Por: Jorge Fontevecchia. Las palabras del Presidente en la última apertura de sesiones ordinarias del Congreso generaron una sintomática serie de reacciones en la oposición, como si compitieran a ver quién se sentía más agraviado.
“Títere autoritario”, escribió el presidente del bloque de diputados de JxC, Cristian Ritondo. El diputado Martín Tetaz contó: “Traje un anillo digital para contar cada una de las mentiras del discurso del Presidente”. La senadora Carolina Losada: “Sabe que está mintiendo”. El diputado y exárbitro Héctor Baldassi: “Le sacaría una roja” a Alberto Fernández. La diputada de la Coalición Cívica Mónica Frade: “El Presidente y su cerebro transitan por caminos que no se cruzan”. El diputado José Luis Espert: “Disneylandia”. El diputado Fernando Iglesias tuiteó su propia foto sentado de espaldas al Presidente en su banca, y escribió: “No lo insulto, lo describo”.
Jorge Macri: “La cizaña del Presidente para enfrentar a los argentinos no tiene fin”. El diputado Maxi Ferraro: “El Presidente busca enfrentar a argentinos con argentinos”. El diputado Juan Manuel López: “Un presidente bipolar”. El diputado Mario Negri: “La pelea de Alberto Fernández con la realidad es total”. Waldo Wolff: “Se va tocando el violín en su propio Titanic”. El diputado Sebastián Salvador: “El discurso del Presidente fue lamentable”. Y la diputada Beatriz Ávila: “Por suerte, fue el último discurso de apertura de Alberto Fernández. Se cree un gran estadista, cuando es un títere de Cristina Fernández”.
Martín Lousteau y su bancada de diputados, al igual que Javier Milei, se retiraron en medio del discurso reprobando las palabras del Presidente sobre el fallo de la Corte Suprema en contra de la Ciudad de Buenos Aires. En paralelo, se quedaron republicanamente tanto el presidente como el vicepresidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkratz, así como el propio jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, verdaderos agentes de lo que criticaba Alberto Fernández.
Algunos títulos de las notas de los medios seguían la misma tendencia de los legisladores opositores: “El Presidente navega en una tormenta de contradicciones”. “El último discurso de un presidente en su burbuja”. “Lamentable diatriba”. “Aislado y confinado al autoelogio”.
Mientras que para la mayoría de los críticos del discurso de Alberto Fernández, el Presidente se extraviaba tratado de congraciarse con la vicepresidenta y sus partidarios girando hacia la izquierda. Otros títulos de columnas de análisis de los medios fueron: “El discurso de Alberto Fernández ante el Congreso dejó un fuerte sinsabor político en las filas del kirchnerismo”. Y: “Alberto Fernández en el Congreso: abucheos, chicanas, cruces y desplantes al Presidente”, en sintonía con el militante K que arrancó el afiche que pedía la reelección de Alberto Fernández en la puerta del Congreso al grito de “afuera los traidores”.
A pesar de ser una de las legisladoras que se retiraron antes de que finalizara el discurso de Alberto Fernández, la diputada Graciela Camaño, con su habitual ubicuidad, sintetizó: “El país no está tan mal como dice Cambiemos ni tan bien como dice el Gobierno”. Visión ponderada que quizá solo sea posible en quien no compite por un cargo en las próximas elecciones. Graciela Camaño anunció que no buscará su reelección, después de 32 años ocupando cargos públicos.
La altisonante –y contradictoria– reacción que generó el discurso del Presidente en la oposición (incluso interna) podría tener como móvil el de tratar de opacar una herramienta proselitista que pudiera lucir como eficaz, a los fines de la próxima competencia electoral, y que el Presidente no salga bien parado, para lo cual le tuvieron que haber asignado posibilidades a que Alberto Fernández termine presentando en las PASO de agosto su precandidatura a la presidencia por un segundo mandato (desde la interna) y de que se le asigne alguna competitividad electoral del Frente de Todos en las elecciones de octubre. Sorprende que con un 100% de inflación la oposición precise seguir horadando el papel del Gobierno. Habla, en alguna medida, de las debilidades propias y de los conflictos internos por espacios de poder de sus propios dirigentes.
Que un discurso dirigido a los protodestinatarios termine produciendo más efectos en los contradestinatarios dice mucho más de los reactivos al mensaje que de su emisor. Como bien sostenía Eliseo Verón en su canónico La semiosis social, es el receptor quien termina dándole sentido al mensaje, más allá de la intención del emisor.
En una sociedad atravesada por la divergencia y la confrontación agonal de sus actores políticos y mediáticos, probablemente no se pudiera esperar nada diferente.
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