• SON DECLARACIONES JURADAS (DJAI) «OBSERVADAS» POR EL FUNCIONARIO.• SE PARA EL 65% DE LAS SOLICITUDES
En la Secretaría de Comercio Interior ya se acumulan unas 100.000 declaraciones juradas anticipadas de importación (DJAI) que fueron «observadas» por el organismo que capitanea el omnímodo Guillermo Moreno. Según fuentes de la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA), desde el inicio de la vigencia del régimen, que arrancó el 1 de febrero último, se presentaron cerca de 150.000 solicitudes; la casi totalidad de los trámites que pasaron por la AFIP fueron aprobados sin observaciones. Pero una vez que aterrizan en el escritorio del sucinto equipo formado por Moreno para esta emergencia, la cuestión cambia.
«No hay estadísticas oficiales, pero sabemos que hay unas 4.000 presentaciones promedio por día hábil», dijo a este diario Diego Pérez Santiesteban, titular de la CIRA. «Al principio el atraso era del 20% al 30%, pero según nos dicen nuestros afiliados, las DJAI observadas ya trepan al 65% sobre un total aproximado de 150.000 presentaciones».
Cabe recordar que quienes están obligados a hacer el doble trámite ante la autoridad fiscal y Comercio Interior son unos 6.000 importadores; todos ellos realizaron operaciones de importación durante 2010 que superaron los u$s 500.000.
Estas trabas se suman a las «licencias no automáticas», otra barrera para-arancelaria que está aplicando la Argentina desde hace casi dos años. La Organización Mundial del Comercio (OMC) permite un lapso máximo de sesenta días corridos para su aprobación, y no existe la posibilidad -al menos en la legislación internacional- de rechazarlas. En la práctica, sucede lo contrario.
Lo que demostraría que el mecanismo de las DJAI está diseñado para impedir el ingreso de importados lo marca el hecho de que los funcionarios que estudian los formularios que llegan a Comercio Interior no superan la media docena. La tarea de estos profesionales es ciclópea por la cantidad de expedientes que deben estudiar, pero tampoco parecen tener órdenes de acelerar o facilitar los trámites.
Ritmo
La queja principal de los importadores (en voz baja, claro, para no enojar al fácilmente irritable Moreno) es que no existe un «standard» para aprobar o rechazar sus presentaciones; la acumulación de trabajo y las necesidades de caja del Gobierno marcan el ritmo de estas autorizaciones.
Desde ya, esto se nota no sólo en las suspensiones y paradas de planta que están viéndose obligadas a hacer más de una fábrica; la más notable es la de la automotriz Fiat, que suspendió dos días la semana pasada a todos sus trabajadores por falta de autopartes para sus unidades. Sin embargo -y de nuevo, más en secreto que la terminal italiana- muchas empresas de rubros tan disímiles como la industria plástica y los laboratorios farmacéuticos están haciendo lo propio.
Además de las plantas fabriles que se paran por falta de insumos, muchos importadores comenzaron a reducir personal por falta de trabajo. Esto está sucediendo entre quienes traían perfumes del exterior. Las fragancias y maquillajes están detenidos en la Aduana casi sin excepción desde al año pasado, y no hay miras de que se vuelva a permitir su ingreso. Una vez más, los privilegiados son los miembros de las clases más altas de la sociedad, que pueden viajar al exterior y obtener sus «eau de parfume» o sus cremas «anti-age» preferidas en tiendas de las ciudades que visitan o en los «duty-free shops» de los aeropuertos que utilizan. Mientras tanto, cientos de empleados, vendedores y distribuidores de locales que venden mercadería importada están quedándose sin trabajo.
Peligro
El tema de los medicamentos amenaza con ser crítico: la falta de productos como el Reliveran, que forman parte del botiquín básico de casi todo hogar argentino, va de la mano de hormonas como la Rontagel Estradiol, que viene (o venía) de Francia.
Así, a caballo de estas restricciones, hay problemas para conseguir repuestos de electrodomésticos que dejan de funcionar, fuentes para computadoras, cuchillos serrados que solían venir de Brasil. La producción local de planchas aún no satisface ni el 10% de la demanda. Por eso, junto a los perfumes, los chocolates y algún producto hecho en Uruguay, casi no hubo turista que pasara sus vacaciones en Punta del Este que no regresara con una plancha en su equipaje. Lo mismo puede decirse de secadores y «planchitas» para el cabello, routers para computadoras, multiprocesadoras y otros pequeños electrodomésticos que -de nuevo- quienes pueden viajar trajeron de sus vacaciones orientales o chilenas.
Finalmente, una de las mayores empresas de ómnibus de larga distancia está buscando dónde comprar unos 500 neumáticos para reemplazar las gomas de buena parte de su flota. Hasta ahora, sin éxito. La opción es salir a la ruta con las gomas lisas o sacar de servicio un gran número de sus ómnibus.
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