Por: Diego Genoud. Si le sale bien, Sergio Massa podrá preservar Tigre, retener a los dirigentes que todavía lo acompañan y decir que ayudó a definir el nombre del futuro presidente.
Ofrendar su renunciamiento para dejar atrás al partido del ajuste y esperar -más adelante- una nueva oportunidad, con un mapa reconfigurado y un presidente más amable ante sus pretensiones. Si le sale mal, en cambio, tendrá que empezar otra vez de cero, con la piel curtida por el fracaso.
El exjefe de Gabinete de Cristina Kirchner es capaz de concentrar la atención durante días y generar hasta el infinito noticias blandas que duran horas. Pero no puede contra la corriente. El adictivo juego de las especulaciones que lo convirtió en vencedor en 2013 terminó mal en 2015 y en 2017. Ni el protagonismo de ayer ni el rol secundario de hoy son su entera responsabilidad. Massa encarnó en su origen un hastío con el cristinismo que dos años después buscó un vehículo más afín para sus intereses, el macrismo. Antiguos apoyos suyos, la aristocracia obrera y la clase media que reclama orden pero no quiere el gobierno del Fondo, ahora esperan por Roberto Lavagna o retornan a la tierra del ex Frente para la Victoria.
Su extraordinaria capacidad para generar fuego de artificios y el precio alto con que cotiza entre los medios amigos no alcanza para disimular que el massismo bonaerense ya decidió por él ir a una alianza con el peronismo cristinista. Al revés que en 2013, pero igual que en 2015, ahora el tiempo le juega en contra y su peso se devalúa en la mesa de las definiciones. Por eso, también, se demora el cierre con los Fernández.
Su extraordinaria capacidad para generar fuego de artificios y el precio alto con que cotiza entre los medios amigos no alcanza para disimular que el massismo bonaerense ya decidió por él ir a una alianza con el peronismo cristinista.
Dueño de una energía inigualable para la política y una insaciable voluntad de poder, hoy el exintendente está peleando por lograr que su reconciliación con Cristina se enmarque en el título de una Nueva Mayoría. Pero sobre todo, por abrirle un espacio a sus dirigentes en las listas y por conseguir el apoyo para la candidatura de Malena Galmarini en Tigre. El objetivo municipal que estaba a su entera disposición hace algunos años y era fácil de tildar hace unos meses hoy le demanda infinidad de gestos y negociaciones. En el Instituto Patria y en la gobernación bonaerense lo recuerdan: Massa salió tercero como candidato a senador en su municipio hace apenas un año y medio. Por eso, Julio Zamora ya alquiló una pieza en el departamento de Enrique Albistur que usa Alberto Fernández y cuesta desalojarlo.
Sobre el filo del cierre de listas, el exintendente logra unir a un país político quebrado en posiciones irreconciliables detrás de cuatro palabras: “cada vez vale menos”. Por lo pronto, se empeñó en construir escenarios servidos para él que, a minutos del final, todavía no se dieron. Ni CFK se fue a su casa ni Lavagna se desanimó por la carrera de obstáculos en la que cayó.
Junto con la Miami del conurbano y el espacio en las listas nacionales y provinciales para los renovadores, Massa busca lo más difícil: un lugar donde ubicarse en la escena gobernada por el neocristinismo. Comparado con un jarrón chino, a principios de año podría haber sido candidato a gobernador en provincia de Buenos Aires o encabezar la lista de diputados nacionales. Ahora no descarta bajar su candidatura para no perder feo en una PASO contra la fórmula AF-CFK.
Massa pelea por abrirle un espacio a sus dirigentes en las listas y por conseguir el apoyo para la candidatura de Malena Galmarini en Tigre. Y busca lo más difícil: un lugar donde ubicarse en la escena gobernada por el neocristinismo.
Último en una fila que lideran Fernández, Felipe Solá, Daniel Arroyo y Facundo Moyano, Massa se dispone a ser parte de una coalición que está lejos de tenerlo como vértice. Es la diferencia principal con 2015, cuando su negociación con Emilio Monzó, Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli para acordar en provincia de Buenos Aires terminó con él en la avenida del medio. Aquella vez, Massa llegó hasta Jaime Durán Barba para tratar de cerrar un pacto que era inviable.
No sólo el exintendente y los empresarios que lo escoltan van de un lado al otro: es un tercio de la población el que acumula frustraciones y descubre que siempre es posible que venga algo peor. El ajuste, la recesión, el derrumbe del consumo y la pérdida de empleo le confirmaron al exdiputado que no hay espacio para que persista detrás del sello de Alternativa Federal. El fracaso de un Macri atado al Fondo lo devolvió a las filas del peronismo opositor.
Aunque habilitó a Fernández y a su propio hijo para consumirse en el juego de Massa, Cristina siempre se quedó con la sensación de que su exjefe de Gabinete iba a apostar a medias. Ni siquiera la conversación directa que, dicen los intendentes amigos de Massa, tuvieron mano a mano, logró despejar las sospechas.
Al lado de la gobernadora estarían dispuestos a bajar el candidato para ayudar a que Malena dé batalla en la cuna política del massismo. Pero eso no serviría para contener a la dirigencia que ya dio el salto de regreso al cristinismo ni tampoco a la ex primera dama de Tigre que, como su familia, hoy está más cerca de los Fernández que de Macri.
A partir de esta noche, con el regreso de María Eugenia Vidal de Colombia, al exintendente le renacerá una nueva oportunidad para subir su precio. Al lado de la gobernadora estarían dispuestos a bajar el candidato para ayudar a que Malena dé batalla en la cuna política del massismo. Pero eso no serviría para contener a la dirigencia que ya dio el salto de regreso al cristinismo ni tampoco a la ex primera dama de Tigre que, como su familia, hoy está más cerca de los Fernández que de Macri. Una vez más en la avenida de Cristina, Sergio perderá a la incondicional Graciela Camaño pero quizás sienta la tranquilidad de contribuir al final del proyecto empresario que lo llevó a Davos hace tres larguísimos años.
Los amigos oficialistas del candidato que frenó el operativo CFK eterna no pueden creer que vaya de regreso a su origen. Dicen que todavía duda porque “sabe lo que le espera”. Republicanos hasta el hueso, los mismos actores que ayer lo convirtieron en esperanza se preparan para cobrarle la osadía. Si vuelve a ser parte de la mayoría, tal vez no le duela tanto.
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