Fernández sufre de gastritis erosiva producto del estrés. Siete días sin respiro combinados con máxima tensión en la interna doméstica.
Por Gabriela Pepe
Estaba conversando con Pedro Sánchez cuando sintió que le bajaba la presión. Por un minuto, el presidente Alberto Fernández tuvo un ligero vahído, pero retomó la charla con su par español, que le preguntó si estaba bien. Luego pidió atención médica. Eran cerca de las 11 en esta isla, la temperatura marcaba 30 grados y la humedad pasaba el 80%. Bajo un calor sofocante, el primer mandatario sufrió un cuadro de hipotensión y mareos, debido a una “gastritis nerviosa con signos de sangrado”, y debió suspender sus dos intervenciones ante la cumbre de líderes del G20.
Fernández intentó sostener la mayor parte de la ambiciosa agenda que había armado para este tramo de la gira que inició en París, que incluía una cena con Emmanuel Macron por la guerra en Ucrania, bilaterales con el líder chino, Xi Jinping, la directora del FMI, Kristalina Georgieva, y el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salmán, intervenciones en los tres paneles del G20, la gala organizada por el presidente de Indonesia y, pendiente de confirmación, entre otras cosas, un encuentro con el alemán Olaf Scholz.
La catarata de actividades agendadas en Indonesia seguía a tres días intensos que Fernández pasó en la capital francesa, donde compartió un cúmulo de eventos con Macron, participó de conversaciones sobre la guerra y se involucró en las negociaciones por la crisis política de Venezuela, al tiempo que se metió personalmente en la rosca política por la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Desde allí voló 16 horas hasta Bali, una región que tiene 11 horas de diferencia con Buenos Aires, de donde el Presidente despegó hace seis días.
Aunque se resistió, después de la descompensación, Fernández tuvo que reducir su agenda a los encuentros que consideraba de mayor importancia para Argentina. Sostuvo la bilateral con Xi Jinping y después se retiró a descansar, mientras la comitiva cenaba en el restaurante del hotel Meliá, donde se aloja.
Para el miércoles, el Presidente confirmó una actividad junto al propio Sánchez, en conmoración por los 50 años del regreso del general Juan Domingo Perón a la Argentina y su recuerdo de los años de exilio en España. Después, se verá con la titular del Fondo Monetario Internacional.
Desde allí, Fernández y la delegación presidencial irán directamente hacia el aeropuerto de Denpasar, para volar desde allí hacia Madrid, donde el avión hará una escala técnica para cargar combustible. El Presidente aprovechará para visitar la residencia del embajador argentino, Ricardo Alfonsín, y se reunirá con la vicepresidenta del gobierno español, Yolanda Díaz Pérez.
El resto de las actividades agendadas fuer cancelado. En Bali, el jefe de Estado no participó de las primeras dos sesiones del G20, donde fue reemplazado por el canciller Santiago Cafiero, que dio discursos en nombre del primer mandatario. Cafiero también participó del almuerzo junto a los jefes de Estado.
Este miércoles, Cafiero y el ministro de Economía, Sergio Massa, se dividirán para participar de reuniones a las que tenía previsto asistir Fernández. También los acompañará el sherpa argentino en el G20 y embajador en los Estados Unidos, Jorge Argüello.
Massa fue quien notó, este martes por la mañana, antes de partir rumbo a la Cumbre del G20, que el Presidente no tenía buen semblante. “¿Te sentís bien?”, le preguntó en el hotel Meliá. La mayor parte de la delegación cargaba con pocas horas de sueño, a raíz de las horas de vuelo y el cambio horario, y padecía el calor húmedo de la isla. Fernández dijo que sí.
El Presidente salió rumbo al Centro de Convenciones donde se celebra el G20. Al llegar, bajó solo del auto oficial. Fue recibido por el presidente de Indonesia, Joko Widodo, e ingresó dispuesto a participar de la sesión plenaria. Por otro ingreso entraron Cafiero, Massa y Argüello, que habían llegado en una combi junto al resto de la delegación que forman la portavoz Gabriela Cerruti; el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello, y el vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos.
Fernández aprovechó la recepción para charlar con Georgieva, con los cancilleres de Rudia, Serguei Lavrov, y de México, Marcelo Ebrard, y con el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, entre otros. Cuando llegó la charla con Sánchez, sintió que se mareaba. Tras recibir atención médica en el lugar, lo trasladaron en ambulancia hacia el hospital Sanglah General Hospital. Según le dijeron a Letra P fuentes locales, la ambulancia está disponible ya que es común que algún integrante de las delegaciones extranjeras se descompense por el intenso calor de la zona. El ruso Lavrov fue hospitalizado hace pocos días en el mismo lugar.
Lo del presidente argentino excede las cuestiones del clima. Fernández sufre desde hace tiempo una “gastritis erosiva, producto de los nervios” y el estrés, según confirmaron fuentes oficiales.
La realidad argentina no ayuda. La agenda internacional del Presidente tiene highlights para mostrar que contrastan con el escenario de guerra que vive el Frente de Todos (FdT) y que se volvió más intensa en los últimos meses, con episodios que marcaron fuertes presiones públicas por parte del cristinismo para que Fernández desista públicamente de la posibilidad de pelear por la reelección.
El primer mandatario camina por la cornisa, entre la resistencia al poder cristinista, las presiones del poder económico y otros sectores del peronismo y una inflación que no cede e inyecta angustia en la población.
La tensión pareció al menos relajar el martes en Bali, cuando Fernández recibió el llamado de Cristina Fernández de Kirchner, que le habló desde Buenos Aires, preocupada por su salud. El Presidente y la vice se vieron por última vez el 2 de septiembre, cuando el primer mandatario la visitó en su casa de Recoleta tras el intento de magnicidio. Desde entonces, el diálogo entre ambos estaba congelado. Cristina reaparecerá en público el jueves 17, en La Plata. Se esperaba que ese día le metiera más presión política al Presidente. ¿Habrá tregua?
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