Una pelea durante el partido entre Del Potro con Sousa, señal del clima hostil que enmarca la convivencia entre brasileños y argentinos; el repudio de Ginóbili y Scola
Las provocaciones comenzaron en la mismísima ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Ni bien la delegación de la Argentina ingresó al Maracaná, el viernes pasado, fue recibida con fuertes abucheos por gran parte del público brasileño en el mítico estadio. Desde entonces, los agravios hacia los atletas argentinos han ido en aumento; no importa quién sea el rival de nuestro país, los irmãos [hermanos] brasileños van en contra de la Argentina sistemáticamente.
Aquí ya lo llaman la revancha del cántico "Brasil, decime qué se siente", que se hizo tan popular durante el Mundial 2014 y que exacerbó la tradicional rivalidad en la cancha entre ambos pueblos. El problema es que ahora la histórica competencia futbolística parece haberse vuelto un antagonismo declarado en todos los deportes, juegue o no Brasil contra la Argentina, y ya amenaza con generar escaladas físicas, como se vio ayer en el partido de Juan Martín del Potro con João Sousa, en el que un hincha argentino se enfrentó a golpes con un brasileño que, a los gritos, apoyaba al jugador de Portugal.
La animosidad entre brasileños y argentinos está tan presente en el aire carioca estos días, que cuando Germán Breckon, Mauro Parissi y Carlos Castro, amigos llegados desde La Plata y que ya vieron varias competencias, se tomaba ayer una foto detrás de su bandera argentina con las Islas Malvinas pintadas en el centro, un grupo de chicos locales que pasaban frente a los aros olímpicos de Copacabana les gritó: "¡Maradona drogadicto! ¡Argentinos maricones!".
En los últimos días, la hostilidad de los brasileños hacia los argentinos se volvió común en cualquier competencia olímpica, aunque hasta ayer los dos países sólo se habían enfrentado directamente con sus equipos femeninos de voleibol de playa, por la mañana, y de voleibol, por la noche. En ambos casos, los abucheos brasileños a las atletas argentinas fueron excesivos y en todo momento el público local buscó callar los cánticos de los hinchas argentinos.
Sin embargo, lo más notorio ocurrió en las pruebas en la que la Argentina no competía con Brasil y los brasileños en las tribunas alentaban sin tapujos a los diferentes rivales de nuestro país. En fútbol, respaldaron mayoritariamente a Portugal y a Argelia; en básquetbol, hinchaban por Nigeria; cuando Del Potro jugó contra Novak Djokovic parecía que todos tenían nacionalidad serbia y estaban en una final de Copa Davis en Belgrado. Más histérico fue el cambio de preferencias durante las luchas de Paula Pareto, el sábado pasado; en pocas horas, los brasileños pasaron de alentar a la rival rusa a apoyar a la húngara, luego a la japonesa y finalmente a la surcoreana. Igual, pese a los silbidos y abucheos, la Peque se colgó la medalla de oro.
"Por lo general el hincha brasileño es mal educado, piensa que está en un campo de fútbol en cualquier competencia. Y en relación con la Argentina, se agrava por la rivalidad histórica. Pero no hay excusa para que los brasileños se comporten como lo hicieron en el Maracaná durante la inauguración de los Juegos. Se supone que la gente que va a las competencias olímpicas es la élite del país, pero lo que sucedió es sintomático de las fallas en el sistema educativo brasileño", señaló a LA NACION el reconocido periodista deportivo Juca Kfouri.
Ayer y anteayer, aunque los atletas argentinos demostraron estar por encima de las provocaciones y respondieron con clase, varios hinchas argentinos contestaron con gritos e insultos al público brasileño y hasta reeditaron el "Brasil, decime qué se siente" en sus cánticos.
"Eso es algo muy futbolero que realmente no aprecio. Está bueno que la gente venga, se sienta parte, que nos apoye, que nos aliente, y que nos empuje, porque lo necesitábamos. Pero no le veo el sentido de viajar tantos kilómetros y terminar cantando en contra de uno que ni siquiera está en la cancha", comentó Emanuel Ginóbili, después del juego con Nigeria. También el capitán del equipo de básquetbol y abanderado en el desfile de apertura, Luis Scola, dejó su sello: "Preferiría no escuchar los cánticos en contra de Brasil, sino a favor nuestro. Eso es algo muy futbolero, que realmente no aprecio. No quiero que pierda Brasil. Solo quiero que pierda cuando juega contra la Argentina. Me parece una tontería cantar contra un equipo que ni siquiera está en la cancha".
Del Potro se refirió a la pelea entre el hincha argentino y el brasileño que llevó a la interrupción de su partido ante Sousa. "El público hace un clima especial y muy lindo. Disfruté, excepto en el incidente del principio, que espero que no vuelva a suceder. Hay que disfrutar. Tendría que haber paz entre gente de la Argentina y Brasil; esto no es fútbol", subrayó.
Tal vez no haya mejor forma de definir la compleja relación entre los irmãos que aquella famosa frase del sociólogo argentino Pablo Alabarces quien advirtió que "los brasileños aman odiar a los argentinos, y los argentinos odian amar a los brasileños".
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