Escenas y gestos personales reflejan cómo atraviesan personalmente el jefe de Gobierno y la exministra el corto camino que queda hacia las elecciones del 13 de agosto. Las interpretaciones encontradas sobre las consecuencias nacionales de las primarias en Santa Fe, el porqué de la discusión pública de esta semana y la posibilidad de un búnker compartido la noche de los comicios.
Mauricio Caminos
Horacio Rodríguez Larreta no estuvo tranquilo en las horas previas a la aplastante victoria del radical Maximiliano Pullaro en las PASO de Santa Fe. Durante todo el fin de semana preguntó varias veces desde Buenos Aires cómo daban las bocas de urna y las mesas testigos, porque no quería que fuese en vano su viaje de la noche del domingo. El jefe de Gobierno calcula al detalle cada movimiento de su campaña, intentando no dejar nada librado al azar. Ya había tenido que aceptar el pedido del precandidato a gobernador de no pisar la provincia para evitar nacionalizar la campaña. “Es un hombre muy ansioso. También calculador cuando se pone un objetivo. Te diría que es como un robot”, apunta un dirigente de su extrema confianza a elDiarioAR.
Tampoco Patricia Bullrich la pasó bien. Tragó bronca con la derrota de Carolina Losada. A su lado aseguraron que el resultado en contra estaba cantado desde hace tiempo, pero que la exministra de Seguridad tuvo que aceptar la postulación de la senadora por imposición de Mauricio Macri. No es la primera vez que actúa así el expresidente, que hoy está en Europa. El disgusto –que el domingo se encendió por algunos modos personales de Losada– acompañó a la presidenciable del PRO varias horas más: durante su periplo a Córdoba entre el martes y el miércoles, Bullrich demostró algunas reacciones de nerviosismo y explícito enojo. Según supo elDiarioAR, hace tiempo dejó de practicar yoga y no hace terapia.
Las escenas de Larreta y Bullrich desnudan el impacto del poder en la vida de los dirigentes. También revelan sobre qué andariveles personalísimos se puede estar encarrilando el futuro de la Argentina. Fue tan larga la campaña y está tan cerca la fecha de las PASO, que la política también se siente con las tripas. “Es la primera vez que siento incomodidad. Ya no me importa si ganamos o no. Solo quiero que sea 14 de agosto”, dice una voz muy involucrada en el devenir de Juntos por el Cambio. Bromea que está “tachando los días” para que llegue el domingo 13 de las primarias.
Esta semana, Larreta comió pizza con Lousteau en la calle Corrientes.
En medio de ese nerviosismo que se palpa en cada trinchera, la espuma volvió a brotar entre el alcalde y la exministra. La interna se recalentó cuando las principales figuras de Bullrich acusaron a Larreta de complicidad con el kirchnerismo, de “inyectar miedo” y de faltar a la “buena convivencia democrática”. Fue una carta explosiva como respuesta al lilito Juan Manuel López, quien aventuró que un gobierno bullrichista puede terminar como el de Fernando de la Rúa en 2001.
Fiel a su estilo, Larreta optó por esquivar el bulto. Alguien que lo conoce asegura que no tiene madera para las polémicas. Por eso cuando lo hace, queda expuesto. Bullrich, en cambio, parece disfrutar ese juego. La misiva de sus alfiles buscó –implícitamente– contrarrestar la imposición mediática de que el gran ganador del domingo en Santa Fe fue el jefe de Gobierno.
“Nos afecta la lectura de la ola larretista. Porque en Santa Fe no ganó él, sino que ganó Juntos por el Cambio”, admite un operador bullrichista, que marca que el perfil de Pullaro es más parecido al de la exministra que al del alcalde. Al fin y al cabo, el santafesino estuvo al frente del área de Seguridad provincial en el gobierno de Miguel Lifschitz (2015-2019), los mismos años del mandato nacional de Macri. Ayer Larreta se mostró con él para lanzar desde Rosario sus propuestas sobre seguridad.
Bullrich, el miércoles por la mañana en el aeropuerto de Córdoba, junto a Damián Arabia, su mano derecha y precandidato a diputado nacional por CABA.Tesis y antítesis
En la Ciudad existe la tesis de conectar la victoria santafesina con los batacazos opositores de San Juan –con Marcelo Orrego a la cabeza– y San Luis –a favor de Claudio Poggi–. Explican que fueron dos casos en los que ganó cierta idea de ampliación política, como la que pregona Larreta: el gobernador puntano electo, por caso, salió del riñón peronista de los Rodríguez Saá. También fueron campañas muy provincializadas, pero apuntaladas desde CABA por el joystick del jefe de Gobierno.
“Hay una trazabilidad de la gobernabilidad. Ganó la ampliación, no lo puro”, teoriza un importante armador de Larreta. Y agrega futuros casos para validar su hipótesis: la ciudad de Córdoba el domingo próximo, donde aparece como favorito el radical Rodrigo de Loredo –de la facción de Martín Lousteau, aliado al alcalde–, y las provinciales de Chubut el 30 de julio, con el senador del PRO Ignacio Torres cerca de arrebatarle el poder al PJ.
En el búnker de La Piba tienen su antítesis. Si bien Pullaro arrasó en la provincia, destacan que en las localidades santafesinas más importantes ganaron los candidatos referenciados con ella y Losada: Pablo Javkin en Rosario, Juan Pablo Poletti en Santa Fe capital, y Leo Viotti en Rafaela.
Por eso en el bullrichismo están convencidos de que su campaña enfocada en el perfil duro de Bullrich es la correcta, al menos hasta las PASO. Chocan ahí con la idea de “ampliación” de Larreta. “Mientras más voces busques representar, menos representas”, dicen. “El acuerdo es con el 70% de la sociedad, no de los dirigentes”, graficó Damián Arabia, mano derecha de Bullrich, en una reciente entrevista con el sitio MDZ Online.
En el larretismo cuestionan que la estrategia de su rival “es de baja densidad” y que su propuesta va a seguir “trabando la política”. Ejemplifican con el panorama actual del Congreso, donde el oficialismo no tiene mayoría y está imposibilitado de sacar leyes importantes, aunque tampoco la oposición cuenta con suficiente número para romper esa inercia. “El gobierno tiene que ser de coalición, y no sólo una coalición parlamentaria”, apuntaló una de las espadas legislativas que tendría Larreta en caso de ganar la elección.
Más allá de la disputa y de su supuesta intransigencia, Bullrich admite –por lo bajo– que si triunfa en las PASO al primero que va a llamar será a Larreta. Gane quien gane, necesitará al rival para llegar a la Rosada en las generales o en el balotaje. Por ahora, los puentes diplomáticos entre sí están totalmente rotos. Queda nomás esperar al 14 de agosto porque, aunque hay gestiones para que así sea, hoy parece inverosímil que la noche del 13 ambos precandidatos compartan el búnker.
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