Por Juan Pablo Varsky
El Pabellón 3 de Ciudad Universitaria estaba repleto aquel martes 3 de julio de 1990. El examen de Antropología para completar el Ciclo Básico Común para la carrera de Ciencia Política podía esperar. A las 6 de la tarde, aproximadamente, el italiano Aldo Serena tomó carrera para rematar el último penal de la serie.
Si lo erraba, Argentina pasaba a la final del Mundial. Si lo metía, el equipo de Bilardo tenía una chance más, ya que los italianos habían comenzado pateando. Después de los seis aciertos iniciales, Goyco le había atajado a Donadoni y Maradona había engañado a Zenga. Por eso el match point. Serena la cruzó con la zurda, más fuerte que esquinado. Hacia allí fue el héroe. Alcanzaba con rechazarlo. Aún me asombra que no haya dado rebote ante ese pelotazo. El Pabellón 3 explotó. Nos abrazamos entre amigos, conocidos, desconocidos, odiados, enamorados y deseados. Finalistas por segundo Mundial consecutivo y eliminando al local en la Nápoles de Diego.
Tenía 19 años. Internet no existía. Apenas si teníamos teléfono de línea en nuestras casas. El fax era el avance tecnológico del momento, junto con unos teléfonos móviles grandes y pesados como ladrillos. El correo electrónico, los mensajes de texto, las redes sociales, los celulares inteligentes, el Skype, las tablets, las netbooks, la vida misma online estaban lejos hasta de Isaac Asimov o Ray Bradbury. Tampoco había canchas de fútbol cinco para salir de la virtualidad. Jugábamos en la calle o en los potreros.
Estoy bien lejos de la nostalgia y mucho más cerca del progreso. No quiero hacer una evocación melancólica. Se trata simplemente de una descripción de lo que me tocó vivir. Cambió nuestro mundo. Pasaron 24 años. Salen de mi memoria 24 futbolistas. Ariel Ortega, Cholo Simeone, Juan Sebastián Verón, Gabriel Batistuta, Fernando Redondo, Hernán Crespo, Matías Almeyda, Roberto Ayala, Piojo López, Pablo Aimar, Javier Zanetti, Gabriel Heinze, Marcelo Gallardo, Esteban Cambiasso, Juan Pablo Sorin, Javier Saviola, Walter Samuel, Gabriel Milito, Nicolás Burdisso, Lucho González, Kily González, José Chamot, Carlos Tevez y Juan Román Riquelme. Jugadorazos que han formado parte de planteles mundialistas y que no pudieron llegar a semifinales. La generación post-Maradona, la que preparó Daniel Passarella. En River y luego en la selección con Gallego y Sabella de ayudantes.
Los chicos formados por José Pekerman, campeones mundiales juveniles en Qatar 95, Malasia 97 y Argentina 01. Los potrillos con el molde Bielsa. "No quiero comer más mierda", les dijo Javier Mascherano a sus compañeros antes del partido ante Bélgica. No sólo hablaba por él y por sus socios en las frustraciones de Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Sin quererlo, claro, también representaba a estos enormes jugadores que nunca pudieron disfrutar de un momento como éste.
Un país nuevo está descubriendo estas sensaciones. El 71% del padrón electoral que votó en las legislativas de 2003 es menor de 45 años. Más de la mitad tiene menos de 40. Diferentes consultoras aseguran que diecisiete millones de argentinos nunca vieron al seleccionado en esta instancia de Mundial. Tengo 43 años. Es mi sexto Mundial como periodista. Mañana, por dos horas, el Itaquerao será el Pabellón 3..
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