Desde su obra póstuma "De la estupidez a la locura" o "Crónicas para el futuro que nos espera" (Lumen/2016), Umberto Eco con su genialidad, sabiduría y sentido del humor característicos, ironizando deslizó: "Como toque de originalidad, en breve el agua será racionada".
Mucha carencia de agua confiable para el consumo humano, obedece a estupideces colectivas, derroches y mercantilizaciones descontroladas, lo que explica que siendo el nuestro uno de los países con buena dotación de agua potable, alrededor de un 20% de su población se encuentre sin poder obtener prestaciones de calidad en materia de agua y saneamiento, efectivos para satisfacer sus necesidades en plazos adecuados.
La Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) adoptó el 22 de diciembre de 1992 la resolución A/RES/47/193 por la que el 22 de marzo de cada año fue declarado Día Mundial del Agua.
El 28 de julio de 2010, a través de la Resolución 64/292, la misma Asamblea reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento, reafirmando que el agua potable y un concreto saneamiento, son esenciales para la realización de todos los demás derechos humanos, todo lo cual fuera ratificado en la Encíclica Laudato si (Sobre el cuidado de la casa común) donde el Papa Francisco el 24 de mayo de 2015 afirmó sin ambages, que "El acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Privar a los pobres del acceso al agua significa negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable" (30).
No es casual entonces que el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, precisamente el Día Mundial del Agua o 22 de marzo pasado, haya propuesto la adopción de medidas audaces para hacer frente a la desigualdad en materia de agua potable y saneamiento, como meta y guía de la labor encaminada a hacer efectiva la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Eso mismo reafirmó al asumir su flamante sucesor António Guterres nuevo Secretario General de la ONU para el periodo 2017-2021, cuando proclamó que la dignidad humana será el núcleo de su trabajo, porque siendo el agua potable y el saneamiento los mayores desafíos mundiales a afrontar, claramente sin tales recursos, no habrá dignidad ni agua ni desarrollos ni vida ni paz, para todos.
Cada 22 de marzo recordamos especialmente el día del agua, como un medio de llamar la atención sobre la importancia de este recurso natural esencial, así como asegurar en todo lo posible, una gestión más razonable y sustentable del mismo, en donde no haya más cabida para barbaridades como, por casos, el habitual y masivo derroche de hasta 20 litros de agua potable para vaciar cada poco de orina en cada inodoro, otros cientos para el lavado de autos, veredas y tales, todo lo que no es nada comparativamente con la locura mercantilista y abusos ruines que hacen de aguas seguras, especulativas prácticas industriales, mineras, agrícolas, frigoríficas, turísticas, etc.
Entonces nada mejor ante la crisis hídrica global provocada por la estupidez y la locura humana, que impulsar e incentivar una profunda educación ambiental (art. 41 CN.), acentuando todo lo atingente a una reconversión cultural y corresponsabilidad social en pos de lograr los más racionales usos, consumos y reservorios acuíferos, posibles.
Ante un creciente estrés hídrico con escenarios inéditos de escasez y agotamiento, es hora de comenzar a revertirlos -oportuna y contundentemente-, asumiendo mancomunada y cooperativamente nuestro deber ético, humano y de solidaridad intergeneracional, en todo lo concerniente al mejor y más racional aprovechamiento de agua potable o potabilizable, aun disponible.
Esto ya lo hace como pocos el Papa Francisco, quien estuvo perspicazmente detrás de su mini cumbre global: "El derecho humano al agua: aportes y perspectivas", la que tuvo lugar ahora no más, entre los días 23 y 24 de febrero en la Pontificia Academia de Ciencia del Vaticano.
Finalmente, como lúcidamente afirmara Umberto Eco: "Supimos muy bien cómo destruir países y ciudades, pueblos y civilizaciones, pero todavía no tenemos ideas precisas sobre cómo conciliar el bienestar colectivo, el porvenir de los jóvenes, la superpoblación del mundo y la prolongación de la vida; para todo lo cual el agua potable y el saneamiento, son vitalmente insustituibles.
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