Lo confesamos: estamos contando los minutos para ver si algún partido político se anima, a la vuelta de vacaciones de Semana Santa, a ponerse con el tema del agua del grifo en bares y restaurantes. La entrada en vigor de la ley que obliga a la hostelería a ofrecerla es una nueva oportunidad para revivir lo ocurrido con el tema de la publicidad de alimentos para niños o macrocranjas.
¿Se animará alguien a poner una foto rodeado de toneladas de botellas de plástico de agua? ¿Quién se vendrá más arriba y gritará algo tipo “agua embotellada o comunismo”? Es verdad que al no tratarse de una medida del ministro Garzón, hay que moderar las expectativas, pero confiamos mucho en la capacidad de algunos para hacer el ridículo.
De momento, es verdad, las reacciones y titulares están siendo bastante aburridos. Un repaso al kiosko permite intuir ciertas ganas de liarla por parte de algunas asociaciones de hosteleros a los que detalles como que sea una norma anunciada desde hace años, aplicada en muchos otros países o incluso en diversas zonas del país, les importa poco.
En La Rioja, por ejemplo, parece que van con la artillería pesada: apelando a lo mal que lo ha pasado la hostelería en los últimos años y cómo esto puede suponerles un gasto más. Hay que comprar jarras y vajilla, explican algunas asociaciones de hosteleros de la región.
Lo de las jarras, vale, ¿pero la vajilla? ¿Acaso hasta ahora el agua mineral se bebía de la botella y la Pepsi en copas Zalto? Porque, claro, a ver qué bar o restaurante conocéis en donde haya algo tan loco como vasos que puedan usarse para servir agua del grifo. Por surrealista que pueda parecer, es uno de los argumentos más repetidos por quienes se animan a criticar la medida.
En Aragón, leemos en El Heraldo, lo tienen claro: siempre se ha dado agua del grifo a quien lo pide. Igual el problema –como comentábamos hace tiempo– es tener que hacer una ley para recordar algo obvio y que en muchos países es un simple gesto de cortesía a quien se sienta a comer.
En el otro extremo, en Bilbao alguien ha descubierto que el agua era su principal fuente de ingresos con lo que, ahora que tienen que servir del grifo si alguien se la pide, ya no saben qué negocio van a hacer. No es una broma, es un titular de El Correo.
Igual es que este hostelero no ha entendido que hablamos de agua normal, no agua de Bilbao, nombre coloquial para el champán en la capital del mundo. Esa la puedes seguir cobrando, tranquilo. O a lo mejor es que regenta un bar muy extraño en el que espera que la gente llegue, se aposente en la barra y pida una jarra de agua del grifo para compartir y el periódico. Lo típico.
En Castilla y León hay división de opiniones entre quienes creen que estamos a la puerta de otra gran crisis hostelera por esta medida y los que no le dan mayor importancia. Eso sí, aquí los miedos y críticas puntúan doble porque, atención, desde 2016 ya existe una ley en este territorio que garantiza que el cliente puede tomar agua del grifo sin coste.
Un momento, ¿hay gente criticando algo que lleva más o menos operativo desde hace más de cinco años? Eso parece. ¿Algún bar o restaurante de Castilla y León o de Navarra o de cualquier otra zona donde ya existen desde hace tiempo normas parecidas ha tenido que cerrar o ha sufrido en sus cuentas por tener que ofrecer agua del grifo gratis?
Evidentemente no, pero estamos convencidos de que eso no serán argumentos suficiente para escuchar muchas tonterías en las próximas semanas.
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