A un año del inicio del cronograma, el presidente y la vice operan en clave electoral y se asumen como rivales. Fernández trata de convertir su resistencia en un mérito. La vice retoma el control pleno del dispositivo K. El fetiche Guzmán y la amenaza libertaria que por ahora solo detectó Juntos.
A 420 días del cierre de listas para las presidenciales de 2023, que salvo una reforma o algo peor, será la medianoche del sábado 24 de junio del año próximo, Alberto Fernández y Cristina Kirchner ya funcionan en lógica electoral. No es inédito para un gobierno que puede abrazar la tesis de la campaña permanente que patentó Dick Morris, consultor del ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y asesor de varios locales, como Eduardo Duhalde o José Luis Espert.
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Pero la razón es otra: antes que la furia opositora, y a destiempo con la demanda callejera, el Frente de Todos (FdT) escaló muy rápido a la instancia de la pelea electoral que en la foto ubica al presidente y la vice como rivales y duelistas en una primaria del panperonismo, es decir en el mismo paragüas electoral. Para que eso ocurra se requiere una ingeniería de diálogo y pactos que hoy está rota o es muy endeble.
Una versión, imprecisa pero que menciona a Kamala Harris, vice de EEUU, habla de un potencial viaje de Cristina. Alberto Fernández viajará a Los Angeles a la Cumbre de las Américas y tendría una bilateral con Joe Biden.
La secuencia del vínculo político y personal entre los Fernández excede la categoría de Jorge Luis Borges sobre las amistades inglesas que empiezan por excluir la confidencia y muy pronto omiten el diálogo. El vínculo entre los compañeros de fórmula tuvo un brevísimo romance inicial, derivó en una crisis silenciosa de las bilaterales en Olivos, escaló al reproche público vía cartas y discursos, luego agregó renuncias -amenazas y efectivas- y destratos, y derivó en un teléfono roto que nadie, parece, quiere arreglar.
Disputa total
Ahora se destrabó otro nivel. Los Fernández empezaron a moverse para una disputa abierta, en todos los frentes, pero sobre todo en uno: la construcción de un esquema político como antesala para un diseño electoral. Todo ocurre, además, a la luz del día: Fernández incorporó a su discurso, hasta acá solo en encuentros políticos, que la elección del 2023 no está perdida.
Alberto remoza el #Hay2023 para contrarrestar la letanía que Cristina repite en charlas privadísimas, y sus voceros multiplican, de que con esta política económica por delante acecha la irreversible derrota electoral, el despoder y otro período de repliegue y resistencia.
Fernández, que más de dos años después de asumir, aceptó un formato y un protocolo, multiplicó sus visitas al conurbano y los viajes al Interior, y retomó la micro campaña de cercanía que activó en la previa de la general del 2021 a sugerencia del consultor Antoni Gutierrez Rubí, una de las pocas piezas del rompecabezas frentodista con terminales en todas las tribus.
Si la dinámica de orden interno y de comunicación la ejecutó Gabriela Cerruti, que expandió sus dominios en el área de Medios, el gurú catalán está detrás de otras líneas que van de asuntos de gestión, como sugerirle a Fernández que incorpore en su agenda la cuestión de la salud mental (un tema central, post pandemia, en Europa), hasta ejes políticos como el de contrarrestar el discurso derrotista de Cristina.
Milei, ¿un problema para el FdT?
Para Rubí, que anduvo por Buenos Aires en estos días, el factor más intrigante de la política argentina es la irrupción, en alza, de Javier Milei, fenómeno que por ahora solo detectó como problema Juntos por el Cambio (JxC). En la reunión de esta semana de su cúpula -una suerte de terapia grupal- se habló de Milei y lo incluyeron en su comunicado. En los días siguientes la conducción de JxC siguió rumiando sobre qué hacer con el libertario porque el problema no es Milei, sino el voto de Milei. El consultor Ignacio Ramírez define al libertario como “hijo del PRO” y de ahí hace una diagonal para advertir que la fractura de JxC no es de dirigentes, sino de votantes.
¿Los que simpatizan, por desencanto general con Mieli, son más antipolítica o antikirchneristas?, se pregunta Ramirez y pone en duda la tesis cambiemita de que los votos de Milei, en una polarización extrema, van a preferir a JxC antes que a FdT. Quizá lo hagan en un balotaje pero no está claro que eso ocurra en la general. Es lo que olfatea Patricia Bullrich, quizá la que mejor decodifica la dimensión del fenómeno Milei: comparte votantes con él. Un integrante de la mesa de Juntos hace una advertencia más delicada: teoriza, con datos en la mano, que en la captura de pantalla de Argentina de esta hora, el mapa político dejó de ser bipolar y ahora se reparte en tres tercios: FdT, JxC y Milei.
El libertario altera el radar cambiemita y hasta obligó a Elisa Carrió a abandonar el autoexilio en Exaltación de la Cruz. ¿Hasta qué punto puede convertirse en una amenaza para el FdT? Rubí, con fines más analíticos que de consultoría, estudió el caso de Marine Le Pen en el balotaje francés donde, además de la distinción de voto rural versus voto urbano, y los rangos etarios aparece otro dato que puede convertirse en un problema para el peronismo: la mejor performance de Le Pen fue en los sectores con menores ingresos.
Subyace algo en el alerta analítico de Rubí sobre Milei, que quizá todavía el catalán no quiere decir, pero que se entrevió en el 2021: de los 4 millones de votos que perdió el FdT en 2021 respecto al 2019 -más allá de que las traslaciones entre legislativas y presidenciales no es del todo rigurosa- fueron votantes jóvenes que alimentan la expansión de Milei y sectores medios bajos -más allá de los “motoqueros de Rappi” que dijo Alejandro Catterberg- que suman desencantos y migran al libertarismo.
Fue una tendencia que detectó la consultora Fixer, cuyo director es Sebastián López Perera, a mediados del 2021: que los sub 20 y sub 30 que apostaron a los Fernández huían hacia otras expresiones, Milei y el FIT, aunque con los meses se comprobó algo que parece obvio: la novedad es el libertario y no la izquierda tradicional.
El informe de abril de #OpinaArgentina, la consultora de Facundo Nejamkis, que suele medir para el oficialismo, aporta un dato que explica el alerta no dicho por Rubí: ante la pregunta a qué espacio votaría para presidente si las elecciones fuesen este domingo, el 32% dice Juntos, el 24% lo haría por el FdT y el 21% por los libertarios. No solo confirma la tesis cambiemita de los tres tercios sino que, aunque este sea un mal momento del oficialismo, asoma la hipótesis inquietante de un Milei con chances de entrar en el balotaje y relegando al peronismo. Es cierto que falta mucho y, sobre todo, el FdT está en plena ebullición, pero es un escenario posible. A modo de registro: hace dos meses, Federico Aurelio, de ARESCO, planteó por primera vez a un Milei competitivo a nivel nacional, con 17% de intención de voto que, proyectados los indecisos, llegaba a 20 puntos con el FdT ronda los 34.
Encuesta de #OpinaArgentina
Gustavo Córdoba, de Zuban Córdoba, va más lejos: “Hoy Milei no tiene límites y puede llegar a ser presidente. Habrá que ver como reacciona la política porque Milei es un problema para todos”.
Dos datos más. Un dirigente, con despacho en CABA pero militancia e intereses en una provincia del interior cercano, mandó a medir y se encontró con que el FdT pierde por 15% y que Milei, aunque lejos, roza el 10% de la intención de voto, en particular entre jóvenes. El cordobés Luis Juez cuenta a sus socios de JXC que en las barriadas de Córdoba aparecen votantes de Milei que, asegura, “antes votaban al kirchnerismo”.
Es interesante mirar Córdoba, cuna del antikirchnerismo, la provincia del país donde Mauricio Macri tiene mejor imagen y donde aparece un fantasma que explica el despliegue de Juan Schiaretti para despegarse de la Nación. El informe de febrero de la consultoa CB, de Cristian Buttie, muestra que el cordobesismo podría perder la elección.
Consultora CB sobre la elección en Córdoba
Fue en Córdoba, el último viernes, donde Fernández hizo otro movimiento electoral: en una reunión cerrada con unos cien jefes comunales del peronismo de esa provincia, pareció hablarle a Cristina Kirchner al pedir “que nadie baje los brazos porque el 2023 no está perdido. Está perdido si nosotros queremos darnos por perdidos”. “Si al pueblo le decimos que perdemos, le fallamos,. Ni derrota ni vencidos”, arengó el presidente en modo campaña permanente.
No fue la primera vez: lo había dicho una semana atrás en José C. Paz y a fin de la semana que pasó planteó algo parecido, más vinculado a la gestión, en un video que envió a un encuentro de Barrios de Pie, la organización social que comanda Daniel Menéndez: “no tengan dudas que estamos en el camino correcto”, frase que se interpretó como una defensa de Martín Guzmán, la figura que está en el centro de la disputa política del FdT.
Derrotas y demás
“Al peronismo no le gusta el mensaje de Cristina y La Cámpora que la elección está perdida. No le gusta porque el cristinismo también es responsable de lo que pasa”, apunta un funcionario que traduce el mensaje de Alberto. Hay, en lo que emite Cristina, algo anómalo para el peronismo y para una figura tan vinculada al poder: nadie da por perdida una elección un año y medio antes de que ocurra.
Entonces ¿por qué lo hace? La explicación más lineal es que buscan que Alberto corrija un rumbo que juzgan errado. La tarea de advertir que esto, como va, termina mal. “Alberto no debería ser tan dramático y entender que cambiar un ministro, o dos, es natural en medio de una crisis”, explican desde el cristinismo más puro. La semana que pasó, además de Andrés “Cuervo” Larroque, ametrallaron en el mismo sentido las dirigentes Juliana Di Tullio y María Teresa García, que conocen tanto a Cristina que no necesitan hablar con ella para saber qué decir.
Larroque rompió a pedradas la tregua que duró diez días y anticipó la lluvia ácida sobre Guzmán, que se convirtió en un trofeo en la interna de los Fernández. El presidente está decidido a sostener al ministro porque su posición consiste, en estos tiempos, en construir un mérito en la resistencia ante las críticas K. Si cada parrafada contra Guzmán afirma al ministro en su cargo ¿por qué el cristinismo insiste con esa táctica?
“Es hablar y marcar nuestra diferencia profunda, o callarnos y que parezca que está todo bien. Estamos obligados a plantear que esto termina muy mal”, apunta una fuente cristinista que asume esa emboscada y, sobre todo, que refleja la impotencia de Cristina frente a un escenario que, con el teléfono roto con Alberto, no parece poder modificar según su parecer.
En el PJ circuló en estas horas la versión de que hubo un sondeo desde el Gobierno a Roberto Lavagna para ocupar el cargo de Guzmán. O, al menos, para escuchar su opinión sobre qué figura sugeriría el exministro para reemplazar a Guzmán. En Olivos dicen que, aunque Fernández tiene relación con Lavagna, no existió ni la oferta ni la consulta sobre lo nombres. Cada fin de semana Guzmán escucha versiones sobre su salida o sus posibles sucesores.
El tercer socio del FdT, el Frente Renovador de Sergio Massa, también intervino en la disputa pública a través de Cecilia Moreau, que también tiene mucha relación con Máximo Kirchner. En el massismo hablan de ciclo terminado y de que no hay ministro de Economía que sobreviva con 6% de inflación por mes.
Cristina conducción
El viernes que viene, a media tarde, Cristina recibirá una distinción en la Universidad Nacional de Chaco. Dará un discurso, cuyo contenido siempre genera expectativa, y se mostrará con el gobernador Jorge “Coqui” Capitanich. Hay varios datos para desglosar. La vice, que se vio dos veces en un mes con el embajador de EEUU, Marc Stanley, y con la jefa del Comando Sur Laura Richardson, vuelve al mercado interno, mientras circula una versión de un posible encuentro suyo o de una persona de su más estrecha confianza con Kamala Harris, la vicepresidente de Joe Biden. En paralelo, en junio, Alberto Fernández viajará a Los Angeles para participar de la Cumbre de las Américas y todo indica que tendrá una bilateral con Biden.
Cristina retomó el manejo absoluto del dispositivo K, que durante dos años le delegó a Máximo Kirchner, que tenía a su cargo tres tareas: hablar con Alberto, administrar la relación con Massa y fiscalizar a Axel Kicillof. Con su renuncia al bloque, Máximo dejó de ser algo más que el jefe de bancada. Es, ahora, una pieza de Cristina en el territorio clave: la provincia de Buenos Aires.
Pero la vice se hace cargo de la botonera y en esa lógica aparece su foto con Capitanich, un gobernador que ya se declaró con pretensiones presidenciales para el 2023. “Cristina va a apoyar a todos los que le hagan sombra a Alberto: Coqui, que primero tiene que ganar la provincia, sirve a ese fin”, explica un dirigente de diálogo fluido con el chaqueño.
El despliegue de Eduardo “Wado” De Pedro, que sobrevuela el barro de la interna doméstica, encaja en la misma lógica: hace gestiones para ordenar la cuestión bonaerense y evitar que se precipite una disputa que deteriore a Kicillof. La apuesta del gobernador es reelegir, pero asume que si Cristina le designa otra tarea, la acatará. Así y todo, Kicillof es la mejor oferta del FdT en la provincia para una aventura improbable: preservar Buenos Aires aunque se pierda la Nación.
Ocurrió una vez: en 1999, Duhalde, como candidato presidencial, aceptó sacrificar votos propios en la provincia para que ayudar a que gane Carlos Ruckauf, que compitió con tres colectoras: la del PJ, la de Domingo Cavallo y la de la UCeDé. De ese modo, con ofertas adicionales por el centro y la derecha, derrotó a Graciela Fernández Meijide, que llevaba en su boleta la fórmula presidencial ganadora: Fernando de la Rúa y Carlos “Chacho” Alvarez. Es en la provincia donde ahora está Milei y en expansión. Un problema que el peronismo todavía no asume como propio.
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