Una manera de no hacer política. Manos anónimas sólo para complicar la campaña, que hasta ahora beneficia al oficialismo. A veces el silencio, es complicidad Una manera de no hacer política. Manos anónimas sólo para complicar la campaña, que hasta ahora beneficia al oficialismo. A veces el silencio, es complicidad El miedo a perder
El medio gráfico, pertenece al grupo Olmos, muy cercano al oficialismo nacional, y parte de su circulación nacional, se imprime en la ciudad de Corrientes, y se distribuye como un suplemento del Diario Formosa, sostenido económicamente por el estado provincial (con pautas y personal de la planta del estado), pero la gestión empresarial, maneja el ex legislador correntino, Rodolfo Martínez Llanos a través de la editorial Talleres el Túnel S.A, quien es el proveedor del estado provincial, recibiendo más de 300 mil pesos mensuales por sus servicios, obviamente pagados por todos los formoseños.
La noticia está firmada por Alicia Barrios, y en su nota sobre la presunta paternidad de Nazar en el diario citado, la periodista Barrios se pregunta: “¿Es cierto que el padre Francisco Nazar Anchorena, candidato a gobernador por la provincia de Formosa por Opción Social y Popular, es, además de padre, papá? Debería reconocer la paternidad, o tal vez someterse a un ADN”, para comentar después de que “dos hijas biológicas lo habrían hecho abuelo... Nazar Anchorena, de la orden pasionista, mantendría una relación de larga data con una aborigen de la comunidad que está alojada en el Paraje La Mocha, junto a la cual habría formado una familia que mantendría oculta.
Un secreto que de oído a oído pasa de generación en generación”, sugiere entre otros detalles en modo potencial.
Publicada la noticia y admitida incluso por la propia redactora en parte de la nota que se basaba en dichos y supuestos sin confirmar “la” noticia con el actor principal (Nazar) -a quien no llamó para preguntar sobre el hecho, según el propio candidato-, las sospechas de la publicación giraron hacia los operadores políticos del oficialismo.
Los límites
Sabido que una de las máximas de Insfrán –por lo menos en público- es que el límite de la política es la familia, desde el jueves varios de los principales referentes del oficialismo salieron a gritar a los cuatros vientos las dudas sobre un aspecto íntimo del rival en la contienda electoral del próximo domingo.
Es cierto que no debe igualarse a todos los candidatos como si fuesen incapaces de diferenciarse y mereciesen una condena generalizada. Hay, por supuesto, hombres honestos que intentan dirimir supremacías con sus ocasionales adversarios sin recurrir a la difamación para conseguir votos. Pero también existen los que carecen de escrúpulos y límites, y no trepidan en sostener sus disputas echando mano de cualquier acusación con tal de opacar o vencer a los contrarios.
El ciudadano formoseño aún mantiene un alto grado de pudor ante hechos demasiados íntimos, aunque se trate de los políticos, una “raza” que no es bien mirada por la gran mayoría de la sociedad. Algo que muchos de los políticos que se autodenominan “ultra-gildistas” parecieron hacer caso omiso, incitando a una campaña sucia, no se sabe si con aval o no “del Jefe”.
En el mundo periodístico formoseño es harto conocido el feroz celo por el cuidado de la vida familiar del Gobernador y su círculo íntimo, lo que lleva muchas veces al encargado de la comunicación oficial a pedir “cuidado extremo” con el tratamiento de las noticias cuando alguien cercano al lagunense es el centro de la información. ¿No habrá llegado con la advertencia a su propia tropa (políticos y los medios que le responden ideológica y económicamente) para que “no mezclaran la familia con la política”?
Por los resultados, parece “que no hubo tiempo”. ¿Aceptarán con la misma tranquilidad “democrática” los comentarios, cuándo el centro sea el gobernador y no cualquier otro formoseño? Cuando el caso de La Primavera, estaba en su máxima expresión, aparecieron unos tímidos “grafitis” pero con graves acusaciones, que el oficialismo sintió, y acusó, que no está a salvo, de que manos anónimas, respondan “ojo por ojo” o “diente por diente”.
Voto castigo
Es una incógnita, saber cuál fue el motivo que impulsó a los responsables del medio gráfico en cuestión, que aún con escasa penetración en la agenda diaria, puede resultar un “boomerang” a favor del voluntarista candidato de la oposición. Salvo el miedo de algún funcionario a perder su “felpudo sillón”, dado que las operaciones de campaña, no dan grandes resultados en términos electorales.
Sin embargo hay una encuesta manejada por el círculo íntimo del quinto piso, donde se comprueba que hay descontentos y amenazas de potenciales electores cautivos, propenso al corte de boleta y al voto castigo aquí en Capital, donde los beneficiados podrían ser los candidatos a intendentes de la oposición. La misma situación se vive en ciudades del interior, aunque desde el Ejecutivo provincial hacen la vista gorda porque saben que el descontento es con los diputados, lo que no hace correr peligro el objetivo máximo del gildismo para estas elecciones: que Insfrán se quede -al menos- cuatro años más en el sillón de Fontana.
Con esa información, y a sabiendas que los últimos días del mes, coincidiendo con el acto electoral, los bolsillos de los estatales, están “casi vacíos”, el gobierno, con el tesoro muy bien abultado y sin inconveniente de efectivo, analiza adelantar el pago de sueldos, para asegurar el triunfo en las urnas, tomando como caso testigo de efectividad lo que ocurre al otro lado del río Paraná, donde los correntinos cobran antes del 25 de cada mes.
Operaciones
No es casual que en una provincia cuyas instituciones se hallan maltrechas, la política goce de tan mala fama y los políticos, a su vez, arrastren reputación de ineficientes, cuando no de corruptos. Tampoco lo es que las campañas electorales se hayan convertido en torneos de agravios.
El debate de ideas en general brilla por su ausencia en esta campaña electoral, y a las plataformas electorales nadie les presta demasiada atención, si acaso alguna, cuanto sobresale son las agresiones verbales que, con total impunidad, se enderezan ciertos candidatos o los ataques arteros que se instrumentan desde organismos oficiales y resultan profusamente reproducidos por los medios de comunicación que maneja el oficialismo. También, comunicadores oficiales usando la red pública de televisión, anunciaron sin confirmar antes, que Francisco Nazar y Fabían Olivera, se habrían bajado de sus respectivas candidaturas.
La sustitución del debate por el escrache, o la falsas denuncias, permite a nuestros políticos pasar años en la vida pública sin tener que fijar posición sobre ningún tema importante. Gracias a ese vaciamiento conceptual, quienes llegan al gobierno se ven relevados de cumplir compromiso electoral alguno. Es simple: jamás precisaron un programa.
En otras palabras: la falta de ideas es la condición de posibilidad de la defraudación permanente del contrato electoral. La consecuencia más grave de esta anulación de la dimensión conceptual de la política no tarda en llegar. Es el sentimiento de desencanto y de desdén que experimentan muchos ciudadanos, sobre todo los más jóvenes, respecto de la esfera pública y sus problemas.
Al respecto es bueno detenerse a pensar en qué medida la responsabilidad atañe tan sólo a la clase política o, más bien, engloba a la sociedad en su conjunto. Porque si lo primero fuese cierto, la sociedad civil castigaría con su voto a los mentirosos, a los calumniadores o a los que aprovechan cualquier atajo para burlarse de la idealizada “soberanía popular”. Sin embargo, el sufragio expresa, entre nosotros, una suerte de voluntad de delegar, donde se pone de manifiesto, el poco interés de muchos votantes a la hora de premiar al que piensa y castigar al que insulta o agravia.
Esas reglas, explícitas y tácitas, no existen y, si existen, nadie se preocupa por cumplirlas porque no hay sanción ni legal ni, lo que es mucho más grave, social. La conclusión lógica es que todo vale. Y ello sin contar la perversa actividad de determinadas oficinas estatales especialistas en deslizar sutiles amenazas a los medios que tratan de ser objetivos o plural, y menos dependientes de la actual administración.
Las campañas electorales son, después de todo, un reflejo corregido y aumentado de lo que es la vida política formoseña; carente de límites éticos, hay más agravios que discusión de programas y más zancadillas o denuncias que explicaciones respecto de cuál será el plan de acción de los futuros funcionarios o gobernantes. Al final, son los que no deberían ser.
Comentá la nota