El ministro de Economía visitará Shangai y Beijing junto a una comitiva de legisladores y funcionarios que lideran Máximo Kirchner, Cecilia Moreau, Juan Manuel Olmos y Miguel Pesce. Su objetivo principal es negociar el apoyo de los BRICS, renovar el swap y profundizar la relación comercial entre ambos países.
Por: Román Lejtman.
(Enviado especial a Shangai) Sergio Massa estrenará hoy el avión presidencial para volar a Shangai y Beijing con una comitiva oficial que exhibe su ambiciosa agenda como ministro de Economía y su protagonismo político a 28 días de la presentación oficial de los candidatos a presidente que competirán en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO).
Massa viajará a China junto a Máximo Kirchner y Juan Manuel Olmos -figuras centrales en la coyuntura electoral- y Miguel Pesce y Flavia Royón, a cargo del Banco Central y la Secretaria de Energía, dos puestos claves en un escenario económico atravesado por la fragilidad de las reservas y la posibilidad de sumar inversiones con la producción de litio en el Norte y la extracción de petróleo en el Sur.
Es la primera vez que Máximo Kirchner viaja al exterior en un rol institucional, y esa decisión política demuestra la profundidad de la relación de poder que mantiene con el jefe del Palacio de Hacienda. Esos vínculos personales ya sirven para diseñar una estrategia electoral que excede las pretensiones de Alberto Fernández respecto a la posible hoja de ruta de la coalición oficialista.
Y el corolario de este activo tándem en el Frente de Todos se completa con la inclusión en la comitiva de Cecilia Moreau -aliada de Massa y titular de Diputados-, Paula Penacca -un cuadro de La Cámpora- y Olmos, vicejefe de Gabinete y lo más cercano al Presidente de todos los funcionarios que viajan esta noche al lejano oriente.
Cristina Fernández de Kirchner, Máximo Kirchner, Wado de Pedro y Axel Kicillof durante el acto del 25 de Mayo convocado para recordar la asunción de Néstor Kirchner en 2003
Al margen de las lecturas de política doméstica que serán furor en Buenos Aires, la gira de Massa por China tiene un fuerte contenido económico, financiero y comercial. La agenda fue negociada por Sabino Vaca Narvaja -embajador argentino en Beijing-, que posee aceitados contactos diplomáticos con el gobierno de Xi Jinping.
Massa explicó a Vaca Narvaja sus objetivos como ministro de Economía y el embajador coronó una hoja de ruta que profundizará las relaciones bilaterales entre ambos países. Hasta anoche, la agenda de Massa incluía los siguientes compromisos oficiales en Shangai y Beijing:
1. Participación en las sesiones del directorio del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) de los BRICS
2. Reunión bilateral con Lou Jiwei, ministro de Finanzas de China
3. Reunión bilateral con Fernando Haddad, ministro de Finanzas de Brasil
4. Reunión bilateral con Dilma Rousseff, titular del Nuevo Banco de Desarrollo
5. Reunión bilateral con Nicolás Aguzín, director ejecutivo de la Bolsa de Hong Kong
6. Encuentro con las empresas chinas que invierten las represas de Santa Cruz y tienen intenciones de invertir en el segundo tramo del gasoducto Néstor Kirchner y en las redes eléctricas
7. Encuentro con las compañías chinas que invierten en litio en Catamarca, Jujuy y Salta
8. Reunión bilateral con Wang Wentao, ministro de Comercio de China
9. Reunión con Zheng Shanjie, titular de la Comisión de Reformas
10. Encuentro en el Banco Popular de China
11. Foro empresarial
Alberto Fernández y Sergio Massa caminan en la explanada del Ministerio de Economía
El viaje de Massa a China tiene dos capítulos diferentes, y apunta a dos objetivos geopolíticos y financieros precisos. En primer lugar, el ministro busca fortalecer reservas del Banco Central en negociaciones multilaterales y bilaterales que tienen como protagonista principal a Beijing, y en segundo termino demostrar a Washington que si Joseph Biden no facilita la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Argentina profundizará las relaciones con Xi Jinping para evitar una catástrofe económica.
Con todo, Massa conoce las líneas rojas que estableció la administración demócrata respecto a China, y el titular del Palacio de Hacienda no tiene intenciones de cruzarlas.
En este sentido, el ministro no firmará con el régimen comunista ningún convenio que implique la adjudicación de la Hidrovía, la construcción de un puerto de aguas profundas en Tierra del Fuego, la compra aviones para la Fuerza Aérea, la autorización a Huawei para que provea su tecnología de Quinta Generación o la inmediata construcción de las centrales nucleares en Buenos Aires.
En el Ala Oeste de la Casa Blanca asumen la debilidad estructural del Banco Central, y han evitado poner en el index la posibilidad de acceder a la ayuda financiera que puede conceder el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS (NBD) y el gobierno chino a través del swap y su capítulo de libre disponibilidad.
La posición de Jake Sullivan –consejero de Seguridad Nacional de Biden- tiene su lógica histórica: en 2008, con la crisis global causada por Lehman Brothers, Barack Obama acordó con Hu Jintao que China actuaría como un motor mundial para aplacar los efectos del crac financiero.
Y en esa oportunidad, pese al conflicto geopolítico que ya protagonizaban DC y Beijing, ambas potencias sellaron la pax armada para garantizar la reconstrucción de los mercados y la supervivencia de las cadenas de valor.
Entonces, si en una dimensión ínfima el ministro Massa llega a Shangai y Beijing para solicitar ayuda financiera a Xi Jinping, a la Casa Blanca no le queda otra alternativa que aceptar el movimiento geopolítico que se diseñó en el Palacio de Hacienda.
De todas maneras, Massa conoce las reglas de juego y anticipó a todos sus contactos en Washington –desde la Casa Blanca al FMI- qué objetivos persigue en su viaje de cinco días al lejano oriente.
La predisposición de Massa con sus vínculos personales en DC no sólo responde a su conocimiento de la diplomacia política, apunta también a consolidar otro objetivo que desea cumplir en su gira por Shangai y Beijing.
El consejero Sullivan y la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, tienen que saber –explican en Economía- que si los desembolsos no fluyen como necesita la Argentina -10.700 millones de dólares en junio-, la Casa Rosada profundizará su relación bilateral con Xi alegando un estado de necesidad financiera.
Argentina no cruzará las líneas rojas trazadas por el concepto de seguridad nacional que fijó Biden, pero se volverá más flexible con China si ello significa fortalecer las reservas del Banco Central ante la reluctancia política del board del FMI.
Alberto Fernández y Joseph Biden durante su encuentro oficial en la Casa Blanca
En 1944, cuando se asomaba la Guerra Fría, sucedió la reunión de Bretton Woods, adonde se creó el FMI y el Banco Mundial. Estados Unidos, la potencia en ascenso, se quedó con el control de los dos organismos multilaterales.
Setenta años más tarde, en 2014, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (los BRICS) anunciaron la creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) y el Acuerdo de Reservas de Contingencia (ARC).
El NBD y el ARC, respaldado por los BRICS, son el espejo del Banco Mundial y el FMI, que controla Estados Unidos y sus socios del G7. La batalla por el poder global a través de otros medios.
Y si se abren los números financieros del Acuerdo de Reservas de Contingencia (ARC), China es el principal accionista: sobre un monto total de 100.000 millones de dólares, 41.000 serán aportados por Beijing; Rusia, Brasil e India sumarán 18.000 millones cada uno, y el resto (5.000 millones) es la cuota que desembolsará Sudáfrica, cuando se complete la integración de capital.
Además de los cinco miembros de los BRICS, el NBD tiene como socios a Bangladesh, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Uruguay. Y el ARC –que aún no se utilizó- es una herramienta de estabilidad financiera que sólo está disponible para sus socios plenos.
Argentina no forma parte de los BRICS, y tampoco del NBD. Eso significa que habrá una larga negociación de Massa para obtener los fondos del NBD, que deberán estar atados a un proyecto liderado por uno de sus miembros. Lula da Silva se comprometió ante Alberto Fernández y Massa que lograría el apoyo del NBD, pero se trata de un proceso complejo que debe obtener el consentimiento de Rusia y vencer las dudas de la India y Sudáfrica.
Las deliberaciones del Nuevo Banco de Desarrollo se extenderán por dos días en Shangai (30 y 31 de mayo), y está previsto que el ministro de Economía explique a sus colegas de Brasil, Rusia India, China y Sudáfrica las razones de la crisis financiera que golpean al país. Al frente de las sesiones del NBD estará Dilma Rousseff, que preside la entidad crediticia los BRICS.
El primero de junio, Massa y su comitiva volarán hacia Beijing. Sabino Vaca Narvaja, embajador argentino en China, diseñó para el ministro una completa agenda que involucra al poder real del sistema comunista. Sólo le faltaría reunirse con Xi, que por razones de protocolo diplomático no recibirá al titular del Palacio de Hacienda.
En Beijing, Massa renovará el swap de 18.500 millones de dólares, firmará proyectos que integran el denominado Camino de la Seda, y no descarta un cónclave con Wang Yi, canciller chino. Antes de su nombramiento como ministro de Relaciones Exteriores, Wang fue embajador en Estados Unidos y conoce las necesidades financieras de Argentina y su negociación con el FMI.
El tres de junio, el ministro y su delegación regresara a Buenos Aires. Y diez días más tarde, Massa volaría a Washington para cerrar un nuevo acuerdo con la directora Georgieva. Si eso sucede, y el FMI acepta desembolsar al menos 5.000 millones de dólares (Argentina solicitó el doble), la situación electoral del Frente de Todos cambiará inevitablemente.
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