El resultado de las legislativas del 22 de octubre pasado en Santa Rosa empujó en el PJ a varios dirigentes a empezar a asomarse para disputar en 2019 el cargo de intendente de la capital provincial, mientras otros hacen cuentas sobre lo que puede llegar a ocurrir en la principal ciudad de la provincia.
Queda todo un año para las definiciones, pero las actuales condiciones del peronismo santarroseño, disperso y hasta atomizado, pero a la vez victorioso en las urnas frente a Cambiemos, hacen que haya varios postulantes con intenciones de lanzarse para no llegar tarde a la hora de discutir las candidaturas.
Están los que quieren y los que pueden ser, los que tienen verdaderas posibilidades y los que deslizan su nombre para posicionarse y mejorar su lugar en la interna para luego negociar cargos a futuro. Están los que tienen que largar mucho antes por la debilidad de su espacio y quienes son mirados como candidatos con posibilidades concretas, pero no se atreven a dar el paso. Los que quieren perfilarse y los que son considerados casi número puesto.
Es que Santa Rosa se convirtió para el PJ en los últimos tiempo en una plaza esquiva, refractaria, adversa, pero a la vez necesaria. Producto de malas gestiones justicialistas, pero también de la propia fragmentación interna. Sus votantes le dieron la espalda en 2015 cuando votaron al radical Leandro Altolaguirre para intendente por una gran diferencia y hasta perdió ese mismo domingo Carlos Verna para gobernador. Pero le dieron el triunfo en la última legislativa de 2017 a su boleta de diputados nacionales y eso abrió un mar de posibilidades de cara a 2019. El PJ con ese resultado piensa y quiere recuperar la ciudad.
Nombres que giran y los demás
Entre los dirigentes que se van apuntando -en una lista sin orden ni jerarquía- hay quienes tienen pretensiones desde siempre en el vernismo como los funcionarios Lisandro Ranocchia y Javier Schlegel, aunque quedaron en el camino en 2015. Está el subsecretario de Trabajo Marcelo Pedehontaá con su espacio interno y su trabajo territorial en la última campaña.
Durante la última semana de diciembre hubo declaraciones del diputado Jorge Lezcano considerado siempre un candidato natural, con armado y que ya ha disputado el cargo con su línea. Otro diputado, Darío Hernández, ya viene avisando desde hace tiempo que quiere ser el elegido con su partido, aliado ahora al PJ.
Desde un sector jorgista están quienes impulsan su propio precandidato y hasta se anotó un dirigente avisando por los medios. Y están quienes son mirados por muchos como potenciales candidatos en Santa Rosa por su proyección: desde el vernismo el ministro Pablo Bensusan o en el marinismo Espartaco Marín o Mariano Fernández.
Hay quien afirma que más allá de que muchos utilicen su candidatura para mejorar sus chances en una negociación futura usándola como prenda de cambio, los que tienen posibilidades concretas por peso y entidad políticos propios hoy guardan silencio, o que los funcionarios son los que menos quieren mostrar sus aspiraciones por el lugar que ocupan en la gestión.
El dedo y la contradicción
En lo que coinciden los dirigentes del PJ consultados es que será el gobernador Verna, y sobre todo si va por la reelección en 2019, el que defina el candidato a intendente de Santa Rosa. Desde Casa de Gobierno se derrama el poder. Y esa decisión llegará a dedo no solo por ser Santa Rosa una ciudad estratégica y necesaria para ganar la provincia, sino porque no hay un referente que aglutine todas las voluntades internas detrás de su candidatura.
Verna deja jugar a todos para ver cómo avanzan, pero también sabe que el elegido será un postulante que tenga votos, indican algunos analistas, y no será tiempo de aventuras o desconocidos. La decisión del mandatario es la única manera de evitar una interna que termine nuevamente en desastre. Otros hacen sus propias deducciones y afirman que el mandatario podría darle ese lugar a otra línea y no al vernismo en su estrategia de sumar a todos los sectores.
Santa Rosa, como objetivo político para la dirigencia justicialista, tiene una contradicción propia: puede convertirse en un lugar para alcanzar la gloria, pero puede ser la perdición política para cualquiera. El cargo de intendente es el que más proyección puede darle a un dirigente, pero a la vez es un hierro caliente para el que lo asuma con el que puede perder todo su capital político. Altolaguirre asumió con toda la euforia y hoy no puede dominarla. Los baches en las calles, las cloacas derramándose y sus constantes conflictos con distintos sectores son una muestra.
Lanzados a la aventura
El PJ ganó la ciudad el 22 de octubre dándose una estrategia en común y salvando así la distancia y los resquemores internos. La profusión de posibles pretendientes, más allá de las posibilidades ciertas de convertirse en candidatos, habla de la atomización interna. En este escenario es que cualquiera puede lanzarse.
También la realidad mostró que se le puede ganar a la actual gestión aunque sea en un terreno político con un electorado muy crítico, autónomo, descreído, inaprensible, que va y viene en sus respaldos. El estado desastroso de la ciudad es otro hecho que suma para el análisis global. El PJ podrá hacer campaña subido a las dificultades propias de la gestión de Altolaguirre, pero también, apunta un consultado, debe hacer una autocrítica de su propia responsabilidad en gobiernos pasados y dar soluciones ciertas a futuro. Las promesas ya no corren en un territorio tan complicado.
Muchos dirigentes del PJ santarroseño tienen aspiraciones, las muestran o las callan, saben que ser intendente de la capital cotiza a futuro pero también que es un desafío enorme que puede triturarlos. Una aventura que no es para cualquiera.
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