La localidad, de la que Ascochinga forma parte, se quedó casi sin fuente de provisión. Preocupación porque es una zona turística.
Hoy, esos vecinos reciben agua con camiones una vez por semana, en el mejor de los casos. La de red llega muy escasa y sin presión, y entre los habitantes comienza a vislumbrarse un clima de conflicto por la obtención del recurso.
El problema se replica en casi toda esta localidad, que incluye la zona de Ascochinga, en las Sierras Chicas. Ahora, siendo un lugar turístico, se agudiza por la llegada de dueños de casas de veraneo y la ocupación de hoteles y cabañas.
“Estamos en una situación verdaderamente muy preocupante. Bajó drásticamente el arroyo San Miguel en Ascochinga y se perjudica la distribución de agua en toda la localidad”, explica el intendente, Carlos Ambrosich.
Por estas horas el municipio acarrea agua desde Colonia Caroya, con seis camiones cisterna y dos tractores, que reparte en los barrios. Pero el esfuerzo resulta insuficiente.
Se suma a este cuadro el retraso en la ejecución de una obra de mejora del sistema en barrio Ani Mí, que ayudaría a mitigar la falta del recurso en gran parte de la localidad.
Ambrosich agudiza su inquietud por la imposibilidad de garantizar el suministro regular a los establecimientos turísticos. “Priorizaremos el uso esencial del agua. Los pozos están secos, no podemos cumplir con el reparto en las casas, los cortes en el servicio ya son de más de 24 horas y al menos hoy no tenemos forma de asegurar que los hoteles y cabañas tendrán agua en el verano”, se sinceró Ambrosich, sin vueltas.
Testimonios. En su casa, Vicente Chacarelli, se lamenta, como viejo poblador del lugar. “El agua corriente, cuando llega, lo hace sin presión. Los pozos están completamente secos, y encima mucha gente sigue construyendo en toda la zona, sin control. El agua que llega a casa es sólo para cocinar y bañarse”, explica. “La falta de agua comenzó a notarse hace dos o tres años. Ahora, para colmo no llueve. Y pensar que antes acá lo que sobraba era agua”, reniega este habitante desde hace más de 40 años.
Liliana Aguirre es docente y vive sola: “Es muy triste lo que estamos viviendo, nunca pensé que nos faltaría el agua de esta manera. Tengo un amigo que me la trae en tachos y botellas, y lavo ropa en la casa de mi madre. El camión de la Municipalidad pasa cada siete días, pero si no estoy no me dejan nada. Vivo a 100 metros de vecinos que tienen pileta y yo me baño con un tarrito”, apunta.
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