Anabel Fernández Sagasti, la custodia de los intereses de Cristina Kirchner en el Senado

Anabel Fernández Sagasti, la custodia de los intereses de Cristina Kirchner en el Senado

Con 35 años, la senadora mendocina preside la estratégica Comisión de Asuntos, por donde pasan los pliegos de jueces, fiscales, embajadores y los ascensos militares

Lealtad y admiración sin cortapisas son dos de los atributos que Cristina Kirchner pondera en sus seguidores y que, sumados a una dosis importante de astucia e inteligencia política, han convertido a la mendocina Anabel Fernández Sagasti en una de los brazos ejecutores del poder de la vicepresidenta en el Senado.

No en vano con tan solo 35 años, nació el 3 de abril de 1984 en Godoy Cruz, Fernández Sagasti se ha convertido en vicepresidente del bloque de Frente de Todos y, más importante aún, en la presidenta de la Comisión de Acuerdos.

Se trata de uno de los cargos que siempre ha significado poder en la Cámara alta (por allí pasan los pliegos de jueces, fiscales y embajadores y los ascensos militares), pero que adquiere una mayor significación en medio de la tensa relación del kirchnerismo con la Justicia. Desde ese sitial, tendrá la misión de conducir el debate del pliego de Daniel Rafecas para la Procuración General.

El ascenso de Fernández Sagasti responde a la lógica de poder que guía parte las relaciones de la expresidenta. Lealtad, química y respuesta sin lugar para la disidencia que han llevado a que esta joven mendocina sea hoy una de las pocas personas en el Senado con línea directa y trato diario con Cristina Kirchner.

La relación con la actual vicepresidenta nació como un flechazo a mediados del primer mandato presidencial de Cristina Kirchner, cuando la joven Anabel, de seno familiar peronista, abrazó la causa kirchnerista para no soltarla más y se convirtió en una de las primeras militantes de La Cámpora en la provincia cuyana .

Así, con apenas 27 años, llegó en 2011 a la Cámara de Diputados. Cuatro años después y tras haberse ganado la confianza de Máximo Kirchner se convirtió en presidenta de la Comisión de Juicio Político, desde donde ofició de ariete de la ofensiva kirchnerista para desplazar a Carlos Fayt de la Corte Suprema a partir de evaluar el estado de salud del nonagenario magistrado. La jugada, muy criticada por todo el arco opositor, quedó en la nada en medio de la campaña electoral y el fuerte desgaste que afectaba a un gobierno en retirada.

Como buena kirchnerista es reacia a hablar con la prensa, sobre todo a la que considera "hegemónica". Pero, a diferencia de muchos de sus compañeros de La Cámpora, dilata o rechaza los convites periodísticos con diplomacia.

Que su norte político es Cristina Kirchner no solo lo demuestra su devoción política. También se trasluce en su intento por emular el tono sardónico y ácido que caracterizan a las intervenciones discursivas de la expresidenta.

No alcanzó la gobernación

Como la vicepresidenta, en el campo político es muy adepta a la confrontación, aunque no siempre le da buenos resultados. De hecho, ese perfil fue una de las causas que convergieron para dar como resultado la derrota como candidata a gobernadora del PJ a manos del radical Rodolfo Suárez , el año pasado.

Si bien para aspirar a la gobernación se impuso en la interna del PJ, el triunfo electoral en la provincia es, por el momento, una cuenta pendiente. Cuatro años antes, en medio de la retirada kirchnerista, la suerte le fue esquiva cuando encabezó la boleta de senadores nacionales, ingresando a la Cámara alta por la minoría. Nunca reconocerá que en ambos reveses subyace una cuestión de piel de los mendocinos con los modos y la praxis política del kirchnerismo que ella encarna.

Diez de sus 35 años lo pasó en pareja con Lucas Ilardo, militante de La Cámpora como ella, pero como matrimonio duraron menos de un año. Sin embargo, la separación sentimental no perjudicó la relación política, tanto que, ya como exmarido, Ilardo fue el año pasado su jefe de campaña.

Antes de entrar a la política grande, en sus épocas de estudiante, fue lavacopas y todavía algunas fiscales y juezas mendocinas recuerdan cuando con una valija a cuestas vendía mallas y lencería por los pasillos de los tribunales de Mendoza, trabajo con el que colaboró a pagar una parte de los gastos de sus estudios universitarios que concluyeron con un título de abogada. También es martillera pública y corredora de comercio.

 

Comentá la nota