La vice reveló el principio de los desacuerdos con Fernández en 2019 y dejó en claro que tomará el comando de la estrategia electoral de este año. El ballotage y la danza de candidatos.
Por Gabriela Pepe
Mientras el peronismo especula con los nombres de los posibles candidatos, Cristina Fernández de Kirchner ya sentó las bases de la campaña electoral. El camino quedó marcado el jueves, en la entrevista que le concedió a C5N, en la que contó por primera vez cuándo comenzaron los desacuerdos con Alberto Fernández.
“Hubo un cambio en la conducción de la campaña de 2019 y perdimos puntos y diputados. Primero nos reuníamos semanalmente en el Instituto Patria y después comenzaron a tallar otras voces”, dijo la vicepresidenta. Cristina dio además detalles sobre cómo construyó la decisión de nominar a Fernández como candidato. “Había que asegurar el triunfo del peronismo. Había que reagrupar a todas las fuerzas. Si algunos dudaban porque estaba yo, entonces pensé ´vamos con esto´. Fue una buena estrategia”, detalló.
Fue el consultor Juan Courel, director de la campaña del Frente de Todos (FdT) quien confirmó casi en vivo parte del relato. “Deseo dar fe de que la campaña de 2019 hasta las PASO funcionó magníficamente bien y en consenso y armonía. Después le regalamos 17 puntos de ventaja a (Mauricio) Macri. En la primera hubo coordinación total entre la calle México y el Patria. Después no”, escribió en su cuenta de Twitter, mientras Cristina todavía estaba en el estudio
Lo que sucedió entre las PASO y las generales es historia conocida. La abultada diferencia de las primarias se redujo a ocho puntos en las elecciones de octubre, cuando además del sillón de Rivadavia se jugaba el reparto de bancas en el Congreso y la remontada de Juntos por el Cambio condicionó las mayorías parlamentarias.
Más que “cambio en la conducción”, le explicó después Courel a Letra P, lo llamativo en 2019 fue cómo las partes que forman el FdT dejaron de tener una estrategia coordinada, “tal vez relajados por la victoria”. Fiel a su estilo, de manera más descarnada, lo había dicho hace meses el ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, Andrés Larroque, que situó el comienzo de los problemas internos “luego del triunfo electoral de 2019”, cuando el Presidente tomó, según su lectura, la victoria como propia y “desconoció la conducción de Cristina”.
En la misma línea, otras figuras cercanas a la vicepresidenta mencionan como parte del proceso de desconexión temprana la aparición masiva de figuras que llevaban años enemistadas con Cristina y comenzaron a tener peso en las decisiones. Un caso paradigmático fue el del exsecretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz. Una señal de lo que vendría después.
El relato de Cristina dejó poco margen para las dudas. Aunque sepultó definitivamente la posibilidad de ser candidata, la vicepresidenta articuló acciones y discursos para remarcar que será ella quien volverá a diseñar la estrategia electoral y que comandará la campaña del peronismo, más allá de quien encabece la boleta. Esta vez no habrá lugar para los infieles.
Para eso servirá, entre otras cosas, la convocatoria al acto del 25 de mayo, cuando Cristina será la única oradora en el homenaje a Néstor Kirchner, a veinte años de su asunción como presidente. El kirchnerismo pretende que sea multitudinario y exceda con holgura la movilización orgánica. Sueña con la asistencia de ciudadanos de a pie que permita reconquistar la mística de la despedida de Cristina, el 9 de diciembre de 2015, y emitir señales de fortaleza hacia adentro del peronismo y hacia afuera, en particular, al Poder Judicial.
En la previa del acto, Cristina consiguió parte de ese ordenamiento interno. Una de sus conquistas fue el martes 16, en el Congreso Nacional del Partido Justicialista (PJ) que se celebró en el club Ferro Carril Oeste. Antes de que publicara la carta en la que reafirmó que no será candidata, la vicepresidenta se aseguró de que la plana mayor del partido se uniera al canto “Cristina presidenta”. Una señal inequívoca de que, tras los fallos de la Corte sobre las elecciones de Tucumán y San Juan, el PJ terminó por convencerse de algo en lo Cristina machaca desde hace años: “No vienen por mí, vienen por el peronismo”.
A eso se sumó la decisión del partido de dejar a Fernández, presidente de la Nación y titular del PJ, afuera de las decisiones de la política de alianzas. Como contó Letra P, las negociaciones entre el albertismo y el cristinismo no llegaron a buen puerto. Los interlocutores designados por el Presidente, el canciller Santiago Cafiero, el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, y el vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos, intentaron que Fernández fuera designado como delegado del partido ante la junta del frente electoral junto al titular del Congreso, Gildo Insfrán. El cristinismo, encabezado por el ministro del Interior, Wado de Pedro, y Larroque, quiso sumar a Axel Kicillof y armar una mesa colegiada. No hubo acuerdo.
La situación fue tensa y terminó en empujones. Fernández pegó el faltazo al Congreso. La única figura que no tuvo objeciones fue la de Insfrán, que quedó como único delegado ante el frente electoral. La junta de la alianza será la que definirá la política el reglamento interno y los pisos que permitirán la distribución de cargos en las listas. Sobre ese punto tampoco hay consenso. El cristinismo quiere mantener un piso del 25% - que favorecerá al tándem mayoritario que forma con el massismo- mientras Fernández apunta a que sea lo más bajo posible, entre el 10 y el 15%.
“Esto es el peronismo, acá el piso siempre fue del 25%. No somos troskos en la facultad”, ironiza un hombre del Instituto Patria. El mensaje implícito es claro: al albertismo, ni agua. Insfrán estará lunes y martes en Buenos Aires para reunirse con Cristina y con el Presidente. Buscará apaciguar las aguas y terciar en nombre de los gobernadores, “los únicos que hasta ahora juntan votos”. Quiere que la definición le garantice el mejor resultado al peronismo, que no solo se juega la Presidencia si no la fortaleza parlamentaria.
La estrategia final todavía no está clara. “Cristina tiene una lógica de definir más sobre la raya. Cuanto más cerca de la fecha decidís, menos te equivocás porque el escenario es más parecido a lo que va a pasar al momento de las elecciones”, dice un integrante de la mesa de Ensenada, que trabajaba hasta ahora por la candidatura de la vice.
Cristina dejó más pistas en su paso por la televisión. Dijo que, a diferencia de 2019, esta vez habrá un escenario de tercios en las urnas y blanqueó que cree que habrá ballotage. La estrategia para ese final ya empezó a construirse, con la confrontación con Javier Milei. La idea de polarización con horizonte de segunda vuelta también fue parte del diseño de la campaña del FdT hace cuatro años. El resultado es conocido.
“La tentación del peronismo en otros escenarios fragmentados y con alto desgaste ante la opinión pública (2003 o 2015) fue llegar al mágico 40% con diferencia de 10 y ganar en primera vuelta. El problema con esas estrategias nace del exitismo. De subestimar el escenario. Las encuestas en 2003 para (Carlos) Menem, en 2015 para (Daniel) Scioli y en 2023 para cualquiera daban y dan baja probabilidad de triunfos en primera vuelta”, escribió también Courel.
La lista corta de candidatos
“Espero que los hijos de esa generación diezmada sean los que tomen la posta”, lanzó Cristina. Las miradas se posaron rápidamente en De Pedro, cristinista en campaña presidencial e hijo de desaparecidos: un exponente fiel de la mención. ¿Cristina quiso nominar al ministro del Interior como su candidato a presidente o buscó señalar la necesidad de un trasvasamiento generacional?
En la lista de la nueva generación entrarían De Pedro, Axel Kicillof y hasta el propio Sergio Massa. El ministro del Interior consiguió apoyos territoriales y sindicales y pica en punta en las especulaciones por su relación con la vice. El gobernador no quiere salir del territorio bonaerense, busca pelear por la reelección, pero sabe que Cristina puede pedirle que vaya a dar pelea en la Nación. La ecuación del cristinismo puro podría cerrar, por ejemplo, con Kicillof a la Nación, De Pedro a la provincia y un lugar central para el Frente Renovador: Massa al Senado o Malena Galmarini como candidata a vicegobernadora. Alquimias posibles hay muchas.
El ministro de Economía picaba en punta hace semanas como candidato de Cristina a la Presidencia, pero la dirigencia cristinista se encargó de congelar la posibilidad en los últimos días. “Con esta inflación está difícil para Sergio”, dice un hombre que dialoga con la vicepresidenta. Cristina, por lo pronto, le elogió al ministro su decisión de haber agarrado “una papa caliente”, en referencia a Economía. En el massismo celebraron el elogio, pero saben que el camino no está tan allanado como antes.
Este viernes, Massa se puso al frente de la reunión del Frente Renovador que convocó para llamar al Congreso que se celebrará el 10 de junio. Buscó, también, dar una demostración de fuerza, rodeado de intendentes, funcionarios, un gobernador y dirigentes sindicales. Volvió a reclamar “orden político para que haya orden económico” y coincidió con Cristina en la necesidad de adoptar “una estrategia competitiva”.
“En 2019 el FdT se pudo armar porque hubo generosidad. Cristina era la que más medía, pero decidió romper los techos para construir una cosa más grande y ganadora. Esa tiene que ser también la generosidad para construir el 2023”, dijo quien insiste en ser candidato de consenso. El comentario de Massa apuntó hacia el albertismo. En particular, el destinatario fue Daniel Scioli, uno de los candidatos que impulsa Fernández para las PASO; y el otro es Rossi. El Presidente quedó herido por el desaire del PJ e insistirá en propiciar una primaria entre los diferentes sectores del FdT. Todas las posibilidades están sobre la mesa.
A Massa le queda, todavía, un as bajo la manga: conseguir que el Fondo Monetario Internacional (FMI) le autorice el desembolso anticipado de unos 10 mil millones de dólares. Lo intentará los primeros días de junio. Podría ser su carta de lanzamiento y la única forma de conseguir el visto bueno final de Cristina.
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