, que no sabe nada de política, ni le interesa, ayer me mandaba memes de Alberto. A ese nivel llegó”, decía en privado un vocero de Juntos por el Cambio el jueves por la tarde. En el Gobierno, lejos de reír, se agarraban la cabeza: compartían el diagnóstico.

Las humoradas virales llegaron a través de los celulares al grueso de los votantes, traspasando las burbujas de interés, llegando inclusive a desvinculados o desencantados de la política, que son mayoría y pueden terminar volcando la elección.

¿Vuelta de página?

Al final de la fatídica semana, en Balcarce 50 buscaban modos de dar vuelta la página, enfocándose en las restricciones por la pandemia y en el avance del plan de vacunación, eje de la campaña electoral. También apostaban a dos actos importantes en el interior que ya estaban en agenda, donde se procurará renovar los aires discursivos.

El primero será el 17, en Salta, territorio del peronismo disidente, por el 200 aniversario de la muerte de Martín Güemes. El año pasado, el primer mandatario se mostró a sus anchas en el acto virtual de homenaje al gaucho, al que calificó como un “héroe inmenso”. Ahora espera repetir el despliegue, pero, ahora que se puede, de modo presencial. Tres días después, el 20, irá a Rosario por el Día de la Bandera. En su entorno esperan que con sus alocuciones en el interior, donde suele sentirse cómodo, logre reivindicarse.

Aunque están seguros de que si no cambia el estilo de comunicación presidencial, los problemas seguirán apareciendo. De hecho, ayer el Presidente tuvo un “fallido” cuando llamó a la población a “salir a contagiarse”, en lugar de vacunarse. Por ahora no había señales de un cambio de rumbo.

La campaña

El nuevo gaffe, que tuvo consecuencias políticas internacionales, irrumpió mientras el Frente busca unificar la comunicación oficial y definir los contornos definitivos del perfil comunicacional de cara a la campaña, donde el diagnóstico general es que “falta un relato verosímil”.

Si bien se decidió que los ejes centrales de la campaña oficialista se basen en la economía y la gestión sanitaria, aún no se determinó cuál de los dos tendrá mayor preponderancia, ni cómo serán el tono, las plataformas, los voceros y los subtemas.

Secretarios, ministros y asesores que participan del armado señalaron a Infobae que puede haber dos focos. Uno estaría basado en “plebiscitar la gestión de la pandemia, con la mirada marcada en las políticas de cuidado, al estilo de la campaña de Cuidadanía”. El otro tendría eje en en la economía: “Estamos viendo cómo llegamos con la vacunación a las elecciones. Si la mayor parte de la población está vacunada, quizá ese no sea el principal fundamento y nos enfoquemos más en la reactivación económica, para acompañar la inyección de fondos”, describió un asesor de la Presidencia en referencia a las millonarias erogaciones que se planean para los próximos meses en ayudas sociales y obra pública.

La construcción del relato proselitista definirá la selección de los candidatos. Si apuestan por un contorno de campaña de confrontación, se volcarán por referentes con buena oratoria, acostumbrados a las peleas en el “barro” de los medios. En ese caso, se van a privilegiar figuras como las del legislador porteño Leandro Santoro, la presidenta del Consejo de Políticas Sociales, Victoria Tolosa Paz; o el secretario de la Jefatura de Gabinete, Fernando “Chino” Navarro, según ejemplificó un hombre cercano al Presidente. También adelantó que, debido a las restricciones que impone la pandemia, centrarán la campaña en la televisión.

En cambio, si se opta por una estrategia centralizada en la gestión, apostarán a la nominación de ministros, como el de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, o de Desarrollo Social, Daniel Arroyo. Esta semana, distintas fuentes descartaron como candidato a Cafiero. “Él no quiere, y no se lo van a sacar a Alberto”, aseguraba un ladero del Presidente. Una nominación del jefe de Gabinete sería leída como una derrota del primer mandatario frente al avance del kirchnerismo.

Para definir a los integrantes de las listas el oficialismo, se esperará a ver qué hay “del otro lado”, pero para eso falta: Juntos por el Cambio aguarda la resolución de la interna entre el ala dura y la moderada, con el ex presidente Mauricio Macri; la ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich y el intendente de Vicente López, Jorge Macri, de un lado; y el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, la ex gobernadora María Eugenia Vidal, y el vicejefe de gobierno porteño, Diego Santilli, del otro.

Por ahora, una resolución de la novela opositora depende de la decisión de Vidal, que aún no determinó si será candidata y si irá por la Ciudad, como quiere Larreta, o por la Provincia, como pide el macrismo. En el larretismo dijeron a Infobae estar convencidos de que irá por la Ciudad. Pero en el entorno de la exgobernadora aún mantenían abierto el juego. Por ahora, Vidal se encuentra en Estados Unidos -anoche cenó con un grupo de inversores argentinos en Nueva York- y se espera que su definición se conozca recién al final de junio.

Fuentes del armado de Larreta confirmaron que favorecerán una interna. “Es la única forma de demostrar que Macri ya está en el pasado; que puede ser un hombre importante de la fuerza, porque es el fundador y tiene un caudal importante de apoyos; pero que el futuro son Horacio y María Eugenia”, dijo un importante funcionario porteño que articula el armado de la campaña en el conurbano.

Por esas diferencias, a tres meses de las elecciones primarias, tampoco en la oposición está definido el relato proselitista. Como en el oficialismo, se discuten ideas a grandes rasgos. En el larretismo ya avisaron que apostarán a mostrar la gestión de la Ciudad, que consideran un fuerte activo; que se desligarán del macrismo -de hecho, evalúan cambiar el nombre de Juntos por el Cambio por otra fórmula de palabras, para cambiar de piel y evidenciar la idea de apertura a sectores del peronismo-; y que harán foco en la educación, con la bandera política de las clases presenciales ya instalada. “Le robamos el tema de la defensa de la educación al peronismo y ellos no lo pueden creer”, comentaron.

También harán fuerte hincapié en el trabajo, cuando aproximadamente el 30 por ciento de la población está desempleada, según la última cifra del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Apuntarán a seducir a los moderados, aunque últimamente evitan esa palabra, que les resulta “blanda”, y prefieren referirse al “centro mayoritario”.

En este contexto, no se descarta que Alberto Fernández visite el laboratorio Richmond, donde se fabrican las vacunas “Sputnik Vida”, y que Rodríguez Larreta defienda su posición sobre la educación presencial, a horas que comiencen las clases en las aulas bonaerenses. El Presidente y el jefe de gobierno que quiere serlo no perderán un minuto para mantener su agenda pública y preservar sus respectivos espacios de poder.

 

Por Brenda Struminger

 

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