En el llano, el exjefe de gobierno porteño aprovecha el plan de gobierno que tenía preparado y ofrece su know how a mandatarios; la llamada de Patricia Bullrich
Delfina Celichini
Horacio Rodríguez Larreta mantiene un bajo perfil y evalúa sus próximos pasos. Después de ocho años como jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, y tras perder la interna presidencial de Juntos por el Cambio (JxC) con Patricia Bullrich -actual ministra de Seguridad-, hoy camina con pies de plomo. Sin dejar de lado la hiperactividad que lo caracteriza, arma una fundación o think tank político, brinda asesorías a gobiernos subnacionales y pone el foco en explotar su principal activo: la gestión.
En paralelo, mira de reojo las disputas de poder dentro de Pro y no descarta alejarse por completo. La posibilidad de un acuerdo entre el partido amarillo y el gobierno de Javier Milei, con quien tuvo contrapuntos públicos de alto voltaje, deja a Rodríguez Larreta a metros de un portazo. El hecho de que quien se encamine a conducir este proceso sea Mauricio Macri, su mecenas inicial y verdugo final, contribuye al exilio silencioso del espacio en el que desarrolló su carrera política. El vínculo con el expresidente nunca volvió a recomponerse después de que apoyara implícitamente a su exrival en la interna presidencial.
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Lo sufrió también Bullrich, a quien Macri le brindó un tímido respaldo tras el abrumador resultado obtenido por Milei en las primarias. El expresidente le envió guiños al libertario cada vez que pudo y limó la confianza de la candidata de su partido durante la segunda parte de la campaña presidencial. Con el desembarco del economista en la Casa Rosada, la tensión entre Macri y Bullrich escaló. La puja por ocupar espacios en el flamante Gobierno terminó de dinamitar los puentes entre ellos y, según pudo saber LA NACION, hasta hoy la relación sigue muy tirante.
Mauricio Macri y Patricia BullrichRicardo Pristupluk
Por eso, a la ministra de Seguridad no le cae en gracia que el exmandatario sea el próximo presidente de Pro. Sin la fuerza suficiente para hacerle frente por sí misma, Bullrich intentó acercar posiciones con Rodríguez Larreta para contrapesar la injerencia de Macri en el partido. A pesar de que el diálogo entre los exrivales existió, no condujo a nada. “Horacio está más afuera que adentro”, señaló a este medio una persona de su entorno, quien descartó la posibilidad de que el exalcalde porteño dispute la candidatura de Macri.
El foco de Rodríguez Larreta está puesto en aprovechar el plan de gobierno que preparó al detalle con sus equipos técnicos frente a la entonces posibilidad de aterrizar en la Casa Rosada. “Tenía definidos todos los pasos a seguir durante los primeros días de gestión para no perder tiempo”, confió un colaborador. Ese know how es lo que hoy se encarga de divulgar en los gabinetes de intendentes y gobernadores cercanos. “Es como una masterclass”, señalan. Su embrionaria fundación, que todavía no tiene nombre, tendrá también la impronta del gerenciamiento político y será la herramienta a través de la cual materializará sus ideas. No resucitará el Grupo Sophia, antiguo semillero de cuadros políticos ligados con el exjefe de Gobierno.
Horacio Rodríguez Larreta y Mauricio Macri, durante la asunción de Jorge Macri al frente del gobierno porteñoRodrigo Néspolo
Con ese foco viajó en las últimas semanas a San Luis, donde manda Luis Poggi, gobernador de extracción peronista de Juntos por el Cambio. También lo hizo a Santa Fe para colaborar con la administración del radical Maximiliano Pullaro, cercano a Martín Lousteau; así como a la ciudad de Mendoza, donde se reunió con el intendente Ulpiano Suárez, dirigente de la UCR vinculado al mandatario provincial Alfredo Cornejo. Según pudo saber LA NACION, tiene planeado en los próximos días visitar al gobernador de Entre Ríos, Rogelio Frigerio, en Paraná. Lejos de la Capital Federal, donde cimentó su base política, hoy Rodríguez Larreta recorre el país y prioriza una agenda federal.
“Horacio no cambia sus convicciones porque perdió”, subrayó una persona cercana al exalcalde porteño, quien hace hincapié en que la búsqueda de consensos con diferentes fuerzas políticas sigue siendo para el dirigente Pro uno de sus principales axiomas. Por eso, contrasta con una significativa porción de sus colegas partidarios -incluso muchos de sus antiguos aliados en la interna-, que endurecieron sus posturas ante la irrupción de Milei, quien movió el eje de la discusión política hacia los extremos.
Frente a la posibilidad de que se concrete un acuerdo Pro-La Libertad Avanza, los dirigentes que todavía manifiestan sintonía con Rodríguez Larreta esperan a conocer los términos y condiciones del acercamiento con el oficialismo para mover sus fichas. “Es una conversación de cúpulas, nadie sabe nada”, señaló a LA NACION una legisladora referenciada con el exalcalde. A pesar de estar de acuerdo con la mayoría de las reformas que plantea Milei, son refractarios a los modos del Presidente, a quien consideran que opera sobre los márgenes de la institucionalidad.
“Se tiene que definir una hoja de ruta. No es sumar por sumar”, enfatizó un diputado amarillo sobre la posible convergencia con los libertarios. Si se detalla el cómo y se fijan criterios comunes de acción, es probable que los bloques Pro en el Congreso prioricen la cohesión y no se desgranen por el acuerdo con el oficialismo. Sin embargo, la explosividad del Presidente, así como de parte de su gabinete, podría ser un punto de quiebre para algunos dirigentes, que miran de reojo la imprevisibilidad del Gobierno. Si esto pasara, los brazos de Rodríguez Larreta estarían abiertos para recibir a los próximos desilusionados.
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