El presidente intenta convertir el deliberado silencio de CFK en un hecho institucional que le permita tomar decisiones clave de Gobierno sin depender del consentimiento expreso de la vicepresidente
Fernando Gray, Juan Manzur y Matías Kulfas -como aparecen en la fotografía oficial- pasaron largas temporadas en el desierto peronista por una sentencia política de Cristina Fernández de Kirchner. El intendente de Esteban Echeverría, el jefe de Gabinete y el ministro de Desarrollo Productivo no comparten los métodos personales que ejecuta la Vicepresidente para consolidar cuotas de poder y los tres enfrentaron -con suerte adversa- a la líder natural del kirchnerismo duro.
Manzur, Kulfas y Gray saben como funciona el poder y no creen que sea un cliché la frase “una imagen vale mil palabras”. Por eso, en plena inauguración de un supermercado en Esteban Echeverría, no dudaron en posar con un serrucho, una pala y un pico. Obviaron las palabras, pusieron su mejor cara de poker, y apenas se permitieron una sonrisa cómplice.
A pocos kilómetros del conurbano, en su piso de la avenida Juncal, la Vicepresidente cavila sus próximos pasos políticos. Tiene escaso contacto con Alberto Fernández, cambia figuritas con Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” de Pedro, y prepara su regreso institucional para el nueve de diciembre.
Ese día, Cristina conducirá la última sesión del Senado con quórum propio del justicialismo. Será la escenificación de su propia derrota electoral: de un bloque de 41 integrantes, se pasará a una bancada de 35. La diferencia exacta que media entre la virtual escribanía política que CFK administrará hasta el 9 de diciembre, a una Cámara Alta que deberá negociar todos sus proyectos para evitar la parálisis institucional.
Alberto Fernández diseña un método de gestión que propone una disminución constante y sistemática de la incidencia de la vicepresidente en los actos de Gobierno. El jefe de Estado se apuntala sobre los movimientos sociales, la CGT, los intendentes del conurbano que enfrentan a La Cámpora -Gray por ejemplo-, al menos 8 gobernadores que ya padecieron a CFK -liderados por Manzur- y un número aún gaseoso de diputados y senadores nacionales.
Manzur ayer pronunció un largo discurso ante importantes empresarios de la Argentina. Fue una pieza política que explicitó las ideas programáticas del Presidente y dejó tres conclusiones que permiten entender hacia adonde se dirige la administración del Frente de Todos versión Alberto Fernández.
No hubo mención a CFK, planteó la necesidad de explorar distintas variables para pagar al Fondo Monetario Internacional (FMI) y reivindicó los acuerdos corporativos para enfrentar las crisis económicas. Fue una exhibición pura y dura del peronismo, cuando el poder y el establishment doméstico tratan de discernir qué pasará con la troika partidaria que protagonizan Alberto Fernández, Cristina y Sergio Massa.
El Presidente considera clave la negociación con el FMI para consolidar su poder interno. Sabe que la Vicepresidente aguarda un tropezón en ese escenario para regresar a la toma de decisiones, y ya lee con ironía que un peón de CFK escriba en su blog que no es más que un gerente a la espera de las órdenes que llegarán desde la Cámara Alta.
Desde esta perspectiva, Alberto Fernandez considera que Martín Guzmán y Kulfas son piezas esenciales para esta etapa del Gobierno. Guzmán negocia la deuda de 44.000 millones de dólares con Kristalina Georgieva, mientras que el ministro de la Producción enfrenta al ala kirchnerista que desembarcó con la única misión de congelar precios.
El titular del Palacio de Hacienda enfrenta un trabajo complejo. Georgieva, el staff y el board del FMI no tienen intenciones de abrir la mano a favor de la Argentina, y la negociación está a merced de una decisión política que debe asumir Joseph Biden.
Alberto Fernández libra una batalla silenciosa con Cristina Fernández para transformar la tregua política post electoral en un método de ejercicio de poder que limite la ofensiva sistemática del Senado, La Cámpora y el Instituto Patria.
En Balcarce 50 aguardan el topetazo de CFK. No saben cuándo será, ni en qué consistirán. Sólo tienen una certeza: no creen que haya tablas.
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