Hay rostros fieros y poco diálogo entre el oficialismo y la oposición de Juntos por el Cambio. Disputa por la presidencia del peronismo.
Peronismo y Cambiemos rearman sus ejércitos con fricciones internas
El arranque del año legislativo, aunque se distrae con las prosas imaginarias de los discursos, encuentra a los protagonistas rearmando sus ejércitos para las grandes batallas.
Oficialismo y oposición tuvieron un rapto de acuerdismo insólito, que permitió aprobar las emergencias, de diciembre, y la ley de sustentabilidad de la deuda, de febrero. Un milagro de Martín Guzmán, que es para todos la imagen de la necesidad.
Pero todo quedó allí. Hay rostros fieros en las dos fuerzas y poco diálogo en donde debería haberlo. Acaso la necesidad es lo único que aparta a los políticos de la intransigencia.
El Senado está dominado por Cristina Kirchner, que no es senadora y ejerce el mando, sin diálogo con la oposición.
Ninguno de los legisladores de Juntos por Cambio se ha sentado con la vicepresidente a conversar, por ejemplo, sobre el recorte del 30% de los gastos de la oposición en el Senado, que ejecutó Cristina para bronca de contratados y ocupantes de espacios, que han perdido esos recursos en los meses de verano.
La vicepresidente se maneja con enviados y tiene hasta gestualidades ríspidas, como el fastidio que mostró al recibir al Presidente, en el ingreso al acto de apertura legislativa, que la forzó además a un trato duro con Esteban Bullrich, que como todo neo opositor se ha dejado la barba - ese tocado era hasta ahora un detalle de ex funcionarios peronistas, y de procesados.
En el gobierno de la provincia de Buenos Aires, la oposición legislativa a Axel Kicillof, que domina el Senado y tiene peso en Diputados, se mostró toda junta en San Nicolás con María Eugenia Vidal, con un solo propósito: exhibir una foto de familia ante el gobernador, en la previas al discurso legislativo de este lunes.
¿Para qué? Para recordarle que en abril le vence la prórroga del presupuesto, y que para esa fecha necesitará a la oposición para más prórrogas, y también para aprobarle el endeudamiento.
Esperan que Axel afloje, en particular en las efectividades conducentes, como el loteo de cargos en organismos colegiados en los que es tradición que la oposición tenga representantes.
Hasta ahora el nuevo oficialismo no se ha sentado a hablar sobre cuántos directores le corresponderán a la oposición en el Banco Provincia y en las empresa del grupo Bapro, para mencionar sólo algunas de las queridas cajas de la política.
Pichetto, aún en carrera como auditor
La oposición entró para armarse ante esas peleas, encima, en un clásico conflicto de jarrones chinos: ornamentos valiosos, caros, grandes y difícil de acomodar en espacios limitados, como son los de la política.
El radicalismo pidió al Congreso que designe a Jesús Rodríguez como presidente de la Auditoría General de la Nación.
Ese cargo lo había pedido Mauricio Macri para su ex compañero de fórmula Miguel Pichetto. La UCR consideró que tiene más bancas de legisladores para imponerlo a Jesús en esa función.
Y le ofreció la silla que deja el auditor para que la mesa de Cambiemos designe a quien considere mejor, radical, del PRO o de la Coalición Cívica.
La UCR nunca iba a resignar la presidencia de la AGN; cederlo sería una disminución de poder que la militancia no admitiría.
Pero si le niegan el cargo al pedido de Macri, le están quitando al ex presidente un rol relevante en la coalición. Lo ponen en la cola de los dirigentes, como uno más.
María Eugenia Vidal dijo en San Nicolás que Juntos por el Cambio no tiene líderes. “Somos todos líderes, lo soy yo, lo es Mauricio, lo es Horacio, lo es Cornejo, Patricia Bullrich, Carrió. En su momento se verá a cuál respalda el público”, dijo. Lo mandó a Macri a las encuestas, una crueldad de la oposición para estos tiempos. Pero de todo se vuelve, si no mirá a Cristina y mirá a River.
Un daño añadido es que Macri dejó el gobierno sin que la AGN ni la bicameral correspondiente del Congreso le aprobase la rendición de cuentas de sus cuatro años de gestión.
Es lo que debe revisar la nueva integración de la Auditoría, presidida por un radical, pero donde el peronismo tiene mayoría de votos. Una situación de vulnerabilidad que debió prever Macri antes de dejar el cargo.
Pichetto dice que él no quiere arriesgar la suerte de la coalición opositora en defensa de un cargo, que no necesita en lo personal. Teme, además, al maltrato en la Cámara de Diputados si Juntos por el Cambio propone su nombre.
La tradición dice que el oficialismo tiene que aceptar lo que diga la oposición en cuanto el destino de esa silla. El antecedente más cercano es el de 2016, cuando Cambiemos le aprobó al peronismo las propuestas de Ricardo Echegaray y Juan Forlón.
El cargo que deja Jesús le corresponde a Diputados, que debe aprobarle, eventualmente, a Pichetto, y éste debe jurar ante el plenario.
Pichetto está prevenido de eventuales manoseos que se agregarían a la disputa por el cargo. Patricia Bullrich sostiene el nombre de Pichetto: "Lo vamos a convencer de que acepte", me dijo este domingo.
Para un cargo así, la oposición necesita un político de peso que sostenga posiciones firmes. Menem lo puso, al dejar el gobierno, a Rodolfo Barra. Cristina, a Echegaray. Pichetto cumpliría ese papel, como el otro mencionado para el mismo cargo, Federico Pinedo. El ex presidente del Senado niega cualquier conversación al respecto.
Todos esperan el regreso de Mauricio Macri para reunir la mesa de Cambiemos y resolver este dilema de jarrones, pero en el cual se corre la suerte de 1) la integridad de la coalición y 2) la aprobación de las cuentas de las presidencias de Macri.
Puede parecer un detalle esto último, pero Carlos Menem se ocupó, antes de dejar el cargo después de 10 años de gobierno, de que el Congreso le aprobase la rendición de cuentas.
Lo logró sobre 9 años, pero no el último, y todos miraron hacia Alberto Pierri, pidiendo una respuesta a esa demora. El año 10 se lo aprobaron al riojano tiempo después. Con el mismo tino, el matrimonio Kirchner siempre se ocupó, con celo, de que les aprobasen la ejecución del gasto, algo que le puede quedar abierto a Macri. Esto no lo tiene en paz hasta que le blinden el túnel del tiempo, para que no lo vengan a buscar nada menos que por los estados contables.
También hay jarrones chinos en el peronismo, difíciles de acomodar
Con el correr de las horas, y después de los cabildeos de este domingo con los gobernadores, se verá si cobra músculo la idea de que Alberto asuma la presidencia del partido, por encima de las opciones que hoy parecen dividirse entre Jorge Capitanich y José Luis Gioja.
Otro caso de jarrones chinos. En la última charla que mantuvo con Cristina, el chaqueño le dijo que se siente con méritos suficientes para el cargo, y que él, a diferencia de Gioja, gobierna su provincia y domina el PJ local.
Imaginativo como siempre, Capitanich le explicó que siendo el actual gobierno una coalición, hay mucho cuentapropismo de los caciques, para tomar posiciones en temas ideológicos o internacionales. Y que para eso puede servir el partido. “Dejame que hable con José Luis “- (por Gioja), le respondió.
Presidir el PJ no es algo central cuando hay un gobierno peronista. Pero mientras que el partido no supere las divisiones que datan ya de dos décadas, tener esa silla puede ser una herramienta de poder. En los años 90, Carlos Menem le dio a Antonio Cafiero la presidencia del PJ y despachó esa relación con sesiones de té en Olivos los martes.
Fue en el tiempo – y vale ahora la anécdota - cuando Cafiero alcanzó el pluriempleo como “senajador”. En 1991 fue al mismo tiempo embajador en Chile y senador nacional por Buenos Aires, dualidad parecida a la Daniel Scioli. "Mi designación – contó Antonio en su libro de memorias - fue decidida por el voto de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires el 10 de diciembre de 1991. Ese día el Gobierno de Chile también me otorgaba el “plácet” de embajador. Fui así al mismo tiempo gobernador de la Provincia, embajador en Chile y senador nacional electo, lo que me valió el mote de “senajador”.
Alberto, una tercera vía para el PJ
Ahora las cosas son diferentes, en un peronismo que tiene en crisis su liderazgo, y que un ciclo de gobierno puede ayudar a resolver. El poder es un lubricante de eficiencia inexorable. Con crisis de liderazgo se acentúan los conflictos entre las jefaturas nacional y las de las provincias. En eso pueden haber pensado quienes quieren que Alberto asuma la jefatura partidaria, como Agustín Rossi.
La idea se remonta al antecedente de Néstor Kirchner, también autoridad partidaria, pero después de dejar el gobierno en 2007. Ejerció un gobierno hostil hacia importantes tribus partidarias, pero murió con el cargo de titular del PJ.
Desde esa función le dio a la agrupación interna Gestar el manejo de los fondos que el Estado le asegura a los partidos para la formación de nuevos dirigentes. Una cajita, pero una caja al fin, que le cedió a José Luis Gioja, hoy presidente del partido.
Gestar es la única agrupación que avaló Kirchner como dirigente, y albergó a muchos cuadros que han tomado funciones en gestiones posteriores.
Allí se destacaron Mauricio Mazzón, Diego Bossio y otros. En Gestar tuvo su debut partidario el actual ministro de Economía Martín Guzmán. Fue en una charla que dio, organizada por Gestar, en la sede del PJ de la calle Matheu de Capital.
De ese semillero salieron muchos Bossio-boys que hoy rodean al ministro, como el secretario de Relaciones Institucionales de esa cartera, Rodrigo Ruete, y hasta el secretario privado de Guzmán, Pablo Salinas. De aquellos lodos, estos polvos.
En 2019 Alberto armó un entorno integrado por los mismos dirigentes de la CABA que en 2005 habían asumido con él la conducción del PJ Capital, y nunca dejó de estar presente, aunque de manera lateral, en los congresos del partido.
El PJ sesionará esta semana en el estadio de Ferro, para confirmar las elecciones de nuevas autoridades con lista única, el 3 de mayo, y la junta electoral que fiscalizará ese trámite.
Venezuela, llaman al Gobierno, que duda del rumbo
Entre los tips del discurso de Alberto este domingo ante la asamblea legislativa hay que anotar la ausencia de mención a los temas internacionales, salvo Malvinas y AMIA.
El público espera planteos de encuadramientos que saquen al gobierno de la confusión en sus relaciones exteriores, como con los gobiernos de la región.
El más caliente es Venezuela, adonde los mediadores de todos los sectores esperan algún rol de la Argentina. La dificultad del gobierno para aportar luz en ese conflicto, a pedido de la Unión Europea, nace de la viscosa realidad interna de ese país. Los informes que maneja el canciller Felipe Solá afirman que Maduro juega a la división de la oposición y lo va logrando.
Quiere elecciones, porque puede ganarlas y obtener mayoría parlamentaria. Lo hace a costa de las divisiones de la oposición, entre dirigentes peleados entre sí y abstencionistas.
Aunque estos informes son interceptaciones que deben probarse, Juan Guaidó se ha debilitado dentro y fuera de Venezuela, y el gobierno teme quedar descolocado en una pelea interna que no domina.
Un clásico de cualquier gobierno que se mete en los asuntos de otro, buscando rédito doméstico. El gobierno de EE.UU. presiona fuerte sobre Venezuela y Cuba porque le rinde en votos hispanos en las elecciones de noviembre.
En la Argentina el antimadurismo le rindió en votos a Macri en dos elecciones, 2015 y 2017, pero no en las generales de 2019. El asesor Durán Barba hizo una autocrítica sobre el uso de esas banderas globales para buscar votos.
A Alberto le pudo rendir el pro madurismo del Instituto Patria; ahora se ha alejado de Guaidó, pero trata de mantener el equilibrio.
En la semana que pasó, Solá estuvo con Enrique Iglesias, zar de la Unión Europea para el tema Venezuela, y coordinador del llamado Grupo de Contacto. Es la tercera reunión que tiene con Solá, una de ellas en Madrid, donde vive el ex canciller del Uruguay. Este domingo volvieron a verse por cuarta vez en Montevideo, en la asunción de Luis Lacalle Pou.
En la cita en Buenos Aires, Iglesias presionó para que Solá viajase este martes a Bruselas, en donde se reunirán delegados de varios países interesados en resolver la crisis de Venezuela, por fuera del libreto de Donald Trump. Es una reunión de directores generales, de la que participarán China, España, Perú, México, Canadá y otros.
En una cita que tuvieron en Toronto, los integrantes del Grupo de Lima hicieron una autocrítica por la ineficacia de las acciones emprendidas hasta ahora.
Iglesias es el fogonero de un informe que habla de una situación de deterioro de los sectores medios y bajos de ese país, y le planteó a Solá la necesidad de que la ONU libere fondos para su auxilio.
En la charla que tuvieron en Buenos Aires ilustró con datos: para la crisis de los refugiados en Siria, la ONU ha aportado US$ 7.500 millones, y para Venezuela apenas US$ 650 millones.
La posición dura de EE.UU. impide aumentar esos fondos. Iglesias busca que la Argentina se involucre más en alguna solución, pero el gobierno duda de que estar tan pegado a Trump y a Guaidó ayude en algo.
Solá no irá a Bruselas porque la cita de este martes no es para ministros. Enviará un delegado, como hizo antes a Toronto. Iglesias tampoco irá, porque tiene que dar clases en una universidad española.
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