Alberto Fernández, culpable de nada

Alberto Fernández, culpable de nada

Lo puso CFK y los problemas de su gestión eran de raíz exógena. El patriarcado, el porteño más federal y el peronista más honesto. La contracción como modelo.

Por Sebastián Iñurrieta.

Fue un clásico meme de Twitter en la pandemia. Un Alberto Fernández con cara de resignación, despeinado por una situación que lo supera, se lamenta entre dientes: "¿Qué pasó ahora, la puta madre?". La imagen sirvió para cimentar una idea de la presidencia Fernández para exculparlo: era el incierto contexto el que generaba los problemas, no su gobierno.

El exmandatario había estado ajeno a todo lo que le sucedía desde que Cristina Fernández de Kirchner anunció que sería el candidato de un peronismo que necesitaba unidad. Pero fue la pandemia, inédita para la Argentina y para los demás 192 países que Integran la ONU. Cualquier problema de gestión era culpa del covid-19, después de la guerra en Ucrania y, por último, de la sequía. Todos, factores exógenos. La culpa es del otro.

La culpa no es de Alberto Fernández, dice Alberto

"La gente advierte que nos está pasando de todo y que los problemas no paran", explicó el meme el mismo Fernández en mayo de 2023. En la cuarentena llegó a tener 93% de imagen positiva; para el momento de resignar su reelección, no tenía ni el 10% de ese guarismo.

El concepto (poco) teórico de estar meado por un mamut como argumento defensivo no sirvió para blindarlo de todo. El vacunatorio VIP abrió la primera grieta en la coraza: por ese escándalo, echó al ministro de Salud, Ginés González García, sin darle la oportunidad de defenderse, algo que el peronismo y quienes se alejaron de su círculo íntimo más tarde se lo reprocharían. Después llegó la foto del cumpleaños de Fabiola Yañez en Olivos. De nuevo, los culpables de sus males eran otros, mi querido Ginés, mi querida Fabiola.

Quien se jactó de haber derribado el patriarcado terminó con una denuncia por violencia de género, así como al más federal de los porteños el grupo de gobernadores del peronismo fue a ver en 2023 para que bajara a Daniel Scioli de una interna y aceptara que Sergio Massa fuera el candidato de CFK y, por propiedad transitiva, de la unidad. De licencia, Fernández sigue siendo el presidente del PJ nacional, pero, al fingir demencia ante ese dato, no puede decirse que ahora le soltaron la mano porque desde mucho antes del 10 de diciembre ya lo saludaban de lejos.

"¿Qué hice ahora, la puta madre?", podría haberse preguntado Fernández el sábado, cuando le anticiparon que se destaparía el escándalo que amenaza con terminar no sólo su carrera, sino cualquier chance del peronismo de ser competitivo el año que viene frente a Javier Milei. El team libertario, cuyo ADN está lleno de contradicciones, logró señalar con el dedo la ironía de que el creador del Ministerio de la Mujer está acusado de pegarle a su pareja.

"Es lo último que faltaba", se lamentó un dirigente peronista esta semana. Lo anteúltimo había sido que al Fernández que se vanagloriaba de no figurar en causas de corrupción K a pesar de sus cinco años como jefe de Gabinete (primero con Néstor, después con Cristina) lo estuvieran investigando por tráfico de influencias. Se promocionaba como el peronista más honesto.

Ambas eran las banderas que enarbolaba el albertismo para dejar como legado de una gestión grisácea. No por la predicción del hombre gris de Benjamín Solari Parravicini, el Nostradamus argentino, que Santiago Caputo lleva tatuada en su piel, como cuenta Melisa Molina en Anfibia.

En público, Fernández niega haber protagonizado un episodio de violencia contra su expareja: en su comunicado prometió probar "lo que realmente ocurrió". En privado, desliza teorías de operaciones en su contra. Apeló al manual de todo político: que el grupo fulano se la tiene jurada, que pisó intereses de mengano... Visto desde afuera, suena a intento de darle trascendencia a una gestión que los propios quieren olvidar y los ajenos la usan para hacer campaña a su favor.

Al peronismo no le sale una bien y queda preso de sus contradicciones: a la de Alberto se le suma la incomodidad de la autoproclamación de Nicolás Maduro. A futuro, el celular de la exsecretaria María Cantero puede esconder aún muchos más escándalos entre sus chats.

A Milei, por ahora, le resbalan las polémicas en medio de una administración que, con sus improvisaciones, sigue siendo alimentada con el combustible del optimismo: el 53% de la sociedad sigue creyendo que la economía estará mejor dentro de un año, según la última encuesta de D'Alessio IROL.

El PJ deberá actualizar el meme. Debe ser Juan Domingo Perón quien se pregunte: "¿Qué pasó ahora, la puta madre?".

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