Manejaron sumas cuantiosas, operaron en paraísos fiscales y muchas sacaron sus ahorros del país tras la crisis de 2001; representan el 25% de los clientes
Las cuentas secretas del HSBC en Suizaofrecen una realidad argentina singular: las amas de casa criollas figuraron como el oficio más común entre quienes giraron fondos a Ginebra.
Manejaron millones de dólares, operaron en paraísos fiscales y en ciertos casos realizaron viajes de negocios, aunque no llegaron al nivel de sus compañeras de oficio internacionales, que llegaron a acudir a las más coquetas fiestas sociales con reyes y princesas.
Mujeres de entre 55 y 60 años que se definen a sí mismas como "amas de casa" conforman, en efecto, el número más representativo de clientes que giraron fondos a Ginebra desde la Argentina. Con otro rasgo adicional: muchas sacaron sus ahorros del país huyendo del fin de la convertibilidad, el corralito, el corralón, el default y todo lo que vino después.
De hecho, el 41% de las cuentas secretas de argentinos en el HSBC en Suiza se abrió entre 2000 y 2002. Sólo durante ese último año -el primero de Eduardo Duhalde como presidente interino- se abrieron el 24% de las cuentas. Otro pico fue 1997. ¿Por qué? ¿Influyeron acaso los coletazos de la llamada "Crisis del Tequila" de 1994? ¿O los primeros síntomas de agotamiento de la convertibilidad?
Esos dos grandes picos de aperturas muestran, además, montos de ahorros muy distintos. Así, mientras que el promedio de fondos -al momento en que Falciani se llevó la información del HSBC- entre las cuentas de argentinos abiertas en 1997 trepó a US$ 10,8 millones, bajó a US$ 1,6 millones entre quienes huyeron del país en 2002.
En cuanto a los oficios, el dominio de las amas de casa -que entre los 4620 clientes de la Argentina ronda el 25%- repite la tendencia global del HSBC. También son la mayoría entre los 106.498 clientes de todo el mundo.
¿Dos casos planetarios que descuellan? La princesa saudí Lolowah al-Faisal Al Saud y la empresaria americana Mary Wells Lawrence, que también se presentaron de ese modo ante el HSBC. Pero la situación de otras varias amas de casa fue más preocupante: en realidad se trataba de criminales condenados y traficantes de armas encubiertos.
Éstos y otros datos figuran en la ficha que cada nuevo cliente debía aportar al abrir una cuenta en el HSBC, según surge de la base de datos que obtuvo el diario francés Le Monde y compartió con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, en inglés), que integra LA NACION. Entre otros, nombre, edad, teléfono, dirección, profesión, fecha de apertura y cierre de la cuenta, último movimiento, registros bancarios de otros países y los montos que ha manejado cada cliente.
Así, en la columna "profesión" figuran algunas curiosidades, como en el caso de Amalia Lacroze de Fortabat, la argentina con más dinero declarado en el HSBC Ginebra con US$ 101 millones, que se calificó "sin profesión", aunque en la Argentina se definía como empresaria, filántropa, funcionaria, coleccionista de arte y mucho más.
Después de las amas de casa, entre los argentinos se destacan otros dos rubros -estudiantes y jubilados-, aunque los nombres más salientes corresponden a empresarios, como Juan Carlos Relats, y banqueros, como Raúl Moneta. Pero también queda margen para sorpresas: desde una profesora de yoga hasta una enfermera e, incluso, una "cortadora de diamantes".
En los registros de las cuentas argentinas también aparece un número elevado de integrantes de la comunidad judía local. Eso respondería al traspaso de la clientela del banco de los hermanos Safra a nivel global, responsable a su vez de la filial en Ginebra que ahora quedó bajo la lupa.
Asimismo, el argentino medio que eligió llevar su dinero al HSBC Ginebra tenía, en promedio, 57 años. Pero hay desde jóvenes de 22 años hasta un anciano de 107. Hay una gran camada de clientes que operaron, como máximo, 500.000 dólares, aunque la mayoría de las cuentas registradas son de entre uno y cinco millones de dólares.
Sin embargo, el caso de Miguel Gerardo Abadi es la excepción que confirma esa regla. El contador argentino que vive en Londres es el número 1 mundial de la lista que filtró el técnico informático del banco HSBC Hervé Falciani con un saldo de US$ 1100 millones, aunque el administrador del fondo de inversión Gems reconoció que llegó a manejar hasta US$ 6700 millones.
La Argentina es el séptimo país con mayor cantidad de clientes registrados en el HSBC de Ginebra entre 2006 y 2007, por encima de países como Alemania, Estados Unidos y Rusia, entre otros. Sin embargo, el país se ubica en el séptimo lugar entre los clientes de todo el mundo, por encima de otros que cuadruplican su cantidad de habitantes y que multiplican las variables macroeconómicas.
En cambio, si la lista se ordenara por cantidad de dinero depositado en las cuentas suizas, la Argentina ocuparía el 21°, con US$ 3505 millones. El caso de Venezuela es ejemplificador: tiene la mitad de clientes que la Argentina, pero diez veces más cantidad de dinero (ocupa el tercer lugar mundial).
Los datos brindados por Le Monde/ICIJ revelan que se trata de US$ 102.000 millones en 2006-2007 en la sucursal Ginebra del HSBC. De esos fondos, más de US$ 31.000 millones son de clientes latinoamericanos, una de las regiones con más peso en la lista.
Sólo horas después de que los medios convocados a París por Le Monde e ICIJ comenzaron a revelar este domingo sus cuentas secretas, el HSBC admitió "fallas" en su filial suiza. "Reconocemos y somos responsables de fallas de cumplimiento y control en el pasado", por sus estándares "significativamente menores". Admitió que "un número de clientes podría no haber cumplido totalmente con sus obligaciones impositivas aplicables", pero afirmó que su banca privada, y en especial su sucursal en Ginebra, afrontó "una transformación radical" en los últimos años.
Una última particularidad: aunque la mayoría de los argentinos operó sólo en Suiza, un 25% trianguló a través de terceros países. Uruguay -con un estricto secreto bancario- fue el país más elegido por esos clientes; lo siguió Estados Unidos, Israel y España. Luego aparecieron, en menor medida, direcciones en paraísos fiscales como Bahamas, Isla de Man, Islas Vírgenes, Luxemburgo y Mónaco.
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