Por: Nelson Castro. El Gobierno le sirvió a la oposición una plataforma ideal para la defensa de la universidad pública. Un rejunte que podría derivar en algo orgánico.
El Gobierno le regaló a la oposición un escenario perfecto al cual subirse. La masiva defensa de la universidad pública no necesita demasiadas explicaciones. La educación superior es un aspiracional que atraviesa todos los estratos sociales e ideologías. Esto representa un valor profundamente arraigado en la gente. Es un valor que viene de la historia.
El tema universitario es de una enorme complejidad, de la cual la mayor parte de la clase política vernácula no tiene la más mínima idea. La universidad no se limita solo a transmitir conocimientos, sino también a generarlos a través de sus institutos de investigación. A ellos hay que agregar que, en muchos casos, brinda también servicios como ocurre con los hospitales que de ellas dependen.
En 2001, antes del estallido de la crisis que acabó con el gobierno de Fernando de la Rúa, una de las medidas que propuso el entonces ministro de Economía Ricardo López Murphy consistía en recortar el presupuesto universitario en 2 mil millones de pesos-dólares con el objetivo de equilibrar las cuentas públicas. La reacción adversa que provocó esta medida que no se llegó a implementar fue de tal envergadura que hizo insostenible la permanencia en el cargo del hoy diputado nacional. Aún en la actualidad, hay gente que se lo recuerda.
El principal error que comete Javier Milei es no tener una cabal comprensión de lo que sucede en la base, es decir, con los estudiantes, los docentes y los investigadores. Ellos son ajenos a los tejes y manejes políticos que ocurren en los ámbitos de poder de las altas casas de estudios en las que también existen nichos de corrupción que deben ser combatidos. También una situación inédita que se da con la creciente cantidad de estudiantes extranjeros que cursan sin ningún arancelamiento. Son estudiantes que vienen aquí, se forman y gradúan para luego regresar mayoritariamente a sus países. Pero cualquier esquema superador debe alcanzarse con las aulas universitarias abiertas y sin poner en riesgo cada una de las actividades antes descritas.
El Presidente y sus funcionarios creen que las universidades son bastiones de la oposición. Es verdad que en esta marcha de alcance nacional hubo más aparato político partidario. Pero si piensan que los dirigentes políticos y sindicales –varios de ellos verdaderamente impresentables– que se subieron a la marcha son su esencia es un grosero error. Entre los que estuvieron cantando “vamos a volver” estuvo Sergio Massa adecuadamente rodeado – y protegido – por un grupo de militantes del Frente Renovador. Es increíble la amnesia que a veces nubla las mentes de una parte de la sociedad. Solo así se explican los gritos de apoyo que recibió el exministro inflacionario de algunos de los concurrentes. Parece que nadie recordó que, no bien asumió Massa dispuso un recorte de 50 mil millones de pesos al sistema educativo. Qué importante es hacer memoria, aunque –a veces– la realidad regala postales que ayudan a recordar. Un ejemplo fue el efusivo abrazo del tigrense con el exsecretario de comercio Guillermo Moreno, que también participó de la marcha.
“No hay plata”, esgrimen desde el oficialismo para fundamentar su cerrazón a cualquier acuerdo con los rectores que signifique una concesión a sus reclamos. Sin embargo, sí había plata para dar vuelo al armado de los servicios de inteligencia, asignándoseles la friolera de cien mil millones de pesos en calidad de gastos reservados. ¿Cómo se explica eso?
Al día de hoy, el Gobierno no tiene los votos para evitar que el Congreso revierta el veto presidencial. Más allá de esto, hay una concepción del ejercicio del poder inquietante. La creencia de que se puede gobernar a base de los DNU y de los vetos es producto de la falta de diálogo y de la búsqueda de acuerdos. En esto, el oficialismo también es errático y contradictorio. ¿Cómo se entiende, si no, el acuerdo con el kirchnerismo para dejar de lado el proyecto para limitar las reelecciones indefinidas de los caciques sindicales?
La necesidad tiene cara de hereje. La falta de peso legislativo terminó por disparar la reunión secreta entre Santiago Caputo y el expresidente Mauricio Macri. La tensión entre el PRO y la Libertad Avanza volvió a elevarse luego de que el propio Macri durante una reunión que había mantenido el jueves con el bloque de senadores de su partido dejó claro sus diferencias con el veto que había firmado Milei contra la Ley de Financiamiento Universitario. El encuentro en las oficinas de Caputo fue tenso. “Se sinceraron y limaron algunas asperezas, pero no hubo grandes avances en construir un bloque más homogéneo”, dijo una fuente libertaria al tanto del resultado de la reunión. “No se detestan, pero pega en el palo. Ambos saben que deben convivir”, aseguró sin anestesia un hombre del partido amarillo. El expresidente sigue convencido de que sus interlocutores en el Gobierno no tienen palabra. “Son educados, te dicen lo que querés escuchar, pero después hacen lo que se les canta”, recordaron. El problema de fondo no es de fácil resolución: Caputo cree que el PRO ya agotó su momento político y no tiene mucho para aportar. Mauricio Macri lo sabe perfectamente y cree que el asesor estrella actúa como una especie de filtro que no puede doblegar.
Mientras unos y otros se sacan chispas, en el Gobierno no parecen haber advertido algunas de las postales que la marcha universitaria les dejó. Más allá de la presencia esperable de Massa, Lousteau, Rodríguez Larreta y distintos miembros de La Cámpora, la sorpresa la dio Cristina Fernández de Kirchner. Todo ese rejunte opositor podría transformarse en algo orgánico más pronto que tarde si los números de la economía y el mal momento que atraviesa la mayoría de la gente no se revierten en el corto plazo. El Presidente debería tomar nota de este nuevo escenario.
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