El senador sale en busca del delasotismo herido para sumarlo al proyecto nacional y enfrentar al schiarettismo en las urnas, con un ojo puesto en 2023.
El senador nacional Carlos Caserio es el hombre de confianza del gobierno nacional en Córdoba y el encargado, junto a la camporista Gabriel Estévez, del armado albertista en un territorio hostil para el Frente de Todos. Su desafío es sumar a delasotistas heridos y heridas para medirse con el peronismo oficialista provincial en las elecciones de medio término, pero también para pensar en 2023. A dos semanas del cierre de listas, en la Casa Rosada se ilusionan con sumar otro voto cordobés para el bloque después de diciembre.
El interruptor que hizo saltar la térmica de la unidad en el PJ local se activó en 2019, cuando el gobernador Juan Schiaretti se desmarcó del resto de los mandatarios peronistas al no encolumnarse tras la fórmula nacional de los Fernández.
Ese malestar ya se venía gestando previamente, a partir de la buena sintonía entre mandatario cordobés y el expresidente Mauricio Macri. A eso se le sumó la tensa relación que el cordobés mantuvo con el gobierno nacional, especialmente, durante las presidencias de Cristina Fernández de Kirchner. Esos fueron los desencadenantes para que comenzara el despegue de las filas cordobesistas hacia un armado albertista en el justicialismo local.
“Tenemos ideas distintas. A nosotros no nos dio lo mismo (perder las elecciones de 2015), teníamos que ganar la Argentina porque la reconstrucción del país es primero, para luego reconstruir Córdoba”, explicó un referente que responde a Caserio para apuntalar el éxodo de dirigentes peronistas de Hacemos por Córdoba (HxC) a las filas del Frente de Todos (FdT), que él comanda.
Las piezas comenzaron a moverse y la voluntad de unidad partidaria, que se buscó proyectar en el inicio del mandato, fue diluyéndose en el tiempo. Por ello, la estructura territorial del Frente de Todos cordobés empezó a desplegar sus filas, a través de cada sector que lo integra.
Más allá de que la coalición que lidera Fernández en Córdoba tiene diversas vertientes y cada una organiza su militancia, la Casa Rosada depositó principalmente en Estévez, líder local de La Cámpora, y Caserio el armado del albertismo cordobés que incluyó, entre otras cosas, la distribución de los cargos nacionales en la provincia.
Entre esos dos dirigentes se dividen la confianza de las figuras del gabinete nacional que discuten, junto a Fernández, las estrategias políticas y electorales de Córdoba. Dentro de esa lógica, Estévez está más cerca del cristinismo, pero el histórico líder del departamento Punilla cuenta con mayor poder de despliegue territorial, cualidad que suma por partida doble: adicionando dirigentes al FdT y restándole poder al schiaretismo.
El interior en disputa
Dirigentes “caseristas” estiman que cuentan con una base de “80 intendentes” que responden a su sector, a los que habría que sumarles los que aportan La Cámpora y también Martín Gill, secretario de Obras Públicas de la Nación e intendente en uso de licencia de Villa María, por lo que calculan tener el apoyo de 120 jefes comunales. Entre los de mayor peso se encuentran los departamentos de Punilla, Santa María y Colón.
Además, dirigentes albertistas aseguran que hay quienes, si bien han manifestado su adhesión al proyecto del Frente de Todos, al tener responsabilidades de gestión, no pueden, por ahora, “sacar los pies del plato” por la dependencia de sus administraciones de la caja provincial.
Un histórico referente destacó, en este sentido, que se trata de una elección nacional en la que la mayoría de los gobiernos locales no tienen interés, ya que “no juegan a nada”, por lo que “el compromiso con el proyecto se define también con miras hacia 2023”.
“Muchos dirigentes van a esperar hasta el último tramo de la gobernación de Schiaretti antes de dar el portazo. El 2023, será sin dudas el momento bisagra para el verdadero reacomodamiento del peronismo cordobés, por ahora, muchos apoyos no serán visibles”, explicitó una fuente justicialista en diálogo con Letra P.
Capital, divino tesoro
Casi la mitad del electorado cordobés está en la ciudad de Córdoba, terreno históricamente esquivo al peronismo, bastión político de la diputada Alejandra Vigo y recuperado por el intendente Martín Llaryora en 2019.
Para dar pelea en ese punto neurálgico, hay varias figuras clave, desde gremialistas hasta referentes históricos del peronismo local que vienen realizando encuentros por Zoom con la militancia y Caserio.
Olga Riutort, exsecretaria general del gobierno de José Manuel de la Sota, trabaja de lleno, aunque en silencio, en las seccionales más populosas de la Capital. También se suman el exintendente de La Cumbre Rubén Ovelar, actualmente a cargo del PAMI Córdoba, secundado por el dirigente de dilatada trayectoria y cargos ejecutivos en los gobiernos delasotistas Dante Heredia, que busca engrosar y fortalecer la militancia capitalina.
El frente gremial también suma su aporte moviendo sus bases. A Juan Monserrat (docentes nucleados en UEPC), Hilda Bustos (Gráficos), Héctor Morcillo (Stia) y Raúl Ferro (Bancaria) se suma el actual diputado nacional y titular de la CTA Pablo Carro. Hace algunas semanas, el titular del gremio de Comercio, Pablo Chacón, quien fuera referente del massismo en Córdoba, anunció su salida del FdT para sumarse a las filas shciarettistas.
Bloque de bloque
En la Legislatura cordobesa, Caserio cuenta con una decena de adhesiones de legisladores que integran el mayoritario bloque oficialista, una suerte de bloque albertista dentro de la bancada de Hacemos por Córdoba. Se trata de dirigentes que accedieron a las bancas luego de que, en las últimas elecciones, el kirchnerismo bajó su lista para cargos provinciales. Esta tropa parlamentaria, encabezada por Mariana Caserio, hasta el momento se mantiene “en armonía” dentro del oficialismo, pero le permite al referente albertista agitar por lo bajo el fantasma de una eventual ruptura del oficialismo.
Integran ese team Miguel Maldonado (del departamento Punilla), Walter Saieg (Santa María), Rodrigo Rufeil (ahora a cargo de Ferrocarriles Argentinos Sociedad del Estado), Carlos Presas (Colón), Laura Labat (Tercero Arriba), Franco Miranda (Río Cuarto), Gustavo y María Eslava (Río Seco) y Tania Kyshakevych (Ischilín).
Matemática electoral
“En cualquier encuesta de Córdoba el antikirchnerismo tiene entre 50 y 60 puntos. Entre Schiaretti y nosotros nos repartimos el 40%. El que saca el 21% gana”, especuló una dirigente del espacio que sostuvo que el escenario de la polarización llevará agua para su molino.
“¿Por qué van a optar por Schiaretti en Córdoba en una elección nacional? Si para votar en contra de Alberto y de Cristina tienen al original, eligen a Juntos por el Cambio”, planteó otro dirigente, que estipuló que el objetivo es ampliar el núcleo duro K local.
En ese sentido, estimó que “va a ser una elección pareja” y que aún hay que ver qué sucede en la interna que se está desatando en Juntos para el Cambio, hacia adentro del macrismo (entre halcones y palomas), en la interna de la UCR y con la dupla Gustavo Santos y Luis Juez.
“Cambiemos gobernó muy mal. Fue el peor de los gobiernos que tuvimos, que le hizo pagar a la gente un ajuste feroz para no cambiar nada, para favorecer a grupos concentrados y nunca reconoció nada, ni pidió disculpas”, cerró un albertista.
Por Magdalena Da Porta
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