El Presidente considera que su proyecto de reelección no sólo inmuniza al Gobierno del “Síndrome del Pato Cojo”, sino que además interpela al kirchnerismo como facción dominante en el Frente de Todos.
Por: Román Lejtman.
En la soledad de Olivos, Alberto Fernández resiste el calor de los últimos días de verano y el dolor de una hernia que lo atacó cuando iba a una cena que organizó Daniel Scioli, mientras prepara su plan de batalla política con las escasas piezas propias que aun controla desde el Poder Ejecutivo. Es un momento paradójico en la situación del Frente de Todos: el caos interno licúa la influencia de Cristina Kirchner y permite al Presidente soñar con su candidatura en las PASO, aunque ya asumió que no tiene los votos indispensables para vencer en un eventual balotaje.
Esta certeza política no transformó a Alberto Fernández en un suicida institucional. Al contrario. El jefe de Estado considera que las variables que condicionan una carrera electoral pueden mutar con el tiempo y que una certeza en marzo se puede transformar en una duda kantiana que interpela la creencia de su inevitable derrota en los comicios presidenciales.
Es decir: Alberto Fernández jugará hasta el final su sueño de reelección, resistirá los embates constantes y simultáneos de todo el kirchnerismo y sólo declinará su voluntad personal cuando los votos demuestren que su ciclo en el Gobierno se agotó.
Dos frases del Presidente, que deslizó en un cónclave organizado en Olivos, permiten exhibir su estado político:
-”Si Cristina me trae un rubio de ojos azules, que es descendiente del Che Guevara y sabe economía, yo me bajo. Con eso seducimos a la clase media, tenemos a La Cámpora satisfecha y podemos derrotar a la inflación”.
-”El peronismo tiene 35 por ciento del electorado. Cristina el 20 por ciento, Sergio y yo, el restante 15. Ella está bajando y mis votos con Sergio son fungibles. Entonces, yo puedo ganar en las PASO al candidato que ponga Cristina, y después me tocará juntar los votos que me permita vencer en el balotaje”.
Daniel Scioli y Sergio Massa aguardan las definiciones políticas de Alberto Fernández y CFK para tomar sus propias decisiones electorales
Esos cálculos electorales que argumenta Alberto Fernández para sostener su candidatura responden ciertos objetivos estratégicos que se trazó para desgastar la influencia interna de CFK. El Presidente que cree que la Vicepresidenta y el kirchnerismo ya cumplieron su ciclo en el Justicialismo -como en su momento Héctor Cámpora, Carlos Menem y Eduardo Duhalde, por ejemplo-, y que la insistencia en mantener su nominación acelera las contradicciones partidarias y abre una posibilidad para otra renovación peronista.
El jefe de Estado sostiene que su retirada anticipada del tablero político implicaría conceder a Cristina y La Cámpora un espacio de maniobra que sería inmediatamente ocupado para manipular las decisiones de los otros protagonistas del Frente de Todos. En este sentido, Alberto Fernández cree que funciona como una cuña de poder entre el kirchnerismo duro y los gobernadores, intendentes y determinados líderes sociales que ya no quieren la conducción vertical de CFK.
Aunque el Presidente asume su peso relativo interno también considera que la resistencia a Cristina juega a favor de su propia candidatura. “Si yo estoy, ella no puede avanzar. Pero eso no quiere decir que sumo todo el apoyo del peronismo que no la quiere ni en figuritas”, confiesa Alberto Fernández a los contertulios que llegan a Balcarce 50.
Ya no es un secreto de Estado que el Presidente y la Vicepresidenta no se hablan y conspiran para derrotar al otro. Se trata de una batalla palaciega que inunda la Casa Rosada y el Parlamento y que presupone un desenlace hacia mediados de mayo. Esa presunción opera como un dogma que es aceptado en el Frente de Todos, y ahora los cálculos internos apuntan a dilucidar cómo sería el epílogo de la batalla interna y cuál sería el destino inmediato de Alberto Fernández y Cristina.
En Balcarce 50 descartan una ruptura del Frente de Todos, evalúan a Eduardo “Wado” de Pedro como el posible candidato de CFK y presuponen una intensa y secreta negociación para acomodar la integración de las listas que competirán en las PASO de agosto. En esa negociación por las listas -a nivel nacional y provincial- jugarían todo su volumen interno Alberto Fernández, Cristina y Sergio Massa.
En el Senado, el Instituto Patria y La Cámpora tienen una mirada diferente. No desechan la ruptura interna si Alberto Fernández no arría su candidatura, y empujan a la Vicepresidenta para que trepe al primer lugar del ticket electoral. Por ahora, Cristina juega en contra de Alberto Fernández y aún no decidió su próxima movimiento para evitar que una eventual derrota del peronismo predisponga su jubilación política.
Máximo Kirchner y Axel Kicillof durante un acto partidario en el conurbano bonaerense
A diferencia de otros combates internos, Alberto Fernández ya no duda en desplegar sus argumentos para explicar la supuesta declinación política de CFK y la presunta mediocridad intelectual de Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” de Pedro. Es lo que pensó siempre, pero ahora siente que debe explicitarlo como una parte básica del razonamiento político personal que justificaría la preservación de su candidatura presidencial.
El Presidente escuchó el discurso de Cristina cuestionando la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y criticó su análisis técnico respecto a los vencimientos previstos para el pago deuda publica y privada durante los próximos años. Alberto Fernández refuta que la negociación fuera un fracaso y elogia las gestiones de Massa frente a Kristalina Georgieva que evitaron el pedido de un waiver al FMI.
“Es la primera vez que el Fondo flexibiliza sus propias exigencias y no resuelve la situación vía waiver. Y eso es un triunfo de Sergio (Massa), que La Cámpora se niega a reconocer y que Cristina oculta”. opinó el presidente en Olivos.
Alberto Fernández también le critica a CFK su utilización del pensamiento académico de Mariana Mazzucato, una economista influyente a nivel global que accedió al Presidente a través de Martin Guzmán, cuando era titular del Palacio de Hacienda. Mazzucato escribió “El Estado Emprendedor”, un libro clave en esta época signada por la crisis geoeconómica, que Alberto Fernández leyó hasta el índice.
La economista da clases en University College of London, chatea con el Presidente todas las semanas y comparte tribunas académicas con Guzmán, que recuperó el diálogo con Alberto Fernández tras su renuncia en julio de 2022. Hace unos meses, Mazzucato cenó en Olivos junto a Joseph Stiglitz y el ministro Massa, e impactó por su mirada del mundo, las cadenas de valor y las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania.
Mazzucato, Stiglitz y Guzmán en un panel académico que compartieron en la Universidad de La Plata
La insistencia de Alberto Fernández respecto a su probable candidatura no sólo apunta a sellar la trayectoria política de Cristina. Su objetivo también es que La Cámpora no se transforme en la facción del peronismo que suceda naturalmente a la Vicepresidenta en la conducción del Frente de Todos. El jefe de Estado reconoce la vigencia del peso propio de CFK en el Justicialismo, pero cree que su nominación puede colaborar con el fin de ciclo de CFK y bloquear la sucesión -vía dedo índice- de Máximo Kirchner y sus satélites internos.
Alberto Fernández asegura que a Máximo Kirchner no le da la talla para suceder a la Vicepresidenta en el peronismo y que Wado de Pedro será incapaz de acumular poder interno para robustecer su precandidatura a presidencial. El jefe de Estado sostiene que puede vencer al kirchnerismo en la primera sección electoral de Buenos Aires, que tiene empate técnico en la tercera sección y que la mayoría de los gobernadores -antes de aceptar la conducción de Cristina- optarán por validar su nominación en las PASO.
En Olivos y en el Senado no hay una sola encuesta o paper reservado que valide el juicio electoral de Alberto Fernández en las dos secciones claves del conurbano, y menos todavía que ciertos gobernadores peronistas le hayan indicado al Presidente su potencial alineamiento electoral frente a una eventual presión interna y vertical de CFK.
Cuando termina de explicar en Olivos su estrategia frente a Cristina y La Cámpora, el Presidente reconoce que su nominación corriendo en el tiempo también sirve para inmunizar al gobierno del denominado “Pato Cojo”, un síndrome político que acelera la fecha de vencimiento de las administraciones cuando el vacío de poder convierte en papel picado todas las decisiones de un jefe de Estado.
En este contexto, Alberto Fernández sufre un pinza política. La Vicepresidenta conspira en su contra y su mandato termina en 245 días. Él no puede frenar todos los movimientos de la guerra subterránea y pública que despliega CFK y tampoco ha demostrado capacidad para aplacar la inflación, la pobreza y la caída de las reservas del Banco Central.
Batalla palaciega, crisis económica y fin de mandato es una combinación que complica la estrategia electoral del Presidente. Sólo su resiliencia ha logrado detener -hasta ahora- el proceso que lleva a la instancia del Pato Cojo.
Se trata de un enfrentamiento asimétrico: el tiempo hace estragos cuando el material político sufre agotamiento y la renovación planteada desde el poder ni siquiera cumple con la premisa básica que Giuseppe Di Lampedusa describió en El Gatopardo.
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